viernes, 21 de diciembre de 2012

Día 51 - No vino el fin del mundo, pero algunos tienen cara de apocalipsis. (21/12)

¿Y dónde están los testigos de las defensas?
La primera cuestión que se abordó en la audiencia de hoy fue la imposibilidad, a pesar de los esfuerzos del personal del tribunal, de ubicar a Humberto Martínez y José "Dinamita" Pérez, los únicos testigos pendientes. Martínez es el secretario general de la seccional sur de la Unión Ferroviaria, fue ofrecido por la defensa de Pedraza, y de repente desapareció después que, hace un par de jornadas, un congresal alejado de la Lista Verde, Germán Aguirre, contó que lo escuchó decir "yo, lo que agarro, lo tiro para arriba", en relación al porcentaje del salario de los trabajadores con que se quedaba. "Dinamita" es otro ferroviario que, según relató el periodista Diego Rojas, le contó con detalle la forma en que Favale llegó a Pablo Díaz y cómo lo vio, antes del 20 de octubre de 2010, actuar como su guardaespaldas, entre otras cuestiones igualmente reveladoras.Quien insistió en traerlo fue la defensora oficial de Favale, pero, como Martínez, hace varios días que no atiende ningún teléfono. El tribunal decidió evaluar si los manda buscar con la fuerza pública.

El que sí vino fue el policía federal Martín Hugo Sánchez, pedido por la defensora oficial de Favale que sigue buscando alguna forma de invalidar la forma en que, a partir de una llamada anónima, se llegó a identificar a "Harry". Como ocurrió en su momento con la jefa de Sánchez, la comisaria Dávolos, el policía no se acordaba de nada, y en breves minutos el presidente lo despidió con el habitual "su declaración ha terminado".

"La verdad... no sabría decirle..."
Ésta fue la frase más repetida en la corta declaración de Adrián Leonardo González Juárez, un ferroviario de los Talleres de Escalada aportado por el abogado Fenzel, defensor de Pablo Díaz. Es curioso que este hombre apenas apareciera hoy, ya sobre el final de la recepción de testimonios (estaba previsto para mucho antes, pero fue difícil encontrarlo), y que nunca fuera ofrecido para declarar en la instrucción. Porque González Juárez es el testigo "estrella" del que habló Fernández con uno de sus subordinados apenas después del asesinato, como quien iba a declarar que vio a un tirador en la columna de tercerizados y militantes. A pesar de que tenía algo tan importante para decir, recién hoy vino, y, a tenor de sus respuestas, sin demasiado entusiasmo.

Contó que el 20 de octubre de 2010, el delegado de su sector, Miguel Toretta, lo convocó a ir a Avellaneda "a hacer presentismo" (sic) "para ir y estar parados en las vías así no cortaban". Reconoció que unos 40 a 50 hombres dejaron el taller con el propósito de ir a impedir la manifestación de los tercerizados y que caminaron desde la estación Avellaneda hasta el puente Bosch sobre las vías, a la par de "una multitud caminando, con palos, tapadas las caras". Mintió descaradamente ya cuando llegó al intento de subida a las vías, que como tantos compañeros lo acreditaron, y como se ve en los videos y fotos, sólo fue logrado por un puñadito de compañeros que tuvieron que bajar enseguida por la lluvia de piedras de la patota. En cambio, él dijo que "como 20 o 30 de los otros subieron hacia las vías y nos empiezan a tirar piedras, mientras de los costados venían gomerazos, nosotros respondimos con las piedras de las vías". A pesar de la mentira, reconoció que "Se logra que se vayan una o dos cuadras y nosotros nos quedamos parados ahí, sobre el terraplén en el puentecito".

Luego repitió la historia que ya oímos de algunos integrantes de la patota de que bajaron a buscar sombra y gaseosas porque hacía mucho calor, y que, "Entre una y media y dos se ve de la parte de ellos que se levanta una pancarta y venían hacia las vías, alguien dice vamos a ganar una cuadra para que no se vengan. Caminamos una cuadra. Frenamos y en minutos empezó de nuevo lo de las piedras, palazos. Escuché unos ruidos, como cohetes o disparos, y mis compañeros retrocedieron gritando que estaban disparando".

Ahí llegó al momento que las defensas esperaban: "Sobre una esquina veo un muchacho arrodillado o inclinado, con una mochila negra. Metía la mano en la mochila y nos apuntaba con algo". Pero, para desesperación del abogado Fenzel que lo interrogaba, no pudo dar más datos. En cambio, puso nerviosas a las defensas policiales cuando agradeció la ayuda policial, porque, dijo, "Había dos patrulleros en una esquina, que después que pasamos nosotros de vuelta se movieron y cortaron la calle para que los otros no pasaran. Enseguida llegó el camión hidrante, y nosotros nos fuimos".

El problema para los defensores fue que, cuando se le exhibieron el video de C5N, donde se ve con claridad que los compañeros están a más de 300 metros y caminando hacia Vélez Sársfield, y se ubicó en el momento y lugar que el "testigo estrella" había dicho que estaba (frente al portón enrejado de Chevalier), no hubo manera de que se puediera acomodar nada de su relato con lo que se veía en la pantalla.

Al final, terminó diciendo que no reconocía a nadie en el video, que no se vió él, y, cuando se le puso espeso, recurrió al "no sabría decirle", que repitió unas 10 veces.

