martes, 27 de noviembre de 2012

Día 44 - (27/11)

"La posibilidad de presencia de la Unión Ferroviaria UF siempre existió (...) el servicio se montó teniendo eso en cuenta.”

La corta, y por lo demás olvidable jornada de hoy, comenzó con el testimonio del comisario general retirado Ricardo Faranna,que en octubre de 2010 era Superintendente Federal de Transporte. Al principio intentó hacernos creer que la policía federal no tenía ni idea de la posibilidad de que la Unión Ferroviaria mandara una patota a atacar a los tercerizados, y que él se enteró de eso recién el 20 de octubre. Pero confrontado con los "Partes Informativos" de la División Roca y los reportes de "análisis de información" (o sea, informes de inteligencia) de su propia dependencia, tuvo que admitir que estaba perfectamente al tanto de la hostilidad del sector gremial de Pedraza contra los tercerizados y sus reclamos, y que conocía, y tenía bien presentes, el 19 de octubre, cuando se conformó la orden de servicio, lo que había ocurrido en septiembre en el hall de Constitución. "Teniendo en cuenta ese antecedente, la posibilidad de presencia de la UF siempre existió, no se descartó. No teníamos noticias de que estuviera, pero el servicio se montó teniendo eso en cuenta”, confesó.

Confesó, también, que desde el lugar, el comisario Mansilla, le habló de algunos "altercados", con piedras que volaban desde las vías, pero que luego le dijo que "si bien los tercerizados permanecían ahí, estaban a 300 o 400 metros, y el grupo de la UF estaba sobre el terraplén, por lo que no se veía la posibilidad de incidentes". Finalmente, admitió que, aunque tenía contacto con Pedraza y Fernández a raíz de reuniones en la Secretaría de Transportes y otras "por temas gremiales", no se comunicó con nadie del sindicato para preguntar por qué estaban sus hombres en el lugar.

Las defensas de policías y matones de la UF se pusieron verdes por igual cuando, ya perdida su inicial intención de hacerse el inocente, largó: "Sabemos desde siempre que la UF no comulga ni tiene los mismos propósitos que los tercerizados, lo sé por experiencia". El juez Días quiso profundizar eso de la "experiencia", y obtuvo esta respuesta: "Desde que empezaron los conflictos con los tercerizados sé que no congeniaban con la forma de pensar de la UF. Para mí son diferencias de orden ideológico, no es el mismo pensamiento". Luego, aclaró que parte de la disputa era por "quién tiene más poder en el sentido de hacer ingresar personal a planta, porque los tercerizados reclamaban ingresos y reincorporaciones y eso entiendo que chocaría con la UF". Y remató: "Cuando hay dos sectores enfrentados, cada cual con su reclamo gremial, la directiva general que tenemos es buscar el diálogo, disuadir, consensuar". De nuevo, el juez Días preguntó "Y cuál era el reclamo gremial de la UF el 20 de octubre?". El comisario general titubeó, y dijo: "No querían el corte de vías.... eso no es un reclamo gremial, en fin".

Los olvidables de la jornada.

Luego declararon varios policías de bajo rango, compañeros del imputado David Ismael Villalba (el brigadista de la división de videos). El cabo 1º Nicolás De Marco no notó las miradas irónicas que nos cruzamos en el sector de nuestra querella cuando entró a la sala. Es que, con el pelo largo y atado en una colita de caballo y su barbita candado, era la viva imagen del policía "producido" para infiltrarse con una cámara en manifestaciones y movilizaciones.

Igual que el sargento César Miguel Barrionuevo y el cabo 1º Maximiliano Rodrigo Alegre, fue traído por la defensa de Villalba, para contar la historia de esforzado camarógrafo, tambaleando entre las piedras de la vía, que se limitó a filmar lo que le dijeron. A pesar de las preguntas dirigidas a mostrar que no hay cursos técnicos para los operadores de videocámaras, sino que los entrenan los compañeros de trabajo con más experiencia, el tiro salió por la culata cuando el último cabo dijo "Villalba no era nuevo, era de los mejor catalogados en el servicio para octubre de 2010".

Tanto De Marco como Barrionuevo, estuvieron el 20 de octubre en Barracas, uno con una cámara fija sobre el andén de la estación, el otro como chofer de la UNSAT (el camión con unidad satelital que estaba estacionada del lado del supermercado Carrefour, y que transmitía en directo a la Sala de Situación las imágenes de ambas cámaras, la que operaba De marco y la que está en el camión). A pesar de las imágenes claras que se volvieron a exhibir en el video del primer ataque a piedrazos, ninguno recordó nada. Bien olvidables, excepto su cara, para la próxima vez que lo veamos cámara en mano en una movilización.

Se armó la gorda

La nota de color, esta vez, no la puso el Dr. Freeland, sino el Dr. Igounet, que manifestó al tribunal su insistencia en que se traiga a declarar a la diputada Elisa Carrió, fundado, según dijo, en que ella hizo "graves denuncias" del armamento en poder de los "grupos piqueteros que estuvieron en Barracas", como el PO, el MTR y Quebracho. Ante la cara de asombro del tribunal, debimos intervenir para recordar a todos que Carrió acusó, no a grupos de izquierda, sino al kirchnerismo de proveer armas venidas de Venezuela a grupos piqueteros afines, mencionando concretamente a Luis D'Elía y otros amigos del gobierno (como la gente de Pedraza, por ejemplo). La resolución quedó pendiente para la próxima audiencia.

Sala para continuar juicio oral, se busca.

Y no sabemos cuándo ni dónde sigue el juicio a los asesinos de Mariano. La sala que venimos usando se ocupa, tres veces por semana, a partir de mañana, con el segundo tramo de la causa ESMA. La segunda opción, el SUM, está abarrotado con el juicio por las coimas al senado de De La Rúa y el juicio por la bolsa de dólares en el baño de la ministra kirchnerista Miceli. Esta semana, por lo pronto, no habrá más audiencias. Linda muestra de la trascendencia que la estructura judicial le da a este juicio.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Día 43 - Emblemática audiencia de la Triple Alianza Antiobrera (22/11)

Pocas veces queda expuesta la otra cara del crímen. Esta jornada se caracterizó por reunir en una sola audiencia la estructura del crimen: la venia policial, el pacto empresario-sindical y el sello y firma de las más altas esferas del gobierno.
En ese orden se presentaron, desde la puerilidad de un policía con la cabeza formateada para salvar a sus jefes, pasando luego por los favores que se prestaban entre directivos de la UGOFE y el Gallego Fernández, hasta el broche descarado de un alto funcionario del gobierno que pretendió darle una mano a Pedraza amparándose en su derecho a negarse a declarar por temor a autoincriminarse en la causa Masacre de Once.

"Ahora recuerdo"

No fue el mejor día para el Sargento Claudio César Gutiérrez, al tiempo del crímen a cargo del grupo de Servicios Especiales de PFA que fue convocado a las vías.
El "afirmativo" con el que respondió a las generales de la ley cuando se le preguntó si conocía a los policías imputados, preanunciaba una típica declaración policial: entre la ausencia de memoria y los pocos recuerdos distorsionados.
"No escuché ni vi ninguna pelea entre grupos. No recibí orden alguna. Sólo vi a un grupo que caminaba por la calle lateral y a personal policial sobre las vías"
Insólita declaración de quien precisó insustancialidades: como que llegaron temprano, que estuvieron en la terminal de ómnibus de Avellaneda, que se cambiaban de andenes, y que subrepticiamente, al llegar la orden de desplazarse hacia el Puente Bosch deja de recordar cuestiones esenciales.
Nuestros compañeros abogados no lo interrogaron, pidieron al Tribunal la exhibición del propio video policial dónde se ve a su grupo y por ende al declarante, caminando detrás de la patota ferroviaria en el preciso instante en que comenzaron a tirar de todo desde las vías al grupo que iba por la calle lateral. Pero además y fundamentalmente, se los ve en el instante mismo en que salen entre el grupo agresor como replegándose para retirarse del lugar ... todo en el mismo momento en que la patota consumaba el primer ataque.
La contundencia de las imágenes contrastaba con la palidez del testigo, "ahora recuerdo" dijo entonces para preocupación de los defensores policiales, pues dijo que sus jefes les dieron la orden de ir hacia Constitución justo en ese momento y que "no tuvimos ninguna orden directa de hacer cesar la pedrada, tanto, que al acercarnos sólo algunos pararon de tirar y cuando nos retirábamos volvieron todos a hacerlo".
Clarísima la función de la División Roca de la Policía Federal en cabeza de sus comisarios imputados Ferreyra y Mansilla y entendible también, la preocupación de los abogados defensores.



