martes, 26 de marzo de 2013

Día 68, 19 de marzo: La policía se defiende: Sigue la ronda del "¿Yo, señor? ¡No, señor!"

1. Ferreyra: 
"Los acusadores son crueles cuando reclaman que la policía debió impedir el ataque", afirmó el Dr. Carlos Ignacio Ríos, defensor del comisario Jorge Raúl Ferreyra, jefe de la División Roca de la PFA al 20 de octubre de 2010, quien, junto con el comisario Luis Osvaldo Mansilla, Jefe de Control de Líneas, estuvo sobre las vías, al lado de la patota asesina, a la ida y a la vuelta.

Otra de las afirmaciones escandalosas que se le escucharon a este defensor fue: "¿Cómo iba a saber la policía que el grupo de activistas armados (¿?) no podría defenderse de un ataque como el que sufrieron?".

El descarado recurso de responsabilizar a las víctimas, se completa con otros despropósitos: "los tercerizados modificaron su plan original y caminaron a un costado de las vías", (nunca dijo que los hombres de Pedraza coparon el terraplén y desde arriba empezaron a agredirlos), y "esos mismos tercerizados estaban armados y portaban bates (¿de beisbol?), la gresca comienza porque querían cortar las vías y de hecho subieron el terraplén" (nunca dijo que las amenazas que profirieron Pablo Díaz y el resto de la patota obligó a cambiar el rumbo de la actividad, ni que el intento de subir al terraplén, cuando no se veía al grupo de choque, fue repelido a pedrada limpia).

El Dr. Ríos trató, todo el tiempo, de instalar que la improvisada reacción de los compañeros, al formar un cordón para aguantar el ataque, eximía a la policía de toda responsabilida den el ataque. Con el criterio de un sheriff del lejano oeste, sostuvo que, si los tercerizados pudieron armar una elemental autodefensa, nada malo hizo la policía al garantizar el ataque y proteger la retirada.

Con este razonamiento, quedó más que expuesto el verdadero sentido de la presencia policial en el lugar: aparentar y parecer mientras contribuían al plan criminal.

Enfático, pero no por eso creíble, el Dr. Ríos trató de explicar por qué, cuando la PFA contaba con unos 90 hombres con todo tipo de aprontes bélicos (como los carros hidrantes y motbomba) a menos de 5 minutos dle lugar, no movieron esa fuerza, que permaneció casi seis horas a menos de 800 metros del escenario del crímen: "No se sabía qué iban a hacer los manifestantes, por eso no podían moverse". Confirmando que la única "preocupación" de los policías eran los tercerizados, resultó bien ostensible que nunca se preocuparan sobre qué iban a hacer los ferroviarios, pese a que, todo el tiempo, su defendido estuvo custodiàndolos y compartiendo con ellos las vías.

Hasta llegó a afirmar, desafiando toda la razón y lo que muestran las imágenes recabadas, "No admito la acusación porque los policìas no sabían quién de los dos grupos eran los agresores". Luego, pidió "terminar con esta idea peregrina del plan, una idea meramente política propia de un comentario de café como hablar del cáncer que le inocularon a Chávez, como decir que Hitler vivió en la Patagonia o que Yabrán está vivo". Y remató: "Si hubiera existido un plan, ¿por qué sus defensores no se reunieron para trazar tácticas comunes?"

Olvidó el enfático defensor que, por algo menos de un año, su ahora cliente fue asistido institucionalmente por los abogados del ministerio de Seguridad de Nilda Garré, y que fue esta querella quién denunció ese aval político, motivando que los mandaran renunciar para cuidar las formas. Claro, un año fue tiempo suficiente para dividir las causas, para morigerar las probables imputaciones y para delinear un plan defensivo común a los policías, que es el que caracterizó su alegato y que coincide con lo expresado por el ministro Aníbal Fernández a días del hecho: "Los policías no sabían, no tenían idea, actuaron correctamente, fueron amoldando su actuación a las circunstancias".
Y una perla que deja en claro de qué lado estaban los uniformados: "¿Qué había que hacer después -se preguntó- detener a los que volvían, detener a un grupo?".

A un costado del que alegaba, separados por un estrecho pasillo que divide a acusadores de defensores, estaba sentada la madre de Mariano Ferreyra. El abogado del comisario pretendió conmover con estas palabras: "Más de una vez el comisario debió poner el cuero, y hoy ve en riesgo su jubilación.". La distancia moral entre unos y otros, es enorme.

2. Echavarría:
Cosas de Dios y la política , una facha...de muy poco inocente.

"Plan criminal pudo ser el que armó el Polo Obrero para tener un muerto, una demanda por daños y perjuicios y prensa durante dos años", provocó el Dr. Hilario Lagos, ex defensor oficial y hoy abogado particular del subomisario Luis Alberto Echavarría, uno de los responsables del manejo de las modulaciones desde la sala de situación de la Dirección General de Operaciones de la policía federal. El que todos oímos, cuando se pasaron las grabaciones de las comunicacione spoliciales en la sala, ordenando al subcomisario Garay "Nos replegamos" en el instante en que comenzaba la corrida del grupo de choque.

El defensor inició su inconsistente y mediocre alegato "invocando a Dios, fuente de toda razón y justicia", y se dedicó, por largo rato, a fustigar a la fiscalía y al tribunal, a los que acusó de "infiltrados por la política". "Cuando la política entra en los tribunales, la justicia huye despavorida", dijo con grandilocuencia, en un elíptico reconocimiento del crímen de Mariano Ferreyra como crímen político, que mantiene a muchos de sus responsables afuera de los tribunales, y a su propio defendido como un esbirro de esos responsables. Por algo preguntó: "¿de qué plan hablan? ¿Acaso el policía Echavarría representaba al gobierno?" .

Nosotros respondemos: al estado, Dr. Lagos, al estado, que el gobierno administra, y que usa a los tribunales y a su aparato represivo para descargar sobre los trabajadores la política que los empresarios (sus mandantes) les han delegado.

Como los anteriores defensores de policías, el invocante de Dios cumplió su rol en el juego del Gran Bonete: su pupilo al parecer, tampoco tuvo nada que ver.

La DGO, pese a tener al tercer hombre de la Federal en su dirección, es para el abogado una mera instancia burocrática: sólo coordina, no implanta ni ordena el servicio, no pudo tener certeza de la agresión. Y puesto a explicar lo que ocurrió el 20 de octubre, provocó, con tono grave, pero no menos patético: "No se investigó la hipótesis que en la guerra se llama "teoría del fuego propio.". Ridícula hipótesis, que ni por asomo, nunca, nadie, deslizó seriamente en el debate.

Finalizó su pobre defensa con un reproche para una conocida nuestra: "Estoy preocupado y asustado porque la Dra. Verdú dijo que los policías eran unos privilegiados ya que no estuvieron presos". La compañera molesta, es punzante y agitadora, pero nunca miente. ¿Acaso los policías no vinieron libres al juicio gracias a los manejos políticos que suelen espantar al asustadizo defensor? Y completó: "La defensa es un juramento que me relaciona con Dios" . Hizo bien, por ahí con ese señor su pupilo tenga mejor suerte.

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