La hipocresía no oculta la mentira
Recuperado, aparentemente, de su "bajón" de la audiencia pasada, hoy sí declaró Francisco Pipitó, uno de los encargados de apartar del camino a la indiscreta periodista Carchak, su camarógrafo y su asistente. Aunque se ve que su defensor lo había aleccionado para que se hiciera el buenito, no se disimula así nomás lo que uno decide ser en la vida. Y a pesar de que trató de emocionarse al defender su inocencia, lo cierto es que no pudo resistir que saliera a la luz su tono de patotero, y que se le desviara la mirada amenazante, varias veces, hacia el sector de las querellas.

Se negó a recibir preguntas de nadie salvo su abogado, que tampoco se esforzó mucho en interrogarlo, porque, en verdad, cuanto más hablaba, menos creíble resultaba. "Yo estaba con parte de enfermo, con una licencia para hacer cura de sueño porque tenía muchas actividades además del trabajo en el ferrocarril, y dormía poco y mal. Ese día pasé por Lomas a buscar una carta para la comisión de reclamos y me fui a Constitución. En el entrepiso pregunté por Pablo Díaz para dejar la carta, pero no estaba, dejé la carta y ahí me enteré que iba a haber un corte. Tenía que ir al médico. Al volver, cuando el tren llegó a Avellaneda vi gente conocida, así que bajé y me quedé. Caminamos por las vías, estaban Pablo, Amuchástegui y otros que no conozco de nombre. Abajo iban los manifestantes PO. A unos 50 metros se ve que sube gente y tiran piedras, duró unos 5 o 10 minutos, porque abajo intervino la policía y arriba del puente vino la infantería. Bajé con dos de seguridad del tren a comprar gaseosas a la estación Yrigoyen, serían las 12. Después me quedé abajo por el calor, charlando con gente y tomando las gaseosas. De pronto dicen 'ahí vienen, vamos a correr' y salieron todos corriendo, yo también. Nunca vi que los otros vinieran, yo me sumé a la corrida, pero paré porque me canso por el cigarrillo. Vi la gente con la cámara, lo vi a González que le recriminaba al camarógrafo que siempre les dan prensa a ellos y no a nosotros, vino la periodista, hablamos, ella nos dice que tiene un micrófono para hablar, yo no la amenacé ni les hice nada". ,

“Estoy acá por una mentira”, dijo levantando la voz, y quiso conmover hablando de su hija. Cuando remató con un patético: "Hace dos años y medio que no la veo", Beatriz, la mamá de Mariano, murmuró: "Yo al mío no lo voy a ver nunca más".

Si esa declaración era la estrategia de defensa de Pipitó, mejor se hubiera quedado callado.

Las escuchas
El presidente del tribunal dio por terminada la etapa de recepción de testimonios, con la excepción de los dos "buscados", y comenzó la incorporación de los fragmentos de escuchas telefónicas más significativos, seleccionados por las querellas y la fiscalía. Sonó en la sala la voz del "Gallego" Fernández, antes de su detención, dando instrucciones: "No te hagás el pijardo, vos declará lo que te digan los abogados" (24 de octubre de 2010 a Amuchástegui). O preocupado, el día de la detención de Pablo Díaz, porque "declaró ese boludo", en referencia a Favale.

Por lejos, cuando más tenso se puso el ambiente fue cuando se escuchó el diálogo del Gallego con Antonio Luna, subsecretario de Transporte puesto por Pedraza:
Luna: “¿En qué te puedo ayudar yo?”.
Fernández:: “En explicarlo a los… a tus colegas del gobierno … si llega a seguir todo así, llevándose ferroviarios y acusando al pedo esto va a terminar en que le vamos a parar todos los trenes”.
Luna: “Mañana me encargo de hablar con Schiavi”.

O con el que sostuvo el Gallego Fernández con un funcionario del ministerio de Trabajo, que lo llamó por el paro de la línea Roca cuando fue detenido Pablo Díaz. Fernández trató de justificar: "...es que los muchachos se pusieron locos por la detención del pibe éste..." y el funcionario Ricardo Octavio le preguntó: "¿Te conviene que aplique la ley o no hacemos nada?", en referencia a la conciliación obligatoria. Y siguió "Por más que aplique la ley es una cuestión de hecho y la puta que lo parió, yo me cago en la ley ante una situación de éstas". Un dialoguito entre amigos, donde queda bien claro que la ley es lo que a ellos les convenga que sea.

Después siguieron otras con varios de sus subordinados, ordenando que "nadie haga nada", o que, si no lo ubicaban a él, "consulten con Karina [Benemérito] o Maldonado"; o, finalmente, organizando reuniones de los abogados "con los muchachos, para calmarlos".


El próximo viernes, 28 de diciembre, seguiremos deleitándonos con las escuchas telefónicas. Luego habrá un receso hasta el 15, 16 y 17 de enero para terminar con cuestiones pendientes, como la inspección ocular y alguna indagatoria, si es que deciden hablar. Y el 4 de febrero de 2013 comenzará la etapa de los alegatos.