"- Querido Juan Carlos, los del Comité gerencial de la empresa viven en el miedo permanente...
- Quedate tranquilo Héctor, ahora lo llamo a COTS y le indico que los pongan en caja; si esos no tienen delegados"

(Diálogo en ocasión de un paro de los tercerizados del taller Gutiérrez)

Juan Carlos es el Gallego Fernández, el hombre de Pedraza en el Roca y Héctor, es Héctor Messineo, el gerente de Recursos Humanos de la UGOFE, COTS, uno de los tres capos empresarios. Con esa familiaridad y confianza se trataban los dos responsables directos del ingreso de personal a la planta permanente de la empresa. Y también ésa era la incidencia que Fernández tenía sobre la dirección de la UGOFE y el particular "respeto" que destilaba hacia sus "compañeros" .
Esto se escuchó en la audiencia pues forman parte de dos diálogos telefónicos intervenidos en los primeros días del mes de Enero de 2011, apenas dos meses después del crímen.
Todo el aplomo y la seguridad que el gerente quiso transmitir en la audiencia se vino abajo con el audio que todo los asistentes pudimos apreciar.
"-Los setenta tipos que son nuestros, que vos tenés autorizados, antes que haga ruido los tenés que meter querido Héctor...
- Querido Juan Carlos, quedate tranquilo, ahora tiro todos los de la UF, ahora te los voy a meter" Otra parte del sustancioso diálogo dejando expuesta la manera en que - aún después del crímen- se incorporaban a la planta permanente los tercerizados que manejaban los de la Lista Verde.
Momentos antes, el representante empresarial había intentado acomodar su versión sobre la cuestión laboral en la UGOFE.
Sin proponérselo, dejó mal parados a los otros testigos de la defensa que negaban a los tercerizados su condición de ferroviarios, pues sin titubear dijo que en UGOFE ROCA confluían tres gremios ferroviarios, a saber, Señaleros (señales de tránsito ferroviario), La Fraternidad (conducción de trenes) y Unión Ferroviaria que entre otras tareas "incluye limpieza, desmalezamiento y pintura" precisamente tareas específicas del personal tercerizado.
Justificó el ingreso de tercerizados en el caos que representaba al explotación del Roca en el 2007, aunque después se contradijo pues tercerizados había desde antes. Y dijo también que la UF no quería tercerizados por aquellos años, por eso pactaron por un tiempo "breve" que duró... hasta el crímen de Mariano Ferreyra.
Curiosamente el gerente de RRHH de la empresa ignoraba lo relativo a UNIÓN DEL MERCOSUR, la cooperativa vinculada a Pedraza y Cia. que más tercerizados proveía. Aunque tenía referencias de Castellanos y Matarazzo directivos de la UF que integraban la dirección de esa sociedad. No obstante reconoció que "a planta permanente ingresaban prioritariamente el ochenta u ochenta y cinco por ciento de los postulados por los gremios mientras que el resto era para responder a pedidos de intendencias, diputados o recomendaciones de la propia Secretaría de Transporte" . Reconoció que Juan Carlos Pérez, otro patotero imputado, ingresó de este modo en Enero del 2010 y a Planta Permanente.
Llamó la atención que quien se ocupaba de las relaciones humanas en el trabajo "no estaba enterado de las condiciones de los tercerizados, aunque sí se ocupaba de las cuestiones de seguridad e higiene" curiosamente dos cuestiones que formaban parte de los reiterados reclamos de esos trabajadores. No registró reclamos de la UF por esas condiciones de trabajo.
Dijo que al personal se lo autorizó a salir sólo a tres actos kirchneristas: "a la 9 de Julio con Moyano, a Huracán y a Ríver en apoyo de la presidenta mientras que el 20 de Octubre de 2010, hubo abandono de los puestos de trabajo sin expresar los motivos y por eso les descontamos..." Recordemos que gerentes de la empresa como Hourcade de Transporte, asistieron a la patota ese día. El cuento del descuento no funciona para desligarse.
Contó que cuando se arribaba a un acuerdo de tipo paritario, se firmaba un acuerdo con Fernández y Karina Benemérito (la testigo que debió estar sentada en el juicio, pero en otro carácter) y que las más importantes las suscribía el propio Pedraza. Una de ellas dice en relación a los tercerizados: "Sin perder de vista que estos trabajadores no revisten el carácter de trabajadores ferroviarios". El acta con semejante definición no fue ni objetada ni discutida por el máximo sindicalista imputado.

Las escuchas refieren que Messineo y Fernández se confesaron con graves problemas de sueño por aquellos días : "Querés que te diga que dormí treinta horas por lo vivido el Viernes..." dijo el primero, el otro respondió "Y yo, hace tres semanas que no puedo dormir" . Aconsejamos a ambos, no dejar las pastillas.

Juan Pablo SCHIAVI: "Analizamos si incorporando a los tercerizados el estado no se compraba un juicio..."

Fue más económico cargarse a Mariano Ferreyra, parece ser la respuesta a la descarada afirmación de quien era el Secretario de Transporte del gobierno nacional, quien fue convocado a declarar justo cuando se cumplían nueve meses de la Masacre de Once, que lo tiene como uno de sus responsables directos.
Usó esa causa - dónde se halla procesado- para escudarse en la posible autoinicriminación y evitar así responder sobre aspectos centrales del negocio ferroviario. "Lo de los subsidios y autorizaciones de giros no lo contesto por no autoincriminarme" fueron sus palabras mientras dudaba "aquí soy testigo ¿no?"
Es cierto que los tercerizados cobraban mucho menos por la misma tarea que realizaban los de planta permanente,reconoció y "como soy peronista, no puedo admitir eso" Esta afirmación identitaria la soltó poco antes de reconocer que "quienes planteaban el ingreso a Planta Permanente eran organizaciones que estaban por afuera de la U.F",  en clara alusión a agrupaciones que nada tienen que ver con su filiación ideológica.
"Lo que ocurrió es que los tiempos de los trabajadores son diferentes a los de la burocracia estatal" siguió en la línea de desviar el tema de la tercerización que llamó "proceso más que palabra y por ello no es ilegítima ni debe ser descalificada" .
Sobre los hechos vinculados al crímen de Mariano Ferreyra, dijo que se enteró el día anterior del corte de vías por boca del propio Pedraza y que dispuso las medidas del protocolo (avisar a policía, etc.). El 20 de Octubre concurrió a la UF por el congreso de Latin Rieles y ahí volvió a hablar con Pedraza sobre los sucesos. Lo hizo por la mañana, dando cuenta así que Pedraza ya estaba al tanto de lo que vendría.
Se enteró del crímen pasado el mediodía cuando ya estaba en el Museo Casa Roca en una reunión con gente del Banco Mundial.
Preguntado específicamente por quién daba las órdenes ese día en su Secretaría, dijo que él era el responsable, aunque no dio ninguna orden ese día. Se contradijo con su segunda, la Doctora Cavaza que declaró en este mismo juicio que por indicaciones que él (Schiavi) le dió desde su teléfono personal debía comunicarse con Fernández... y vaya si esta secretaria lo hizo en 5 oportunidades.
Quiso ayudar a Pedraza al decir que volvió a hablar con él y que lo encontró dolido. "Callate payaso" dijo alguien entre el público.

