domingo, 3 de marzo de 2013

Día 62 - Los fiscales acusan un poquito, y Pedraza se defiende. (1/3)

Los fiscales acusan un poquito, y Pedraza se defiende.

La fiscalía completó hoy el alegato comenzado en la audiencia pasada, cuando la Dra. Jalbert y el Dr. Gamallo se ocuparon de lo que llaman "la primera causa", en referencia a las imputaciones contra Pedraza, Fernández y su patota. Comenzó la fiscal María Luz Jalbert, desarrollando "los hechos de la causa 3922", siempre en la línea de distinguir, como circunstancias concomitantes y simultáneas, pero no integrantes de un mismo plan, las responsabilidades de civiles y policías. Así, pasó revista a todo lo actuado y omitido por los policías presentes en el lugar y en la Sala de Situación del Departamento Central de Policía, y concluyó afirmando que, el 20 de octubre de 2010, los comisarios Lompizano, Mansilla y Ferreyra; los subcomisarios Echavarría y Garay y el oficial Conti, "omitieron impedir e, iniciada, no interrumpieron, la conducta de Favale, Sánchez, González, Pipitó y Alcorcel, contando con los medios para ello y estando obligados a hacerlo en su condición de garantes, poniendo en riesgo la vida de las personas que debían proteger. Como consecuencia de ello, resultaron la muerte de Mariano Ferreyra y las heridas de Elsa Rodríguez, Nelson Aguirre y Ariel Pintos, y poniendo en riesgo las vidas del resto de los manifestantes. Sabiendo que había dos grupos antagónicos, no hicieron nada para impedir el hecho, por más de una hora. La inacción de los imputados generó un escenario propicio para que se produjera la emboscada. Además, se les imputa no haber adoptado medidas para individualizar a los autores, no secuestrar las armas y no preservar el lugar del hecho, permitiendo la pérdida de elementos de prueba. Se imputa a Lompizano, Echavarría, Conti y Garay no haberse comunicado en un momento vital, eludiendo así la obligación impuesta en las órdenes del día; así como haber omitido dar intervención inmediata al juez o fiscal en turno, tanto después del primer inciente a las 12:10 como ante el ataque de las 13:35. Por último, a Mansilla y Ferreyra se les imputa haber avalado la presencia de subordinados vestidos de civl incumpliendo las órdenes del día vigentes".

Después de la intervención del fiscal adjunto Hugo Boggetti, que analizó la responsabilidad de cada uno de los uniformados empleando para ello los mismos extremos que usaron nuestras compañeras en su alegato del pasado 22 de febrero, incluso retomando la figura del "juego del Gran Bonete" para ejemplificar el modo habitual en que los policías hacen circular las responsabilidades de subordinados a superiores, y nuevamente de éstos a aquellos, en un ciclo infinito de delegaciones, órdenes y "confianzas" en el que nadie, finalmente, es culpable, nuevamente tomó la palabra la Dra. Jalbert para pedir pena para todos los acusados.

Antes de ello, hizo un demagógico intento de posicionarse "del lado de los buenos", como hubiera dicho el albañil Esteche, afirmando que "esta fiscalía de emocionó y lloró con los testimonios de las víctimas", al tiempo que, dijo, "los acusados cruzaron un umbral infranqueable". "Pese a las muchas reservas de casación que interpuse, confío en el criterio del trbunal y espero que dicte una sentencia justa", cerró. Lo dicho no alcanzó para seputlar lo que la fiscalía vino haciendo a lo largo de todo el proceso, como el afán de mantener separadas las "dos causas", para desvincular al aparato estatal, a través de la policía, de la burocracia sindical. La misma fiscal que habló de su emoción y simpatía por las fue la que se opuso a la reunificación de los expedientes 3772 y 3922, porque no quería que se juzgaran de conjunto policías y patota, y se opuso, también, a que se realizara la intervención quirúrgica que permitió extraer, un año y medio después de los hechos, el proyectil alojado en la rodilla de Nelson Aguirre, circunstancia que dio sustento material a la afirmación inicial de Cacho Andino de que uno de los integrantes de la patota portaba una escopeta recortada, pues el plomo resultó ser una posta de proyectil múltiple.