Para sorpresa de los esotéricos, hoy no llegó el fin del mundo. Pero a juzgar por los rictus amargos de algunas caras, como la del profesor Freeland, para algunos ya se terminó.

martes, 18 de diciembre de 2012

Día 50 - "... la mayoría no sabía que iban a disparar”, me dijo Pedraza.(18/12)

La frase retumbó en la sala al promediar la declaración testimonial del periodista independiente Diego Rojas, cuando comentó lo que más le llamó la atención de la entrevista que logró hacer, en enero de 2011, al jefe de la Unión Ferroviaria, todavía en libertad. "Encaré el libro con una investigación periodística con estructura triásica: reconstruir qué sucedió el 20 de octubre de 2010 a través de los relatos, realizar un retrato de Mariano Ferreyra y la hacer investigación del contexto político y económico y de las causas del ataque", explicó. Quiso entrevistar a Juan Carlos Fernández, pero le cortó el teléfono. Pedraza, curiosamente, lo recibió. "La entrevista me permitió comprobar su profundo conocimiento de lo que sucedía en el sindicato y en el Cooperativa Unión del Mercosur que dirigía gente del sindicato", destacó, y puso como ejemplo que, cuando le preguntó por Favale, Pedraza sacó de su escritorio los curriculums de los aspirantes, entre ellos el del barra brava, y le dijo que era Fernández quién decidía ingresaba y quién dejaba de ingresar. Y que, cuando le preguntó por los despidos en la Cooperativa Unión del Mercosur, Pedraza los negó, por lo que Rojas mencionó a Pablo Villalba, uno de los despedidos, el hombre fuerte de la UF inmediatamente lo calificó como “Un activista, un delincuente que no quiere trabajar”.
"Pedraza me dijo que ya el día anterior sabían de esta movilización y que Fernández le dijo de no convocar a los barras bravas porque se podría descontrolar y tener un muerto, concluí que la convocatoria a los barras formaba parte de su imaginario. El periodista Gravia venía denunciando las vinculaciones de la barra brava de Defensa y Justicia con la UF, y también la de Racing, que tenía relación con Sánchez, y la de Independiente, Los Diablos Rojos, con contacto con Fernández", siguió explicando, mientras el profesor Freeland se ponía verde y trataba de usar cualquier argumento para interrumpir el testimonio.

Luego, el periodista contó que entre muchas otras personas que le fueron abriendo fuentes en el mundo del ferrocarril, entrevistó a Germán Aguirre, un ex integrante de la lista Verde que le contó que las convocatorias orgánicas del sindicato se viabilizaban a través de los delegados, como Benemérito, Piola, Carabajal, él no quiso ir con sus compañeros a la convocatoria del 6 de septiembre y del 20 de octubre. También relató al entrevista a otro ferroviario, Marcelo González, que le dijo que, en el acto de River con la presidenta, Favale actuaba como guardaespaldas de Pablo Díaz y se ocupó de indicar a los choferes dónde estacionar los colectivos.

Después, siguió, entrevistó a José "Dinamita" Pérez un ferroviario ex boxeador, que conocía a Harry Favale del barrio. "Dinamita" le contó que como Favale quería entrar en el ferrocarril, él le dio una tarjeta de Pablo Díaz para que lo fuera a ver, y poco tiempo después lo vio barriendo en una estación, porque había entrado a una de las empresas contratadas. Más adelante, se encontraron en la calle, y Favale le dijo que estaba en juicio con esa empresa, y que Díaz lo iba a contratar para "cagar a palos a los pibes de las contratadas".

Mientras el sudor crecía del lado de los defensores, y no por el calor, el periodista se explayó sobre el "denso clima delictivo en Constitución" que le describieron sus fuentes. Cuando lo interrogaron los abogados de las defensas, con solidez Rojas dio razón de cada una de sus afirmaciones, y ofreció al tribunal las grabaciones originales de cada entrevista realizada, así como los datos de las personas que no le pidieron reserva de su identidad. Aunque el presidente del tribunal, en un momento, aclaró que son ellos quienes deben responder la pregunta "¿Quién mató a Mariano Ferreyra?", la respuesta ya estaba dicha.


“Te recordamos, Morsa, que los cadáveres los amontonamos uno a uno”.
Germán Aguirre trabaja en el ferrocarril desde 1995 como guarda. Fue activista, delegado de base y congresal de la lista Verde, pero para 2010, junto a un grupo de compañeros, tenían "desavenencias y se estaba viendo la posibilidad de retirarse o de rectificar esas posturas". Contó que el 6 de septiembre de 2010, cuando estaban en un bar de Burzaco, lo llamó la delegada Karina Benemérito, para que se plegaran a un acto en Constitución. Como resolvieron no ir -se trataba de reprimir la movilización de los tercerizados frente a las boleterías. Enseguida llamó el Gallego Fernández para pedirle explicaciones. "Le contesté que no íbamos a ir porque no era nuestra tarea correr gente", dijo.

"Cuando nos apartamos llenaron las estaciones de volantes, me llamaban traidor, y uno decía abajo: 'Te recordamos, Morsa, que los cadáveres los amontonamos uno a uno'”, aseguró, y agregó que ya desde el 19 se sabía de la convocatoria para el 20. "Esas convocatorias, la del 6, la del 20, la del acto de River o el de Obras los delegados no las hacían motu proprio, había un objetivo orgánico".

Sobre los negociados, relató que escuchó al delegado Humberto Martínez decir “Lo que yo agarro lo tiro para arriba”, porque le cobraba a la gente para que pudieran trabajar y él se quedaba con un porcentaje, y el rsto "iba para arriba". Cuando le preguntamos a quién daba Martínez esos dineros, trató de evadir la respuesta, y al final admitió: "Arriba de Martínez está Fernández, no Dios".

Los nervios del profesor Freeland regresaron con todo cuando el hombre habló de la mañana del 20 de octubre, en el congreso de Latin Rieles: "Yo llegué a eso de las 9 de la mañana, al pasar por Avellaneda con el tren vi los carros de asalto del lado del Carrefour. En el break del mediodía, a eso de las 12:30 o 13:00, la llamé a Karina (Benemérito) y le dije, '¿por qué no paran todo esto?'. Ella se puso nerviosa, vino Fernández, yo le iba a hablar pero recibió una llamada y se apartó. Esatba Pedraza también, en el break no lo vi, se fue a hablar por teléfono. Mi señora y otro compañero me llamaron y me contaron primero que había apedreados, después heridos, por eso me fui".