Una afirmación interesante sobre los tercerizados: "la posterior incorporación a Planta Permanente, reveló que el aumento de personal a cargo no significaba un aumento de costos" dijo el hasta hace unos meses, principal responsable del área.
¿Qué es entonces lo que explica el fenómeno de la tercerización laboral en el Roca?
Nada menos que el motivo del crímen, es decir, la contraprestación a Pedraza y Cia. por mantener disciplinados a los trabajadores.
UGOFE presta el servicio con subsidios y fideicomisos del Estado. La UF mantiene disciplinado al personal a cambio del negocio de la Cooperativa de Tercerizados Unión del Mercosur y el estado tras la máscara del "servicio esencial para la población" es quien legitima.
Los tercerizados amenazaban la paz de la TRIPLE ALIANZA ANTIOBRERA, un par de balas los aleccionaría.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Día 42 - En el país del no me acueeeerdooo…(20/11)

En la jornada de hoy, además de un par de bloopers de la fiscalía, que convocó dos policías de la comisaría 30ª que dejaron su servicio a las 12:00 del 20 de octubre de 2010, es decir, no estuvieron en el lugar y la hora del crimen, nos adentramos en el PAÍS DEL NO ME ACUERDO. Sólo que, en lugar de María Elena Walsh, asistimos al concierto de Los Niños Cantores de Azul.

Por un lado, declararon los policías Lucas Damián Evaristo Varas, Pablo Ramón Donato y Guillermo Andrés Houlet, choferes, respectivamente, de los móviles 430, 130 y 230 de la comisaría de Barracas. Los tres cantaron más o menos la misma historia, después de aclarar, en las generales de la ley, que Rolando César Garay, uno de los imputados, era “su” subcomisario.

La canción de los choferes empezó con el arribo a Pedro de Luján y el puente Bosch, alrededor de las 12:00, “desplazados a raíz de incidencias”. Ninguno sabía entonces, ni se preocupó por averiguar después, en qué consistieron las “incidencias” o quiénes las protagonizaron.

Todos recordaron que estacionaron los móviles, pero ninguno pudo decir con precisión donde.“Mirando hacia el puente, no recuerdo si junto a la vereda”; que, un rato después, los oficiales a cargo de los móviles –uno de ellos, y el de mayor grado en el momento, Garay- ordenaron ponerlos a 45º. Vieron gente arriba de las vías, con ropa de trabajo, pero no preguntaron quiénes eran ni saben qué hacían allí. Uno dijo que se les ordenó quedarse en el lugar y “resguardar el material rodante”. El tono de manual de instrucción policial enervó al juez Días, que lo interrumpió: “¿Qué material rodante, el patrullero?”, y ante el asentimiento del policía, le sacudió: “Entonces diga cuidar el auto, hombre”. Otro, en cambio, dijo que la orden era “quedarse ahí y observar”. El tercero, directamente no recordó que le hayan ordenado nada.

También hablaron los tres del otro grupo de personas, con pancartas, que estaban más cerca de la calle santa María del Buen Ayre cuando ellos llegaron, y se fueron retirando hacia Vélez Sársfield, aunque, notablemente, en la hora y pico desde que llegaron, ninguno advirtió que se alejaron unas tres cuadras, que se sentaron a comer y conversar, que hicieron notas con los periodistas de C5N ni que, terminada la asamblea, retomaron la marcha para desconcentrarse hacia la avenida.

El estribillo de la canción de los choferes, en perfecto y armonioso coro, fue el siguiente: “En eso los del terraplén se bajan y caminando fuerte o corriendo nos sobrepasan. Eran más de 100. Nos ordenaron seguirlos con los móviles, íbamos a paso de hombre, hicimos unos 20 metros y los vemos que vuelven corriendo para el otro lado, nos vuelven a sobrepasar hacia las vías y se dispersan. Fue cuestión de minutos”.
No oyeron disparos, no oyeron golpes, no oyeron vidrios rompiéndose. Apenas si “gritos e insultos entre los dos grupos”.

Cuando el grupo de las vías se “dispersó”, se bajaron de los móviles, apenas cruzando Santa María del Buen Ayre (que está a dos cuadras de Perdriel, la esquina donde los compañeros se plantaron en el cordón a resistir el ataque para que el resto pudiera retroceder). Ahí vieron “al otro grupo de gente a unos metros del patrullero, nos quedamos ahí para que no pasaran, y no pasaron”, dijo uno orgulloso.

Contrariando las imágenes de los videos, los testimonios imparciales de los comerciantes y vecinos de la cuadra, y, por supuesto, los de todos los compañeros que reconstruyeron el hecho, ninguno vio la ambulancia, ninguno vio heridos ni escuchó hablar de gente lesionada, salvo uno que, dijo, “supe de un muchacho herido a los minutos de que los vuelven a sobrepasar porque viene uno que le muestra al subcomisario con los pantalones bajos, yo no lo vi”.

Uno de los tres quiso cantar más alto que lo que le da el registro, y agregó a la historia común que los de la lista verde “volvían corriendo porque los otros los perseguían”, pero terminó admitiendo que, en realidad, cuando se dispersaron los que estaban sobre las vías tras sobrepasarlos de nuevo, el grupo de manifestantes estaba a 200 metros de distancia…

En resumen, no recordaron la posición de los patrulleros; no recordaron qué órdenes se les dieron; no recordaron cuántos patrulleros había en total; no recordaron si había periodistas; no recordaron los disparos; no recordaron los heridos; no recordaron a qué hora se fueron, ni qué hicieron en la más de dos horas –como mínimo- que estuvieron en el lugar, salvo correr los patrulleros y moverlos 20 metros hacia delante.

Por otra parte, declaró el comisario Roberto Ezequiel Brondo, de la División de Planificación de Servicios de Reuniones Públicas. Otro que no se acordaba de nada, hasta que le mostraron la orden de servicio, con su firma y sello, disponiendo, con fecha 19 de octubre de 2010 el operativo “de contención” para la jornada del 20 en Avellaneda.

No recordó si a él le avisó la División Roca o la Superintendencia de Transportes; no tenía información de la posible presencia de ferroviarios para impedir el corte; recordó otros hechos con características similares, pero no supo si fueron anteriores o posteriores.

Por más que trató de ser solidario con sus camaradas enjuiciados, tampoco come vidrio, así que hizo la apología del diálogo, la prevención “por mera presencia”, la protección de los más vulnerables… todo lo que hace la policía, ¿no les parece?

Con todo, mandó a los tres comisarios (Lompizano, Mansilla y Ferreyra) con pitos y cadenas cuando dijo “El superior presente en el lugar es el que debe ocuparse de que se cumpla la orden de servicio, el de mayor jerarquía. Pero ante el conocimiento de que se incumple una orden la sala de situación debe intervenir”.

Su discurso de la convivencia y el buen trato desató el interrogatorio del abogado Freeland, que quiso saber si organizaciones como el PO, Quebracho o el MTR son dóciles, si se puede dialogar con ellos, si llevan armas a las movilizaciones. A su turno, Mariano Maciel, el defensor del subcomisario Garay, quiso justificar que el “pobrecito” del subcomisario Garay no podría haber evitado el ataque, comparando las fuerzas de las que disponía con los operativos conjuntos de gendarmería, prefectura, bonaerense y federal que se despliegan en cada corte del Puente Pueyrredón. Hizo falta que le preguntáramos nosotros si es posible comparar un corte del Puente Pueyrredón con el del Puente Bosch… Para desgracia de Garay, el comisario casi se ríe: “No es lo mismo, claro”.

