miércoles, 27 de marzo de 2013

Día 71, 26 de marzo. Lompizano: todo en uno, y la culpa fue de Mariano.

Y llegó el turno del último alegato de este juicio, en boca de otra defensora oficial, la Dra. Norma Boyssous, que asiste al comisario inspector Lompizano, el jefe de la Dirección General de Operaciones.

El cierre de la etapa de alegatos fue a toda orquesta, ya que la enfática abogada, ratificando que los defensores oficiales tiene la camiseta mucho más pegada al cuerpo que los contratados, hizo un curioso mix de argumentos tomados de las restantes defensas, por lo que su intervención resultó, cuando menos, autocontradictoria y bastante confusa.

Desde luego que mantuvo el nivel de adjetivación abundante de sus predecesores. Habló de “falsedades, lucubraciones, irregularidades, testigos falsos”, y confió que, antes de asumir el cargo, le dijeron “que ésta era una causa sucia, fea, en la que se sabía el resultado antes de comenzar el debate”. Y sí, a veces eso sucede cuando los hechos son tan claros.

Cuando habló de “triste final”, no fue en referencia al asesinato de Mariano, sino a la imputación de su defendido, que, dijo, “¡clama por justicia!”. Y, mostrando bien clarito sus prioridades, afirmó: “Si bien es cierto que hay que lamentar la pérdida de una vida y las lesiones de los heridos, no se puede soslayar el grave perjuicio que se ha ocasionado a la vida de Lompizano y los demás policías, que perdieron su carrera. Lompizano ofreció su vida, 39 años a la institución policial, con una foja intachable de servicios, asumiendo la responsabilidad en destinos complicados, como las comisarías 2ª y 3ª; luego la circunscripción que abarca desde Congreso hasta Retiro y la DGO”. Carrera jalonada, agregamos nosotros, por cuanta represión hubo en Plaza de Mayo (cria. 2ª), Tribunales (cría. 3ª) y que culminó, en diciembre de 2010, con el operativo en el Parque Indoamericano, con tres muertos.

Decíamos que la defensa del comisario fue autocontradictoria, porque la Dra. Boyssou y su defensor adjunto, se dedicaron pendularmente a desarrollar dos argumentos contrapuestos. Por una parte, sostuvieron que no había ningún indicio que pudiera indicar al comisario que existía algún peligro; que nada permitía imaginar lo que iba a pasar; que el clima era de absoluta calma y tranquilidad y no había razón para estar más atentos. Pero, por la otra, se despacharon con el argumento contrario, acusando a los manifestantes de una “autopuesta en peligro”, porque fueron a confrontar, a provocar, a privar del uso del tren a los usuarios, estaban armados y beligerantes. ¿En qué quedamos?

Siempre en la ida y vuelta de argumentos contradictorios, otra línea explotada por la defensa de Lompizano fue afirmar que el operativo policial era “chico”, para lo cual lo comparó con los que se acostumbra montar en el puente Pueyrredón en los aniversarios de la represión del 26 de junio de 2002... forzada comparación, si consideramos la magnitud de las distintas movilizaciones.

La defensora oficial no le hizo ascos tampoco al juego del Gran Bonete. Lompizano “estaba ciego” porque los que estaban en el lugar (Mansilla, Ferreyra, Garay) no le informaron bien. Además, los que modulaban eran Echavarría y Conti, él estaba en su despacho “y no podía estar en todo, no está obligado a mirar todo el tiempo las imágenes y escuchar las modulaciones”. Y, además, “Los policías son personas, también Lompizano tenía que comer, ir al baño, hablar con su familia...”.

El alegato llegó a su climax cuando la funcionaria se despachó con la tesis de la “autopuesta en peligro” de Mariano y sus compañeros. “¿Para qué llevaron palos y gomeras? Tenían armas propias, contundentes, palos, gomeras, proyectiles de metal y piedras. Estaban en un lugar donde no estaban privados de auxilio, los heridos fueron trasladados en una ambulancia privada. Fueron a confrontar, a molestar a los usuarios que dependen del tren para trabajar. ¿De qué desamparo hablamos?”.