A pesar que el secretario del tribunal aumentó la potencia del aire acondicionado, ante la evidencia de que, antes que sonaran los disparos, sus defendidos sabían bien lo que estaba pasando, y que eran quienes podían "parar todo eso", Froment y Freeland sudaban cada vez más.

Que declaro, que no declaro.
La semana pasada, la defensa de Pipitó anunció que su asistido quería declarar, lo que se previó para el final de la tarde.
Primero, pasó por el estrado el tercer testigo del día, el neurólogo Baistrocki, que detalló las características de la herida de Elsa Rodríguez y sus secuelas, con necesidad de rehabilitación continua y permanente. Ante la insistencia del abogado Freeland, que sostiene que la herida se agravó por la forma en que la compañera fue urgentemente trasladada ante la ausencia de todo auxilio oficial, el médico fue tajante: "La asistencia inmediata es determinante para evitar agravamiento, se haga como se haga el traslado".

Cuando todos esperábamos que declare Pipitó, su defensor explicó que lo postergaban porque se sentía mal. "Ud. está caído ¿no?" comentó el juez Dias. ¿Será el viernes?.

Y para cerrar la jornada, de nuevo intervino Freeland, para plantear un recurso de reposición contra la resolución de tribunal que rechazó su absurda pretensión de hace dos jornadas, de incorporar las imágenes del escrache a la casa de la provincia de Tucumán y de exigir a las querellas que le demos "garantías" para el día de la sentencia. Después que su remanido planteo fuera contestado con solvencia por Maxi Medina, abogado de la mamá de Mariano, y la compañera Claudia Ferrero de nuestra querella, el tribunal rechazó la pretensión, y le recordó que se le impusieron costas por el incidente porque "ese tipo de exigencias es manifiestamente improcedente y por eso se sanciona.".

Se va acercando el final, y aunque en estos días parece que el calor afloja, los técnicos del tribunal están ajustando el aparato de aire acondicionado, a ver si los defensores dejan de transpirar.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Día 49 (14/12)

La jornada continuó con la misma tónica de la anterior, aunqnue con la significativa ausencia del profesor Freeland, que el día anterior, tras su pretensión de exigir a las querellas que le "garanticemos su seguridad" el día de la sentencia, fue duramente amonestado por el tribunal: “Lo bueno de que el juicio esté siendo grabado es que quienes hablan tendrán que responder civil, patrimonial o penalmente por lo que dicen”. En concordancia con eso, hoy fue rechazado el pedido de incorporar las fotos y videos del miércoles pasado en la casa de la provincia de Tucumán, y, sobre el pedido de garantías, se lo rechazó, con costas.

Seguimos con los peritos, empezando con los médicos forenses, como la Dra. Silvia Palomero, que hizo los informes sobre las heridas de Elsa Rodríguez, Nelson Aguirre y Ariel Pintos. Fue contundente en cuanto a que el disparo en la cabeza puso en peligro la vida de Elsa, y describió las heridas de bala de Nelson y Ariel. Luegom vino el Dr. Oscar Agustín Losetti, quien realizara la autopsia de Mariano Ferreyra. Describió, además de la herida que lo mató, la lesión preexistente en una pierna, seguramente producto de los piedrazos en las inmediaciones del puente. Con absoluta claridad, describió la trayectoria interna del disparo, que atravesó la unión intercostal, compuesta de hueso y cartílago duro ("no como el de la oreja", explicó) que explica algunas de las deformaciones de la bala.

Los últimos fueron los peritos balísticos de gendarmería Gonzalo Bruno Díaz y Mario Rojas. El primero constató las deformaciones de la bala obtenida del cuerpo de Mariano, y aseveró la existencia de un roce en el camino de la boca de fuego al cuerpo de Mariano, de tipo tangencial, es decir, paralelo a la trayectoria original. Rojas explicó cómo descartó que se produjera un rebote contra una pared, y, en cambio, habló del "efecto dedazo", propio de tiradores sin demasiada experiencia o nerviosos, que, al apretar el gatillo con demasiada fuerza, hacen que en el momento de disparar el arma baje y el tiro salga con una dirección menos directa que la que se propone su autor.

Rojas volvió a certificar que la bala que mató a Mariano y la que hirió a Elsa salieron de la misma arma

La defensa oficial de Pipitó anunció que quiere declarar antes de fin de año. Para la semana próxima, están previstos los testimonios de Diego Rojas, periodista que investigó en forma independiente el asesinato y logró entrevistar a Pedraza antes de su detención  el ex directivo de la UF, Germán Aguirre, entrevistado recientemente en Perfil por el propio Rojas, y Humberto Martínez, hombre de Pedraza.

Día 48- Una misma arma y dos morales (11/12)

"Las declaraciones de los testigos NO SON ABSURDAS. El orificio de entrada de la bala que mató a Mariano respalda lo que todos dijeron sobre la posición del tirador, la distancia y la ubicación de la víctima."

Esta conclusión ha sido unánime. No hubo un solo perito que tachara de ilógicas las versiones que sirvieron para reconstruir el crímen. Las últimas audiencias registran las declaraciones de los diferentes peritos balísticos. Oficiales y de parte, todos coinciden en que quien disparó sobre Mariano Ferreyra, lo hizo también sobre Elsa Rodríguez. Todos coinciden en que el primero fue un disparo con un rebote tangencial, es decir, rozó apenas el piso, no con la ojiva (la punta) sino con el cuerpo del proyectil, y subió hacia el abdomen de Mariano.