Jornada, en definitiva, no muy feliz para los azules, que ya no sonríen tanto durante las audiencias.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Día 41 - Amigos son los amigos... pero no tanto. (19/11)

En la jornada de hoy siguieron declarando policías, que no hicieron más que confirmar cómo funcionó la triple alianza antiobrera el 20 de octubre:

"No hablé con NADIES"

Arrancó la jornada con el comisario Marcelo Omar Repetto, actual jefe de la circunscripción 3ª de la PFA, y, para octubre de 2010, jefe de la delegación Avellaneda.
Contó que habían recibido una orden de servicio previa desde la Dirección de Operaciones ya que se sabía que el 20 los tercerizados iban a manifestarse en Avellaneda. Todo el tiempo enfatizó que su tarea "era de observación e información", cosa de despegarse de todas las decisiones operativas. Reconoció que cuando llegó a la estación Avellaneda, a eso de las 9:00, vio en el andén nº 4 unas 20 personas con pancartas enrolladas, tranquilos, de mediana edad (eran, sabemos, los compañeros del MTR). Sobre el mismo andén que estaba él, hacia la derecha, ya estaba "un grupo de personas con overol de ferroviarios".
Todo el tiempo trató de secundarizar su intervención, argumentando que "estaba en el medio", ya que "el servicio estaba a cargo de Ferroviaria, y abajo, en la calle, era de la bonaerense". 
Mientras dijo que se limitó a seguir a distancia a movilización de los tercerizados, no pudo explicarla contradicción con las modulaciones por trunking, donde se lo oye con claridad informando que la patota de la UF estaba allí "para evitar el corte".
Dijo que no vio personal policial en la estación ni sobre las vías, "ni se entrevistó con nadies de la División Roca", en sus propias palabras. Pese al denodado esfuerzo de la fiscalía por saber para qué estaba ahí, si según sus palabras no tenía que hacer otra cosa que observar, sólo se le pudo sacar que "en un momento era impresionante la lluvia de piedras, se veía gente de arriba tirando piedras en forma incesante, los de abajo no vi si tiraban o no, los de arriba era impresionante, caían sobre chapas, hacían un ruido bárbaro". Luego, dijo, informó a la Dirección de Operaciones que cruzaron a Capital y dio por terminada su tarea.
Apretado por las preguntas, terminó diciendo que a la media hora "escucha como gente que viene cantando por las vías, de adelante, no de Avellaneda, serían unas 20 personas". Luego, vio un grupo que se descolgó de las vías, "para meter presión, calculo" pero como ya no estaban en el ámbito ferroviario, se retiró...
Confrontado con las constancias de la causa, no se hizo cargo de que se pasó el tiempo hablando con el comisario Catalán y el subcomisario Garay de la 30ª, y cerró: "Cuando el grupo de arriba bajó, todos nos saludamos y nos fuimos. Ya no tenía sentido quedarnos". ¿Misión cumplida? 

"Estaban todos para que no se corte la vía"

Lo siguió Adolfo Alfredo de Lucchi, de la Brigada de División Belgrano, que fue citado junto al agente Martínez para impedir el corte. Para desesperación de las defensas de los policías, reconoció que en el lugar había "gente de servicios especiales, no sé si de la Doucad, camiones hidrantes para el lado de Carrefour, uniformados abajo que subieron cuando empezó a caer gente. Había PFA y bonaerense. Móviles y colectivos de provincia".
Describió la columna de manifestantes que caminaba por la calle Bosch, con policía bonaerense atrás y al costado, y también de la federal. "El grupo cruzó para Capital, Martínez y yo nos quedamos atrás, por arriba del terraplén. No cruzamos el Riachuelo. Hubo un altercado, se ve que quisieron subir al terraplén, volvieron para provincia, los bonaerenses los reprimieron y pasaron de nuevo a Capital. No sé si hubo intercambio de piedras porque estaba a 150 metros, por los movimientos me parece que sí. La calle no la veía, me tapaban los árboles. Los bonaerenses los reprimen para mandarlos de nuevo a Capital, escuché escopetazos, calculo que escopetas Batán con posta de goma".
Admitió que fue el comisario Ferreyra quien le avisó que el servicio estaba levantado, por lo que volvió a Constitución. "Estaban todos para que no se corte la vía", confesó. Todos, claro. Patota y policía.

El dúo dinámico

Juan Carlos Velazco y Julio Ángel Fava, cabo y oficial, hacían servicios adicionales en la estación Yrigoyen, custodiando las boleterías y el hall. La declaración de Velazco fue el show del no me acuerdo.
No recuerdo si a la mañana o la tarde, llegaron dos micros naranjas con unas 40 personas, que dijeron que eran ferroviarios y pasaron hacia las vías.
No me acuerdo dónde ni por qué vi un móvil de la 30ª.
No recuerdo por qué mi superior se acercó a unos oficiales jefe, de traje, en la vereda.

Tanto fue el no me acuerdo que la fiscal Jalbert indicó que estaba pensando si pedir que el testigo fuera alojado en la alcaldía para ver si se le agilizaba la memoria. La defensora de Favale, Dra. Hegglin, salió en apoyo de desmemoriado.
A nuestro turno, le preguntamos por qué dijo al inicio que está en disponibilidad, y el hombre contó una inverosímil historia de un accidente de tránsito. Pese a la oposición del defensor de uno de los policías, el juez Bossi manifestó que tenía la misma inquietud.
Acto seguido, llegó su compañero, el oficial Julio Ángel Fava. Peor que su subordinado, arrancó mintiendo con una historia de servicio ferroviario cortado –cosa que nunca sucedió-, tremendas contradicciones en el horario –dijo que llegó a las 14:00, pero vio los micros con la gente de Favale, macaneó que la patota eran ferroviarios que iban a hacer unas reparaciones, y terminó explicando que estaba en el baño, porque tiene problemas de próstata. Sin que nadie le preguntara, ni nos interesara, agregó que "cuando fui al baño me robaron la dentadura, que dejé en la pileta...".
Aunque al principio dijo que no los conocía, al final admitió que vio a los comisarios Mansilla y Ferreyra, y al fallecido subcomisario Premuda sobre las vías. El sainete de dúo dinámico terminó fuera de la sala, cuando, al irse, Fava se abrazó con el comisario Mansilla, el mismo que dijo "apenas conocer". Hombre cariñoso, se ve.

Nuestro viejo conocido

Después de la anodina declaración del subinspector Jorge Eduardo Toncovich, de la Central Operativa de Video, que nada importante aportó, fue el turno del hoy subcomisario Omar Póvolo, que, en 2010, era oficial principal, a cargo de judiciales, de la División Roca.
"La cosa se venía sabiendo", dijo. "En esa época los ferroviarios tercerizados estaban en el tema del blanqueo y la efectivización en el ámbito ferroviario, y recibimos una orden de servicio".
Ratificó que en las zona, había una fuerza de servicios especiales, una de contención y personal de uniforme, todo de la PFA, y los comisarios Ferreyra y Mansilla a cargo de todo el operativo. "La gente caminaba por Bosch, se escucharon estruendos de escopeta cuando quisieron volver hacia provincia, y los bonaerenses los arrearon de vuelta para Capital. Los chicos no fueron voluntariamente, fueron empujados para que se contenga todo del lado de Capital. Era el mismo personal bonaerense que los acompañaba. Era un grupo de combate importante", contó sobre el episodio ocurrido casi al mismo tiempo que la pedrea desde arriba de las vías. Le costó más reconocer que sobre el terraplén, además del personal policial, había un grupo de la Unión Ferroviaria, que admitir que por calle Luján había un par de patrulleros de la 30ª, en forma de cuña, que taponaban la calle, y que se abrieron y la liberaron cuando los manifestantes ya se iban.
"En la policía no hay decisiones propias", aportó cuando se le preguntó si se fue por su decisión o siguiendo órdenes.
Después de un intrascendente interrogatorio del Dr. Freeland, que trató, como siempre, de mezclar peras con manzanas y movilizaciones de trabajadores organizados con espontáneos estallidos de bronca de los agotados usuarios del tren, el oficial Póvolo, el mismo que armó las causas judiciales contra los compañeros de Causa Ferroviaria y el PO; de la lista Bordó y el PTS; de los vendedores ambulantes y la TPR, y del trabajador Daniel "Neno" Abella por pintar "Pedraza asesino" en el hall de Constitución al día siguiente del asesinato, se fue de la sala, sin pena ni gloria.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Día 40 - Mirar, modular, matar y mentir (15/11)

Mirar, modular, matar y mentir: la División Roca de PFA.