Lo patético del fallido intento quedó claro en el pedido de pena. Fiel a su tesis de "dos causas", y, por ende, "dos responsabilidades" diferentes, así como a su negativa de admitir la existencia de un plan criminal común con una división de tareas, la fiscalía solicitó la pena de prisión erpetua para Pedraza y Fernández como instigadores del homicidio calificado de Mariano y los homicidios calificados en grado de tentativa de Elsa, Nelson y los restantes heridos, y de Díaz, Favale y Sánchez como coautores del mismo delito. Para Alcorcel, al que consideró partícipe secundario, pidió 10 años de prisión, mientras que a Pipitó y Pérez los acusó como partícipes primarios de un homicidio simple. Y ratificó su anuncio de la audiencia anterior, respecto al pedido de absolución para Pérez y Uño. Por el lado policial, como calificó el delito que cometieron como abandono de persona seguido de muerte en concurso ideal con incumplimiento de los deberes de funcionario público, requrió que se condene a los comisarios Lompizano y Mansilla a 10 años de prisión; al comisario Ferreyra a 9; al subcomisario Echavarría a 8; al subcomisario Garay y el oficial Conti a 7, y previsiblemente, pidió la absolución para el cabo Villalba.

Como para cumplir, la fiscal agregó un par de pedidos de extracción de copias para investigar los falsos testimonos más evidentes, como los de Karina Benemérito y Patricia Carabajal, de la UF, y la abogada y amiga de la mujer de Pedraza, la Dra. Planas. De investigar funcionarios y empresarios, y al resto de la patota, ni hablar.

No sorprendió a nadie que, al término de su alegato, la sala quedara en silencio. No había nada que aplaudir.

La tarde fue ocupada por el alegato del Dr. Froment, defensor de José Pedraza, que estuvo lejos de encontrar alguna manera eficaz de cumplir su cometido. Como era de esperar, el primer dardo fue para plantear la nulidad del alegato de nuestra querella, porque, según argumentó, incluimos un "hecho nuevo", es decir, un elemento del que no se habló en el debate ni por el que fue intimado su defendido en la indagatoria: el plan criminal cometido por la triple alianza antiobrera, el estado, la burocracia sindical y la patronal. Claro que Pedraza no fue indagado como integrante de ese plan: ése nunca fue el planteo de la justicia, como no lo fue en la acusación de la fiscalía. Pero nuestra querella lo sostuvo, con la tozudez de la certeza, desde el primer instante tras el asesinato de Mariano, dentro y fuera de la causa. No hay una sola presentación nuestra, escrita u oral, desde el 20 de octubre de 2010, en la que no hayamos insistido en ello. Chicana destinada al fracaso, salvo que haya orden de sacarnos del medio. Ya que estaba, nos acusó también de tener un objetivo político al acusar a su pobre pupilo, el más inocente de los mortales. Claro que tenemos un objetivo político, ¿o podríamos no tenerlo, cuando nos asesinaron un compañero por defender los derechos de los trabajadores?

Después, fue el turno de atacar a la familia de Mariano, acusándola de buscar un rédito económico. Sin palabras.

No faltó, tampoco, la tacha de mentirosos para algunos testigos de la acusación, aunque parece que no se dio cuenta el defensor que los que mencionó son justamente los que no fueron valorados por las acusaciones para fundar su reclamo de pena. Es que, como dijimos a nuestro turno, no fue necesario defender cada uno de los testimonios de los compañeros, porque bastaba con los "imparciales", los que pasaban por ahí, vivían o trabajaban en la zona, para saber qué pasó.

Finalmente, y ante la imposibilidad de discutir el demoledor cúmulo de pruebas contra el burócrata, el abogado se dedicó a tratar de mostrarlo como un simple e inofensivo representante de los trabajadores en una estructura horizontal, pluralista, democrática... faltó John Wayne con infaltable sombrero de ala ancha para que la de cowboys estuviera completa.

Sin pena ni gloria, el alegato terminó con un pedido de absolución, mientras José Pedraza seguía, como desde el 6 de agosto, dormitando en su silla.

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