Que esto haya ocurrido no excluye la intención de matar que tuvo quien disparó. Por el contrario, al ubicar la posición del tirador y de la víctima, todos los peritos coincidieron en la veracidad de los testigos del asesinato que fueron ubicando a uno y otro.

Pero con excepción del perito Carlos Rodríguez Ganduglia (perito propuesto por las defensas de Pipitó y Sánchez), para quien, según un cálculo esotérico que hizo sonreir a todos los que saben contar, la distancia de tiro podía estar a 4 metros y el disparo habría hacia el piso, todos los otros que desfilaron en esta audiencia, refieren la necesidad de distancia como determinante.

Así pasaron los de gendarmería, como la 1ª Alférez María Silvina Lastretti, quien hizo hincapié en los restos de minerales hallados en el proyectil, reveladores de su impacto contra el asfalto irregular y de las rayaduras longitudinales que exhibía lo que describía también una parábola larga que implica distancia. Luego la perito de las defensas, Cristina Vázquez, que tuvo que admitir que la boca de fuego debía estar apuntando a menos de 30º (lo que revela también la intención de quiéen dispara casi en forma recta hacia la víctima). Para desesperación de la defensa, ante la pregunta del tribunal sobre el radio de amplitud que alcanza a desviar el rebote del proyectil, la perito sostuvo "un abanico de no más de 5 metros" lo que no difiere en cuanto al resultado mortal, cuando se dispara sobre un blanco constituido por varias personas.

El perito Ángel Martí, también de parte, ex gendarme, venía bien. Su descripción coincidía con la de varios peritos. Hasta que, inducido por las defensas, desesperadas por introducir la alocada versión de que la bala pudo impactar en una pared, contestó que sí y ante las precisiones requeridas por el tribunal -que pareció desconfiar seriamente- reconoció que eso era improbable. "Sea prudente entonces" refirió el presidente del tribunal, "le recuerdo que está declarando bajo juramento" insistió el juez.

"Entre la boca de fuego y la víctima había entre 30 y 50 metros" así se expidió la experta Silvia Viviana Buffarini, por lejos la más precisa y solvente de todas las declaraciones periciales recogidas. Dando por tierra con el argumento del disparo sobre el piso o sobre una pared, refirió que "si se baja el ángulo de disparo, es decir si el cañón está a más de 30º, el rebote se eleva más, y el orificio de entrada en el cuerpo de Mariano reveló lo contrario".

La bala que mató a Mariano salió del mismo arma que intentó matar a Elsa. Todos coincidieron en que el alcance máximo de un 38 specialllega a los 200 a 250 metros. A Elsa intentaron matarla a menor distancia que esa, 180 metros. También coincidieron todos los peritos en que la posta extraída del glúteo de Nelson Aguirre es de las que se denominadas "propósito general", es decir, las de los cartuchos rojos de escopeta, no los verdes "antidisturbios", de goma. Salió de un caño de escopeta, aunque las defensas alientan la posibilidad de haber salido de una tumbera de fabricación casera. La perito Buffarini fue contundente: nadie puede determinar de qué arma salió. Lo importante, sin embargo, no es eso, sino la propia versión de Nelson, la víctima del intento de homicidio, que refirió que recició el disparo cuando se dio vuelta para escapar de los tiradores. Y los tiradores estaban entre los imputados. Favale fue uno, Sánchez el otro, tal vez por eso su mendaz perito Ganduglia, deba ahora procurarse una buena defensa. Como Locles, el perito del imputado Uño, que no declarará en este juicio por estar sometido a proceso al haber intentado modificar la bala que mató a Mariano. La defensa debería saber que la carne podrida no alimenta.

Marita Verón y Mariano Ferreyra, la impunidad es la auténtica violencia.

Promediando la audiencia, el abogado defensor del gallego Fernández, el ya patético profesor Freeland, expuso su presunta preocupación por los hechos registrados el día anterior ante la casa de la provincia de
Tucumán, motivados en la bochornosa sentencia absolutoria del crimen del poder tucumano. Pidió, entonces, que se agregaran como prueba para este juicio los videos de TN, para demostrar que (los representados por las querellas) "vienen como candorosos e inocentes a este juicio y son los que provocan y van armados a todas las manifestaciones". Y exigió que las querellas garanticen que no van a hacer lo mismo cuando salga la sentencia de este proceso. La respuesta de nuestro compañero Ismael Jalil no se hizo esperar: desde la denuncia de la chicana picapleitera hasta el rechazo de cualquier exigencia por ausencia de autoridad moral del delirante defensor, pasando por refrescar la muerte de 68 compañeros en la represión de la protesta social - todos del mismo lado- y la conciencia de que el juicio no es por un enfrentamiento entre dos bandos, sino contra la impunidad de un crímen cometido por el privilegio y en contra de los que luchan.

Un Freeland desbocado, muy parecido a un personaje de Capusotto, esperó al compañero afuera del Tribunal y entre insultos histéricos le hizo el más bello elogio que podamos recibir: "Mi moral no es la de uds.", gritaba. Es cierto, profesor. Muy cierto.

martes, 11 de diciembre de 2012

Día 47 - La bala de Mariano y la bala de Elsa (11/12)

En la jornada de hoy, empezaron a desfilar los primeros peritos balísticos y criminológicos que intervinieron en las diferentes pericias que se hicieron durante la instrucción, y que determinaron, para preocupación de las defensas, que hubo mucho más que un arma y un tirador en escena.