Confirmando lo previsible, vinieron resueltos a despejar su connivencia. Pero ni las poses actorales de un jefe canchero, ni las respuestas "sí señor, no señor" de una brigada oscura, les alcanzó. Sabían que podían autoincriminarse.

La División Roca de la Policía Federal tiene a su cargo la seguridad y control de todo lo que ocurre alrededor del transporte ferroviario en la zona sur del conurbano. Es de prever que, frente a un hecho de la magnitud como el que se llevó la vida de Mariano Ferreyra y la integridad física de varios compañeros más, la mira iba a estar puesta en su accionar.

Por eso, cuando llegó a la sala el Comisario Marcos Andrés Brousson, sonriendo y saludando con aspecto de candidato a presidente de EEUU, todos intuimos que había que estar atentos. El sonriente comisario contó que, al tiempo del crimen, era el jefe del Dpto. Brigadas y Eventos de Transporte. Algo así como la logística de la Superintendencia. Su actuación se circunscribía a estaciones ferroviarias y formaciones "todo lo atinente a la seguridad estática y dinámica" según sus propios dichos. Suplantaba al imputado Mansilla y en ocasiones se sumaba a él para colaborar con el servicio, "como hice ese día. Ya habíamos estado con la misma gente del corte en otra ocasión. Eran tercerizados de vía y obra. Fui sin que nadie me convocara pues yo sabía del corte por las órdenes que habían llegado el día anterior" .
Contó que al llegar a la estación a eso de las 10:00, "me encontré con los imputados Mansilla que era el jefe de control de vías, Ferreyra que era el jefe de la División Roca y Fiscalizador y el fallecido Subcomisario Premuda, junto a una fuerza de Servicios Especiales en Carrefour. Había además un hidrante, un Puma y dos grupos de combate y un hombre de video cámara al hombro. Seguramente había brigada pero como no estaban uniformados no puedo situarlas. Yo estaba de civil."

Repasó lo que ya se sabe: "Llegaron los de la UF, que era un grupo numeroso y desde el andén Este pude observar un altercado o confrontación a la altura del Puente Bosch (pedradas y esas cosas)". Dijo que se preparó a la gente de Servicios Especiales "y nosotros fuimos hasta el lugar. Los tercerizados se retiraron por Luján a una distancia que no podía precisar y que además se impedía la visión por las copas de los árboles". Esta curiosa circunstancia será reiterada varias veces por este comisario. Sin embargo dijo: "Sabíamos que estaban por allá por que de alguna manera estaban. Supongo que por esas cuestiones como modulaciones por ejemplo, yo sabía que estaban.".

Vio gente de la comisaría 30ª y " un patrullero que se hallaba medio cruzado con una parte sobre la vereda , por Luján a unos 50 mts. de las vías en las que yo estaba parado junto a los de la UF. Llegó entonces otro grupo desde Yrigoyen, se sumaron a los ferroviarios, se saludaron y algunos bajaron. Así como supe en su momento que Mansilla ordenó hacer cesar la pedrada en Bosch, ahora vi a la gente de la comisaría 30ª que seguramente, supongo, vino por las modulaciones. Habremos estado hora u hora y media. Más o menos a quince minutos del arribo de los de la estación Yrigoyen gritan 'vamos vamos' y se produjo una corrida que por la copa de los árboles se perdió sobre la calle Luján. Fue un grupo no todos los ferroviarios. Entiendan que no tenía visualización, me lo impedían las copas de los árboles" reiteró.

No obstante volvió a suponer: "Al ratito regresan, fueron por una bravuconada, como una embestida, una corrida pretendiendo alejar a los otros", dice con el mismo léxico que usaron otros integrantes de la patota agresora. Pero eso sí, no olvidó cubrir a su compañero: "Mansilla moduló ahí que estaban bajando del terraplén". Luego contó que la gente volvió tranquilamente, que se fueron del lugar hacia Avellaneda, que ellos no se enteraron de nada hasta que llegó a su oficina en Constitución, donde recién se enteró de lo ocurrido.

Pero hay dos detalles que comprometen seriamente a los jefes. El primero es una decidida mentira intentando correrse torpemente de responsabilidad al decir que no mantuvieron charla con ningún ferroviario sobre las vías durante la hora y media que allí estuvieron, siendo ellos los protagonistas fundamentales toda vez que se encontraban sobre las vías y ésa es tarea específica de su propia división. La otra confirma la certeza que justifica nuestra acusación a los policías como coautores funcionales del crimen: "Antes de la corrida, pero con los ferroviarios abajo, Mansilla ordenó a la fuerza especial su traslado a Constitución previendo que los tercerizados fueran a cortar boleterías. Cuando se produce la agresión hacía un rato que los servicios especiales no estaban en el lugar y los ferroviarios estaban abajo" . Otra prestación imprescindible a la hora de acometer con la bravuconada.

Confirmó que usaron el POC , el sistema de telefonía celular de la policía se utiliza eventualmente cuando no hay trunking (handy) y que se equivocó cuando declaró minutos antes que el jefe era el fallecido subcomisario Premuda y no Ferreyra, ante la evidente contradicción que se instaló con su cotejo en lo dicho ante la instrucción. "¿Me habré confundido con lo que declaré acá?" dijo, pero, ahora, sin sonreír.

Los tres tristes tigres de la brigada... (hasta que uno se olvidó la letra)

El sargento Edgardo Gabriel Barberán, el inspector Gastón Marcelo Domecq y el subcomisario Carlos Dante Farías integraban en 2010 la Brigada de la División Roca de la PFA. Eran sus únicos tres componentes, de civil los tres, los tres dirigidos por los comisarios Ferreyra y Mansilla, conocedores de Pablo Díaz los tres, le adjudicaban al hombre de Fernández en las vías un rol determinante.

Los tres para todos lados, juntitos, muy juntitos (igual que, juntitos, fueron elegidos para jugar de "testigos", junto a Mansilla y Ferreyra, en cuatro causas iniciadas después del asesinato de Mariano contra compañeros de causa Ferroviaria, la Bordó, vendedores ambulantes y militantes de organizaciones, como el PO y la TPR, para intimidar a quienes sí fueron testigos de su participación criminal el 20 de octubre).

Mentirosos los tres, pero no por ayudar a la patota ahora (lo hicieron ese día) sino por temor a autoincriminarse... los tres.

El relato que inició el sargento puede adjudicarse a cualquiera de los otros dos. Llegó a las 8 a la estación Avellaneda. Ignoraba que se movilizarían los ferroviarios, aunque lo extraño es que, mientras sus jefes le ordenaron seguir a los tercerizados que se fueron del andén, nada ocurrió cuando llegaron los ferroviarios, en grupo nutrido, desde los trenes, copando el andén...lo que da cuenta de por quiénes tomaron partido.

"Los tres fuimos a ver quiénes eran, pero se fueron cuando llegamos. Los seguimos a la calle mientras los jefes se quedaron en la estación. Los seguíamos de lejos, detrás de la bonaerense, por la calle. Los tercerizados, con hombres y mujeres, caminaron al lado de las vías, los ferroviarios arriba de las vías, caminaban a la par. Se dieron cuenta de que se empezaron a insultar, pero no comunicaron nada a sus jefes. Al llegar al Puente Bosch, vieron la pedrada de arriba hacia abajo, pero no pudieron precisar detalles porque estábamos a una cuadra".