Y avanzó más: “Se les ocurrió tratar de cortar las vías sabiendo que estaba la federal arriba y la bonaerense abajo. Estaban dispuestos a confrontar. Iban armados, con violencia, agrediendo. Iban a cometer un delito. Además del art. 194 (interrupción del servicio) se les debió aplicar la ley antiterrorista, porque causaron terror público. Estas organizaciones piden que se derogue esa ley porque es lo que hacen ellos. Hablan de cordón de “autodefensa” cuando fueron ellos los que fueron a cortar el servicio. ¿Autodefenderse después de una agresión ilegítima de ellos? Son organizaciones que tienen un sistema coordinado de “defensa” y estaban dispuestos a atacar”. En ese marco, afirmó, la policía montó una “vigilancia discreta” para no provocar...

Genialmente, nos explicó que no hubo liberación de la zona (insistimos en que fue más que eso para esta querella) porque “sabían que había llegado un canal de TV, y no se libera una zona con cámaras en el medio. Se debe recordar que el periodista es un testigo”, lo que explica el rol de González y Pipitó en el plan común, apartando a las cámaras, por suerte ineficazmente.

Sin dudarlo, también arremetió contra la difusión pública de las instancias del juicio a través de páginas y blogs en Internet (como éste), a lo que llamó “amarillismo político”, y lanzó una conclusión impresionante: “Hablan de represión coordinada y deliberada. Pero la policía se mantuvo expectante a fin de no criminalizar la protesta. No se puede hablar de represión, y mucho menos deliberada y coordinada. Los policías siempre estuvieron presentes, controlando, siguiendo de cerca, disuadiendo, persuadiendo. Si hubiera habido un plan previo, no hubieran dicho las cosas que dijeron y que quedaron grabadas….”, confesión involuntaria de que las modulaciones los entierran hasta el cuello.

Después vino el turno de minimizar los resultados: “Las heridas más graves fueron por rebote. Si hubieran ido a matar hubieran matado, no hubieran lesionado. Los que dispararon no pudieron prever las leyes de la física que modificaron el punto apuntado y el lugar del impacto, igual causaron heridas leves. No fueron tres tentativas de homicidio, Aguirre y Pintos tuvieron heridas leves y el disparo que hirió a Elsa fue un rebote”, macaneó, pues las pericias indican que el tiro de Elsa fue directo. Quedó una pregunta flotando en el ambiente: ¿Será que Mariano está vivo y viviendo en Cachemira?.

Terminó la defensora oficial tratando de aplicar la teoría de la “adecuación social de la acción”, trayendo en su apoyo el discursito kirchnerista de la “no criminalización de la protesta”, la verticalidad jerárquica de la policía, y una conclusión que esta querella comparte: “Con ese criterio, habría que imputar a Aníbal Fernández”…. ¡eso hicimos!

Después de pedir la absolución de su defendido, se refirió a “una cuestión que me duele personalmente, y mucho, que me afectó mucho, a partir de que el 15 de febrero el comisario Lompizano no vino a la audiencia porque su señora tenía una crisis depresiva”. “Me dolió lo injusto de la detención, porque el tribunal cambió las reglas del juego, y me molestó mucho que una de las querellantes dijo que se fue de vacaciones”, lloriqueó, en referencia a la jornada en que el comisario no apareció y se supo que estaba en San Martín de los Andes. “No son reglas de juego limpias. El pobre hombre estuvo preso hasta el martes y esa situación generó una disminución del cobro de su salario. Los medios manejan información ficcional, y hasta se ha panfleteado el lugar donde da clases”, se quejó, en alusión a la campaña de Ademys y otras organizaciones para denunciar que el santo varón es titular de cátedra en el profesorado de Educación Física de la Ciudad, el ISEF Nº 1 "Romero Brest".

Y con semejante defensa de la represión tercerizada, se cerró la etapa de alegatos en este histórico juicio.

Por la tarde, la fiscalía y las defensas anunciaron los temas que serán objeto de réplica por su parte en las audiencias del miércoles y jueves próximo. Después, sólo quedará alguna dúplica de las defensas, las últimas palabras, y será el turno de que hablen, por fin, los jueces.

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