Fue una audiencia corta y sin grandes novedades, porque el conjunto de las pericias, a pesar de haber sido conducidas por policías y gendarmes, es contundente en lo que interesa a las partes acusadoras: hubo armas de diferentes calibres, hubo varios tiradores, los disparos fueron dirigidos a las personas, y, rebotes o no rebotes, tiraron a matar.

Empezamos con Edgardo Ariel Ríos, licenciado en criminalística y perito balístico, que intervino en dos pericias, una para determinar las posiciones de los tiradores de acuerdo a las declaraciones testimoniales, y otra analizando el proyectil que mató a Mariano.

Seguimos con Matías Damián Romero Ale y terminamos con Juan Andrés Leguiza, ambos de la misma repartición y con la misma preparación.

Todos ratificaron las conclusiones de sus informes, que establecieron que la bala que mató a Mariano y la que hirió a Elsa salieron de la misma arma, y que fueron disparos hechos con un revólver .38, dadas las características de los proyectiles.

En particular, fue contundente la ratificación de que el disparo que casi mató a Elsa fue directo, pues cualquier roce o choque que hubiera tenido en su trayectoria le hubieran restado energía cinética suficiente para llegar a destino con la fuerza suficiente para ingresar violentamente en su cráneo.

Aunque llegó tarde, el abogado Freeland se hizo notar, preguntándole a uno de los peritos qué es una tumbera. Quiso, también, que se le mostraran fotos de un trabajador tercerizado para preguntarle si el caño o palo que lleva en la mano para defenderse puede ser parte de un arma casera, lo que fue rechazado por el tribunal luego de que la fiscalía y las querellas se opusieran.

En este tramo, ya final, de la recepción de la prueba, se nota más que nunca antes la preocupación de las defensas, ya sin aire cuando todavía faltan un par más de metros por correr.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Día 46 - Más policías, y un vecino observador (7/12)

Más policías, y un vecino observador.

Con retraso, ya que tras la tormenta del jueves y la “nube tóxica” la sala de audiencias no estaba en condiciones de ser utilizada, apiñados en otro salón del edificio, comenzó la audiencia con el testimonio del inspector Pablo Marcelo Miño, el policía que dirigía el grupo de combate que estuvo presente en el lugar, a metros de los integrantes de la patota, y que fue retirado del lugar por sus superiores unos minutos antes del inicio del ataque.

Miño contó que llegó con seis o siete hombres a su cargo temprano, y se apostaron sobre el andén, desde donde vio llegar, en dos tandas, a los ferroviarios, que totalizaban unos 80. Un rato más tarde, oyó voces y bombos, y vio otro grupo de personas que iba por la calle paralela a las vías. Como se produjeron insultos y pedradas, pidió instrucciones por el equipo de trunking al comando, que le indicó reportarse por la frecuencia de la Dirección de Operaciones, que le dijo que se quedaran en esa posición. Un rato después, su jefe, el comisario Ponce –que escuchamos la audiencia pasada- le ordenó “bajar a Constitución por si el problema seguía allá”, por lo que se fueron, previo modular a la Dirección de Operaciones su retirada.

Fue contundente, seguramente sin darse cuenta de lo que decía, cuando describió que “sobre las vías estaban los jefes, los comisarios Mansilla, Ferreyra y Ponce, el subcomisario Premuda, y otros policías con el ‘uniforme uno’, es decir, camisa, pantalón y chaleco. Nosotros estábamos a 5 metros de los incidentes, los jefes estaban con los ferroviarios, hablaban con ellos”.

Luego fue el turno de Fernando Daniel Cozzarín, que era el jefe calle de la comisaría 30ª en octubre de 2012, y hoy está retirado. Su turno terminaba a las 12:00, pero como su relevo (el oficial Domínguez, que ya declaró) no había llegado, tuvo que ir cuando, al filo del mediodía, desplazaron los móviles de la comisaría a Luján y la vía. Allí vio “un grupo de personas que manifestaban por la calle, serían unas 50 o 60 personas, y a 100 o 150 m. había otro grupo sobre las vías. Los del terraplén eran ferroviarios. Los que estaban caminando se quejaban de los insultos que recibían de arriba. Bajé del móvil para entrevistarme al subcomisario Garay, que ya estaba ahí con los de la calle, 5 o 6 personas del Polo Obrero le estaban reclamando no sé qué cosa, así que no quise interrumpir. La gente ésta pasa atrás nuestro, hacia la avenida, y en eso me llama mi relevo que ya había llegado, así que subí al patrullero con el chofer y bajé a la dependencia”.

Nerviosa quedó la defensa del comisario Garay, frente a la reconstrucción del momento en que los compañeros del PO increparon a la policía por no haber actuado cuando fueron apedreados desde las vías.

Llegó luego el comisario Gustavo Luis Carca, Superintendente de Seguridad Metropolitana de la PFA en 2010. Repitió, a pedido de las defensas policiales, la cantinela que se dice y no se cumple nunca: “Tenemos directivas generales de actuación: no llegar a la confrontación, tratar de consensuar, hacer de mediadores entre las partes en conflicto, gestionar las audiencias para descomprimir”. De tanto que lo venimos escuchando, ya nos agarró la duda sobre quiénes serán, entonces, los desgraciados que se disfrazan de policías para reprimirnos en las movilizaciones...

Mostrando que en todos lados la burguesía tiene internas, y la policía, como fuerza a su servicio, no es excepción, Carca dijo exactamente lo contrario que su colega Berard en la audiencia anterior: “En la Sala de Situación, los operadores pueden tomar decisiones que no requieran autorización”. Así, quedó claro que, además de la responsabilidad obvia del director de Operaciones, el comisario Lompizano, sus subalternos, Conti y Echavarría, tenían un ámbito de autonomía.