Los tres subieron el terraplén. El sargento dijo que Farías le ordenó "sacarlos (a los ferroviarios) de ahí para hacer cesar la pedrada. Supongo que la orden, a él, se la dieron los jefes. Vi también un grupo de servicios especiales intentando correr a los ferroviarios que tiraban piedras. Pasó el tiempo y algunos trenes pasaron también. Estaba la infantería al mando de Ferreyra y Premuda, el primero dirigía el operativo. Al rato llegaron dos o tres patrulleros y empezaron a correr a los de abajo que se terminan yendo por Luján hacia el oeste unas tres o cuatro cuadras. Se los podía ver", dijo, a diferencia de su superior, Brousson.

"Nadie nos dio la orden de quitarlos del lugar. Lo único que hacíamos era pedir que no bajen", contradijo, de nuevo, a Brousson. "Bajamos para ver qué pasaba y vimos a los patrulleros que ya no cortaban la calle. Estuvimos en la esquina y después volvimos, unos 20 minutos habrá sido. Volvemos y entonces llega el otro grupo (por Favale) recibidos por los ferroviarios como contentos al grito de ¡Vamos Vamos!. Bajan a la calle, calculo que los jefes ven todo ese movimiento aunque de los superiores no escuché nada. Salvo mi jefe directo Farías (uno de los trillizos) que decía ¡no bajen! Y yo hice lo mismo... pero algunos bajaron y fueron a correr a los chicos, a los manifestantes. No recibí ninguna orden. Seguíamos con la orden de no ir a ningún lado. Después volvieron. Bajamos al lugar dónde ocurrieron los hechos y vimos que algo había pasado. La gente de Chevalier gritando puteando, piedras y vidrios por todos lados, vi una ambulancia aunque no escuché disparos. No recibí órdenes de detener a ninguna persona".

Hasta aquí, el relato del sargento coincide con el del inspector Domecq. Aunque las explicaciones que dieron se diferencian claramente: mientras Barberán dice que bajó para ver dónde estaban los manifestantes, Domecq dice que él bajó por su condición de policía para ver en qué podía ayudar a los de la 30ª, pero después de la corrida. No convenció al tribunal, que lógicamente le preguntó si por la misma condición no debió haber bajado antes de la corrida para evitarla.

Para tener en cuenta de este relato consensuado: dijo el inspector Domecq que "Se intentó que los ferroviarios no bajen, nos puteaban y bajaron. Con la gente que había en el lugar era imposible que no bajen, nos sobrepasaban en gente...". Si esto era evidente para un sargento o un inspector ... ¿por qué los jefes se deshicieron del Servicio Especial antes del ataque como dijo su superior Brousson?¿ Qué lógica aplicó la División Roca sino la de la participación decisiva en el crimen?.

Pero algo muy curioso sucedió cuando, detrás del inspector Domecq, vino a declarar su jefe Farías. Después de contar prácticamente lo mismo, el subcomisario Farías olvidó algo esencial: "No recuerdo si bajé a ver lo que había pasado" ,dijo, muy suelto de cuerpo, para referirse a un hecho que -como bien le señaló uno de los jueces- había costado la vida de un joven. Es más, dijo que pudo haber sido que haya vuelto a Constitución y después desde allí volver a Barracaspara enterarse de los hechos. Su respuesta no se condice con la de los otros dos del trío, por ejemplo Domecq, quien muy firme sostuvo: "Con Barberán y Farías yo fui a ver qué había pasado y todo era un desastre con autos rotos, ambulancias, puteadas de la Chevallier, vidrios rotos... hasta que el jefe Premuda nos ordenó levantar el servicio. Entonces regresamos y cuando llegamos a Constitución nos enteramos lo que había sucedido". De todo esto, reconocieron los tres tristes tigres, que nunca reportaron nada...

En segundo plano quedó que la Brigada...-sí , justo la Brigada- no posee Trunking, es decir, el único sistema de comunicación que deja grabadas las modulaciones.

Si alguna duda quedaba sobre el aporte fundamental de la policía en la ejecución del plan común, estas trillizas declaraciones vinieron a corroborarlo. No sólo ellos no hicieron cosas, además dejaron a otros hacer otras.

"Policía que habla por POC sabe que no queda grabado, policía que habla por trunking sabe que queda grabado".

La jornada había comenzado con la declaración del comisario inspector Rodolfo Valentín Alí, que después de los hechos y hasta el verano pasado, fue jefe de la Dirección General de Operaciones, que, desde su Sala de Situación, dirige la actividad policial en el escenario de los hechos. Hasta el asesinato, su jefe fue el imputado comisario Lompizano.

Alí dio una pormenorizada descripción del funcionamiento de la Sala de Situación de la DGO , de la responsabilidad ineludible del jefe (por entonces Lompizano) sobre las órdenes que se bajan en terreno. De las características comunicacionales: no se debe usar el POC, sino el trunking o handy, porque "policía que habla por POC (celular) sabe que no queda grabado, policía que habla por trunking sabe que queda grabado".

Además, confirmó la hipótesis que sostuvimos siempre: "la orden modulada de replegarnos se da exclusivamente cuando el personal policial se halla amenazado o con serias posibilidades de resultar herido", cosa que no sucedió el 20 de octubre, sin embargo existe esa modulación por parte del jefe Lompizano minutos antes del ataque criminal.

Alí mandó presa a la comisaría 30ª: "Es su personal quien debe preservar el sitio y levantar los rastros" pero volvió contra Lompizano: "Entre otras cosas, hay mucha discrecionalidad en el jefe de la DGO para ordenar medidas cuando estos hechos suceden."
En materia de hechos, del mismo modo que ya no quedan dudas sobre la actuación de la patota de la Lista Verde al mando de Pedraza y Fernández, se disiparon todas las relativas a las de los policías federales intervinientes. Siempre tuvimos razón: no cometieron algún delito menor de brutos o distraídos, son responsables del crimen.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Día 39 - “Íbamos a correrlos para que se fueran y no volvieran más” (13/11)

Cuando parecía que la jornada de hoy se reduciría a tres testigos de actuaciones, uno de ellos patético, y un comisario retirado que mostró la hilacha azul, el abogado Igounet anunció que su defendido, el picaboleto Guillermo Uño, quería declarar. El hombre, de 57 años, se acomodó frente al micrófono y arrancó contando que se enteró de la movilización “por casualidad”, porque otro picaboletos de la estación Claypole le dijo que iba, y él pensó: “¿por qué no puedo ir yo, si estoy en contra de los cortes de vías?”. Entonces, se fue con él a la casa del delegado de su sector, Dotta, y, los tres, siguieron en el mismo auto hacia la estación de Avellaneda.

No se preocupó por sus jefes, porque, como explicó: “Si me da el OK el delegado, el encargado o el supervisor no pueden decir nada. El delegado en el trabajo es palabra mayor, si tengo la orden de él, ya está”. Bien clarito, cómo juega la burocracia con la empresa.

Haciendo que los demás defensores se agarraran la cabeza, Uño se volvió verborrágico, y se despachó. “Había un grupo de la gente manifestante que venían por abajo con una pancarta que decía tercerizados, caminando como hacia el puente. Había chicos, mujeres, banderas de distintos colores. Nosotros éramos muchos más, como 150. Al llegar al puente Bosch, vimos que algunos se mandaron a la vía. Eran unos 5 o 7 muchachos que subieron. Ahí los corrimos, les tiramos piedras, ellos también nos devolvían, pero nosotros tiramos más. Tanto que les tiramos que se bajaron”.

Después de esa descripción del primer ataque, fue el turno de desesperarse de los defensores de los policías. “Había 2 patrulleros que nos separaban de ellos, después no los vi más”.

Todo el detalle que desplegó para contar la previa, se esfumó cuando llegó al momento en que la patota bajó de las vías, aunque reconoció que “ellos se van como para atrás, se van como para Chevallier”, y terminó admitiendo que los manifestantes estaban a más de 300 metros, tanto que veía la bandera abierta, pero no a la gente con claridad.

Dio vueltas para avanzar hacia el momento del ataque final, mechando comentarios totalmente prescindibles, como la explicación de que no comió nada, porque “si como al mediodía, soy de ir al baño”, cosa que, obviamente, a nadie interesaba.

Hasta que, finalmente, arrancó con el tramo final. “Ya éramos como 200. Los otros estaban lejos, tenían la bandera desplegada, a 3 cuadras se ve. La gente decía que podían volver. Yo lo vi a Harry abajo, lo conocía de chiquito de la cancha. Lo vi al gordo Toretta, el delegado de Escalada, sentado en el puente. Muchos querían arrancar para seguir a esta gente. Iban a buscarlos para correrlos. Yo también hice gestos para que bajaran de la vía, para que los corriéramos, que se vayan lejos y no vuelvan más”.

Hecha la confesión, vino el intento de afirmar que “hice el amague de correr, pero me quedé porque tenía miedo”, cosa que los videos contradicen, cuando lo muestran a la cabeza de la corrida. Y de negar toda participación en el crimen, pasó a querer hacerse el bueno, pidiendo perdón a la mamá de Mariano.

Con bastante dificultad para organizar sus ideas, sin embargo dejó varios datos importantes. De su primer abogado, Octavio Aráoz de Lamadrid, hoy procesado por tratar de coimear a los camaristas de casación para excarcelar a la patota, dijo: “A Aráoz de Lamadrid me lo mandó el gremio”, igual que después le pusieron a Igounet, que, como lo prueban las escuchas telefónicas, se reporta, no a la familia de su defendido, sino a la conducción de la UF.

Habló del acto en River, de los asados de la lista verde, de los delegados que convocaron, y cerró diciendo “soy re-inocente”. Francamente, nadie le creyó.

Dos testigos y un gran buche

La mañana había comenzado con la declaración de Omar Aquiles Molina, empleado de Chevallier que vino a ratificar el secuestro de vainas en la esquina de la empresa.

Luego declararon Franco Maximiliano Alfonso y Javier Gastón Morasole, que fueron testigos del allanamiento en el departamento de policía de Moreno 1550, cuando se obtuvieron copias de varios libros de registros policiales. Mientras el segundo ratificó su firma y recordó que se sacaron fotocopias de unas hojas que él verificó que eran iguales a las secuestradas, el primero juró que no estuvo en el procedimiento. Como tantas veces hemos visto, uno más de esos grandes buches, generalmente –como éste- vecinos de la comisaría en cuestión, siempre dispuestos a servir de testigos cuando hace falta.

El camarada Lompizano, entrenado en EEUU

“Conozco al comisario Lompizano, es un camarada con el que hice un curso de antiterrorismo en EEUU”, arrancó el comisario general retirado Alejandro Alberto Hayed, y los que sabemos pensamos en la ILEA.

El capacitado comisario fue el encargado de labrar el sumario administrativo a sus “camaradas”, pero evidentemente ahora, retirado, no quiere problemas. Dejó la gorra en el perchero de la entrada, y mandó a sus colegas con pitos y cadenas.

Por turno, se ocupó de tirarle salvavidas de plomo a todos: al comisario Ferreyra, al comisario Mansilla, al subcomisario Garay, y a su “camarada” del curso imperial, el comisario Lompizano, y sus subordinados, los oficiales Conti y Echavarría. El único que zafó fue el agente Villalba, al que Hayed llamaba “el chico éste”, tratando de minimizar su responsabilidad al grito de obediencia debida.

Lo concreto fue que todo lo que hizo –y no hizo- la policía el 20 de octubre fue “fuera de protocolo”, al punto que el comisario llegó a decir: “Estamos hablando con el resultado, no sabemos qué hubiera pasado si la policía intervenía, sabemos lo que pasó porque no intervinieron”.

Habló de que las decisiones se toman “según el temperamento” de cada jefe policial, y hasta se hizo el chistoso, cuando el fiscal Gamallo lo inquirió: “¿Qué debía hacer la Federal cuando la movilización pasó a la ciudad de Buenos Aires?” y el comisario retrucó: “¡...ésa es una buena pregunta...!”.

“No vi cosas raras”

Así contestó el policía Hugo Guillermo Maldonado, de la 30ª, que desde la mañana estaba en la zona, y a las 12:00 comenzaba su turno de vigilancia en la parada de Luján y Santa María del Buen Ayre.

“Vi venir un grupo que iba sobre las vías y otro por abajo, yo quedé en medio de los dos, cuando el segundo grupo ocupa la calle Luján a lo ancho, toqué el silbato porque por ahí pasan colectivos, pero hicieron caso omiso. Eran unos 40 o 50. Pedí apoyo por celular, al comando, porque se insultaban con el otro grupo de arriba de las vías, se tiraban piedras, eran las 12:05. Entonces llegaron los tres patrulleros de la comisaría 30ª, con el subcomisario Garay, que me mandó a una cuadra a desviar el tránsito. Al rato miro para atrás y veo un grupo de gente corriendo que eran los del Roca, los de las vías, hacia Santa Elena”.

El Dr. Freeland acometió por su lado más amable:

- ¿Vio gente con caras tapadas?

- No.

- ¿Vio que llevaran palos?

- No, tenían los de las banderas, cosas raras no vi, lo desilusionó el policía.

Día 39, 13 de noviembre: Habló Uño.

“Íbamos a correrlos para que se fueran y no volvieran más”

Cuando parecía que la jornada de hoy se reduciría a tres testigos de actuaciones, uno de ellos patético, y un comisario retirado que mostró la hilacha azul, el abogado Igounet anunció que su defendido, el picaboleto Guillermo Uño, quería declarar. El hombre, de 57 años, se acomodó frente al micrófono y arrancó contando que se enteró de la movilización “por casualidad”, porque otro picaboletos de la estación Claypole le dijo que iba, y él pensó: “¿por qué no puedo ir yo, si estoy en contra de los cortes de vías?”. Entonces, se fue con él a la casa del delegado de su sector, Dotta, y, los tres, siguieron en el mismo auto hacia la estación de Avellaneda.

No se preocupó por sus jefes, porque, como explicó: “Si me da el OK el delegado, el encargado o el supervisor no pueden decir nada. El delegado en el trabajo es palabra mayor, si tengo la orden de él, ya está”. Bien clarito, cómo juega la burocracia con la empresa.

Haciendo que los demás defensores se agarraran la cabeza, Uño se volvió verborrágico, y se despachó. “Había un grupo de la gente manifestante que venían por abajo con una pancarta que decía tercerizados, caminando como hacia el puente. Había chicos, mujeres, banderas de distintos colores. Nosotros éramos muchos más, como 150. Al llegar al puente Bosch, vimos que algunos se mandaron a la vía. Eran unos 5 o 7 muchachos que subieron. Ahí los corrimos, les tiramos piedras, ellos también nos devolvían, pero nosotros tiramos más. Tanto que les tiramos que se bajaron”.

Después de esa descripción del primer ataque, fue el turno de desesperarse de los defensores de los policías. “Había 2 patrulleros que nos separaban de ellos, después no los vi más”.

Todo el detalle que desplegó para contar la previa, se esfumó cuando llegó al momento en que la patota bajó de las vías, aunque reconoció que “ellos se van como para atrás, se van como para Chevallier”, y terminó admitiendo que los manifestantes estaban a más de 300 metros, tanto que veía la bandera abierta, pero no a la gente con claridad.