El tercer testigo, también policía, fue el comisario mayor retirado Ricardo José Ortega, que era el jefe del Departamento de Orden Público que depende de la DGO, desde donde, a través de la División Planificación de Servicios se diagraman los que se ordenan cada día.

A partir de ahí, fue, de nuevo, el país de Nomeacuerdo. Preguntado una y otra vez, el comisario no pudo recordar cómo se armó el servicio del 20 de octubre; no recordó quién lo pidió, en fin, como si hubiera sido un episodio menor y sin consecuencias, nada de lo ocurrido entre el 19 y el 20 de octubre de 2010 dejó una impronta en su memoria.

Finalmente, fue el turno de Ángel Miguel Oga, que vivía para la época en Luján 2390, es decir, apenas pasando del otro lado del puente. En esa época, la casa estaba en construcción y él estaba en la entrada con otras dos personas. “Salimos a mirar, y vimos personas sobre la calle Luján, pasando Buen Ayre, con carteles rojos del Polo Obrero que estaban retrocediendo hacia Vélez Sársfield. Arriba de las vías había personas insultándolos, incluso hubo cascotes, gritaban ‘zurdos de mierda, los vamos a matar’. No pude ver bien cuántos eran en ese momento, como son cuatro vías sólo veía los que estaban más al borde. También había dos patrulleros, puestos sobre la calle Santa María del Buen Ayre en la esquina con Luján. Sobre la vía vimos por lo menos una persona de traje con handy, era evidente que era un comisario o algo así. En eso bajó un grupo chico, cinco o seis, de la vía, y hablaron con los policías. Cuando estas personas terminan de hablar con ellos, la policía se retira con los móviles.

En ese momento para un Fiat Siena o Palio bordó o borravino, en Luján 2380, la casa de al lado de la mía, y veo dos personas que bajan del auto. Uno llevaba una mochila, bolso o morral. Yo soy militante desde los 15 años, por la forma y el peso me di cuenta que ahí llevaban armas. Yo puedo aseverar por el peso, la forma, que eran armas o hierros. Estos tipos se acercan a la esquina de Bosch, y en segundos bajan muchos, y ellos se juntan con los que bajaban. Uno con pantalón de jean llevaba el morral.

Los que bajaron eran una cantidad importante, 80 o 100, y salen corriendo hacia el grupo de las banderas rojas. Había una especie de división de tareas, un sector que por la vestimenta parecían ser trabajadores, otros que no. Los del PO hacen un intento de armar una defensa, evidentemente retroceden rápidamente, con un grupo de jóvenes adelante, con palos. El momento del encontronazo ya está a 200 metros de donde estoy yo, pero escuché más de diez disparos de distinto calibre, tres por lo menos: unos sonaban a 22, una semiautomática, los otros no los identifiqué. Yo sé de armas porque estuve en la Resistencia Peronista. Como a los 8 o 10 minutos aparecen de vuelta los patrulleros”.


Y siguió: “Hubo un momento de confusión grande, los tipos discuten si siguen o se van, ya había un helicóptero de la policía sobrevolando. Entonces el grupo que bajó de las vías vuelve a subir y retroceden para Avellaneda. El Palio o Siena se fue, pero ni vi cuándo. Los policías de los patrulleros cuando volvieron se pusieron a mirar, no tomaron intervención para nada”.

La claridad de la declaración contrastó con algunas confusiones sobre la forma de su declaración en la instrucción que las defensas quisieron aprovechar para desacreditarlo. Este hombre contó que, enterado de que había presenciado un ataque criminal con el resultado de una muerte y varios heridos, recurrió a un viejo conocido de su militancia, el cuñado de Aníbal Fernández, Héctor Metón, que lo puso en contacto con el juzgado y la fiscalía. Aseveró que se negó a firmar su declaración testimonial (que, sin embargo, aparece suscripta con un “garabato”, como dijo el presidente del tribunal), si no le garantizaban la reserva de su identidad, “porque sé lo que son los vueltos sindicales, y entonces vivía ahí nomás, a 2º metros de la vía”.

Lo que no manifestó con claridad el testigo surge del expediente: efectivamente, cuando declaró, el 18 de febrero de 2011, se reservó su identidad, de modo que el acta no contiene sus datos personales, pero luego, cuando no aceptó incorporarse al Programa de Protección de Testigos y no concurrió a una nueva citación, se dejó sin efecto la reserva, y por eso, varios meses después, se glosó el acta original, donde figuran su nombre, domicilio y demás referencias. Ahora, dijo, se animó a volver a declarar porque ya no vive en Barracas.

Sobre el final, se diluyó cualquier sospecha sobre la veracidad del testimonio cuando se mostraron al Sr. Oga las imágenes iniciales del video obtenido por C5N, que enfocan con el zoom las vías, y allí pudo señalar, no sólo su casa en obra, sino su propia imagen, asomado a la vereda en el preciso momento que la patota inicia su carrera hacia los compañeros.

La audiencia culminó con algunas decisiones que el tribunal había dejado pendientes. Por una parte, rechazaron la citación pretendida por el abogado Igounet de Elisa Carrió, que nada tiene para aportar al debate (ni a nada). En cambio, se admitió el pedido de nuestra querella de incorporar un artículo periodístico recientemente publicado en el diario Perfil, donde Diego Rojas entrevistó a un ex congresal de la Lista Verde, Germán Aguirre, que le contó cómo organizó la UF la patota para ejecutar el ataque y dio muestras de conocer importante información sobre los negocios y actividades de la burocracia. Aguirre y Rojas declararán después que termine la ronda de peritos que se espera para la semana que viene.

A medida que nos acercamos a las etapas finales del juicio, se va viendo, cada vez más claramente, que ni la patota, ni sus jefes sindicales, ni los policías, tienen salida.

Día 45 - Un trabajador y dos policías (4/12)

Un trabajador y dos policías

Hoy escuchamos a dos policías, el comisario mayor Gabriel Oscar Berard y el comisario Gabriel Ponce, y a Pablo Villalba, uno de los trabajadores tercerizados de la Cooperativa Unión del Mercosur que estuvo en la movilización del 20 de octubre. La “falta de memoria” de unos contrastó con la precisión del otro, mostrando, de nuevo, con mucha claridad, quién es quién.

El comisario mayor Berard, el día que mataron a Mariano Ferreyra, era el subcomisario en la Sala de Situación de la Dirección General de Operaciones, es decir, subordinado del imputado comisario Lompizano y superior de los imputados oficiales Conti y Echavarría. Si el 20 de octubre de 2010 el entonces subcomisario hubiera trabajado, no hubiera declarado como testigo propuesto por sus camaradas, sino que hubiera estado, desde un principio, sentado junto a ellos como acusado. Pero el 20 de octubre Berard estuvo de franco, y zafó.

El objetivo central de su declaración fue tratar de “despegar” a Echavarría y Conti, aun a costa del jefe de los tres, Lompizano. Por eso arrancó la ronda de preguntas con los defensores de los oficiales, que le hicieron decir que “un subcomisario no puede tomar decisiones en la Sala... sólo el Director de Operaciones puede desplazar fuerzas o disponer servicios... el que recibe toda la información es el Director... el Director es la máxima autoridad... los operadores somos la voz del jefe...”. Aunque el objetivo de defender a sus amigos quedó a medio camino, todo lo que dijo dejó a Lompizano y su defensa sumidos en una profunda depresión que les duró el resto del día.

El comisario Ponce, por su parte, era -es- el jefe de la Dirección de Servicios Especiales de la Superintendencia General de Transporte. O sea, el que manda a los “cabezas de tortuga” en el ámbito del ferrocarril.

El 20 de octubre mandó un grupo de combate a Avellaneda. Para desgracia de sus colegas procesados, reconoció sin dudar que sabía que había dos grupos, “los tercerizados y los ferroviarios. Los tercerizados iban a cortar las vías, y los ferroviarios iban a confrontar con ellos. Sé que los tercerizados querían pasar a planta permanente y que los de la UF no querían. Eso venía desde hacía rato”. Y, significativamente, dijo que él no estaba convocado para el servicio, pero que, como estaba cerca, fue igual. Eso es contracción al trabajo...

Su relato básico fue que llegó a la estación, vio ferroviarios, no vio ningún tercerizado, se presentó a sus jefes, vio a los ferroviarios correr hacia el lado del puente Bosch, escuchó detonaciones y vio que el imputado comisario Mansilla desplazaba el grupo de combate hacia ese lugar. “Después supe que los de arriba y los de abajo habían tirado piedras, y que habían tenido algún problema con la policía de provincia, que diparó”. Dijo que fue hasta el puente con Mansilla, Brousson y otros policías, que al grupo de tercerizados no se lo veía más, y que Mansilla le ordenó que mandara el grupo de combate a Constitución. Y haciendo gala de la selectividad del olfato policial, justo decidió que estaba todo tranquilo y se podía ir cuando llegó otro grupo por las vías que se unió a los ferroviarios, es decir, el grupo encabezado por Favale...

El compañero Pablo Villaba explicó que, desde 2009, trabajó en la Cooperativa Unión del Mercosur, en tareas de vía y obra, igual que los trabajadores de planta permanente. La única diferencia con ellos era el sueldo, menos de la mitad, y las enormes diferencias en todo lo relativo a las condiciones laborales.

Pablo dio detalles de la forma escandalosamente irregular en que les liquidaban los jornales, en la imposibilidad de todo reclamo por cuestiones tan elementales como la asistencia médica, y la seguridad en el trabajo.

Como él necesitó atención médica y reclamó que se la brindaran a través de la ART, fue despedido en abril de 2010, con la excusa de una “reestructuración”. Integrado al reclamo por el pase a planta permanente y como integrante de la Agrupación Bordó, el compañero empezó a participar de los actos y reclamos de todos los tercerizados. Relató las jornadas de lucha que permitieron abrir una instancia de reuniones en el ministerio de Trabajo, sin que se obtuviera ninguna respuesta a pesar de 28 o 29 encuentros, lo que condujo a la medida de fuerza del 20 de octubre.

“Sólo nos dieron la reincorporación de 11 de los 150 despedidos”, contó. Y se explayó sobre la indiferencia, en el mejor de los casos, o el franco ataque, como el 6 de septiembre en Constitución, de la Unión Ferroviaria hacia él y sus compañeros. “Yo lo fui a ver a Pablo Díaz, para que la UF nos apoyara, muchos éramos afiliados, pero él me contestó que nos habían afiliado por los préstamos, nada más. Eso no es un sindicato, es una cueva financiera”, dijo, y remató: “La Unión Ferroviaria tenía que garantizar que Unión del Mercosur siguiera existiendo, porque era de ellos. José Pedraza era uno de los dueños y estaban todos sus familiares”.

Luego, relató cómo llegó el 20 de octubre a Avellaneda, la marcha bajo los insultos y pedradas por la calle Bosch, y cómo, con otros compañeros, fue uno de los que intentó subir a la vía apenas pasado el puente. Luego de ese primer ataque, junto a otros compañeros del PTS, se alejaron del lugar.