Dio vueltas para avanzar hacia el momento del ataque final, mechando comentarios totalmente prescindibles, como la explicación de que no comió nada, porque “si como al mediodía, soy de ir al baño”, cosa que, obviamente, a nadie interesaba.


Hasta que, finalmente, arrancó con el tramo final. “Ya éramos como 200. Los otros estaban lejos, tenían la bandera desplegada, a 3 cuadras se ve. La gente decía que podían volver. Yo lo vi a Harry abajo, lo conocía de chiquito de la cancha. Lo vi al gordo Toretta, el delegado de Escalada, sentado en el puente. Muchos querían arrancar para seguir a esta gente. Iban a buscarlos para correrlos. Yo también hice gestos para que bajaran de la vía, para que los corriéramos, que se vayan lejos y no vuelvan más”.

Hecha la confesión, vino el intento de afirmar que “hice el amague de correr, pero me quedé porque tenía miedo”, cosa que los videos contradicen, cuando lo muestran a la cabeza de la corrida, y son varios los testigos que lo identificaron en momentos cruciales. Y de negar toda participación en el crimen, pasó a querer hacerse el bueno, pidiendo perdón a la mamá de Mariano.

Con bastante dificultad para organizar sus ideas, sin embargo dejó varios datos importantes. De su primer abogado, Octavio Aráoz de Lamadrid, hoy procesado por tratar de coimear a los camaristas de casación para excarcelar a la patota, dijo: “A Aráoz de Lamadrid me lo mandó el gremio”, igual que después le pusieron a Igounet, que, como lo prueban las escuchas telefónicas, se reporta, no a la familia de su defendido, sino a la conducción de la UF.

Habló del acto en River, de los asados de la lista verde, de los delegados que convocaron, y cerró diciendo “soy re-inocente”. Francamente, nadie le creyó.

Dos testigos y un gran buche

La mañana había comenzado con la declaración de Omar Aquiles Molina, empleado de Chevallier que vino a ratificar el secuestro de vainas en la esquina de la empresa.

Luego declararon Franco Maximiliano Alfonso y Javier Gastón Morasole, que fueron testigos del allanamiento en el departamento de policía de Moreno 1550, cuando se obtuvieron copias de varios libros de registros policiales. Mientras el segundo ratificó su firma y recordó que se sacaron fotocopias de unas hojas que él verificó que eran iguales a las secuestradas, el primero juró que no estuvo en el procedimiento. Como tantas veces hemos visto, uno más de esos grandes buches, generalmente –como éste- vecinos de la comisaría en cuestión, siempre dispuestos a servir de testigos cuando hace falta.

El camarada Lompizano, entrenado en EEUU

Conozco al comisario Lompizano, es un camarada con el que hice un curso de antiterrorismo en EEUU”, arrancó el comisario general retirado Alejandro Alberto Hayed, y los que sabemos pensamos en la ILEA.

El capacitado comisario fue el encargado de labrar el sumario administrativo a sus “camaradas”, pero evidentemente ahora, retirado, no quiere problemas. Dejó la gorra en el perchero de la entrada, y mandó a sus colegas con pitos y cadenas.

Por turno, se ocupó de tirarle salvavidas de plomo a todos: al comisario Ferreyra, al comisario Mansilla, al subcomisario Garay, y a su “camarada” del curso imperial, el comisario Lompizano, y sus subordinados, los oficiales Conti y Echavarría. El único que zafó fue el agente Villalba, al que Hayed llamaba “el chico éste”, tratando de minimizar su responsabilidad al grito de obediencia debida.

Lo concreto fue que todo lo que hizo –y no hizo- la policía el 20 de octubre fue “fuera de protocolo”, al punto que el comisario llegó a decir: “Estamos hablando con el resultado, no sabemos qué hubiera pasado si la policía intervenía, sabemos lo que pasó porque no intervinieron”.

Habló de que las decisiones se toman “según el temperamento” de cada jefe policial, y hasta se hizo el chistoso, cuando el fiscal Gamallo lo inquirió: “¿Qué debía hacer la Federal cuando la movilización pasó a la ciudad de Buenos Aires?” y el comisario retrucó: “¡...ésa es una buena pregunta...!”.

“No vi cosas raras”

Así contestó el policía Hugo Guillermo Maldonado, de la 30ª, que desde la mañana estaba en la zona, y a las 12:00 comenzaba su turno de vigilancia en la parada de Luján y Santa María del Buen Ayre.

Vi venir un grupo que iba sobre las vías y otro por abajo, yo quedé en medio de los dos, cuando el segundo grupo ocupa la calle Luján a lo ancho, toqué el silbato porque por ahí pasan colectivos, pero hicieron caso omiso. Eran unos 40 o 50. Pedí apoyo por celular, al comando, porque se insultaban con el otro grupo de arriba de las vías, se tiraban piedras, eran las 12:05. Entonces llegaron los tres patrulleros de la comisaría 30ª, con el subcomisario Garay, que me mandó a una cuadra a desviar el tránsito. Al rato miro para atrás y veo un grupo de gente corriendo que eran los del Roca, los de las vías, hacia Santa Elena”.

El Dr. Freeland acometió por su lado más amable:

- ¿Vio gente con caras tapadas?

- No.

- ¿Vio que llevaran palos?

- No, tenían los de las banderas, cosas raras no vi
, lo desilusionó el policía.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Día 38 - La ejecución del plan criminal, filmada (12/11)

La ejecución del plan criminal, filmada por C5N. Segunda parte.

“Yo vi un ataque y gente que se defendió, porque fueron atacados cobardemente por la espalda”.

La falta de luz en el edificio del viernes pasado hizo que hoy sólo se pudieran concretar dos declaraciones testimoniales, pero valieron la pena.

Por la mañana, compareció Gustavo Javier Farías, el camarógrafo de C5N que, con el asistente Polito y la periodista Carchak, se convirtieron en exclusivos cronistas del ataque. Como su compañero de trabajo el jueves, Farías contó que, pasado el mediodía, recibieron el aviso desde la producción del canal para que fueran a cubrir la situación planteada en las vías del FFCC Roca, ya que un grupo de tercerizados y militantes de otras organizaciones había denunciado que fueron atacados por una patota de la Unión Ferroviaria. Mientras iban hacia Constitución, se comunicaron con quien había llamado al canal, que era Lucas Malaspina, de la TPR, como el compañero lo relató a su turno hace ya varias semanas. Así, cambiaron de rumbo hacia Luján y Santa Elena.

El trabajador de prensa relató que, al llegar, vieron un patrullero cruzado y un carro de asalto o hidrante al pie de las vías, y unas dos cuadras más adelante, a los manifestantes, que estaban organizándose para desconcentrar hacia Vélez Sársfield. “Estacionamos frente al galpón de Chevallier, a media cuadra de donde estaban los tercerizados y el PO. Hicimos una entrevista a una persona que después supe que era un delegado de los tercerizados, y a otras personas que estaban golpeadas, y mostraron en cámara las lesiones por piedrazos”. Terminada la nota, mientras el grupo comenzaba a caminar, él se quedó unos minutos tomando imágenes y apuntó la cámara hacia las vías, donde había un grupo de personas abajo, que empezaron a caminar hacia donde él estaba. “El asistente me dice ‘están viniendo’, esa gente empieza a correr, Gabriela se asustó y se fue a un costado. Cuando estaban a unos 50 metros de distancia me dí vuelta y enfoqué al primer grupo, los tercerizados, que seguían caminando hacia el otro lado y ya estaban como a 200 metros. Los que venían corriendo empiezan a gritar ¿por qué les das cámara a ellos?, nos rodean y nos dicen que no filmemos, y gritaban ‘Vamos, vamos’. Yo bajé la cámara pero la dejé prendida y seguí grabando.” Luego, especificó que eran unos 6 o 7, y el que les gritó primero tenía un cuello ortopédico (González).

“Los que venían adelante no tenían nada en la mano, los de atrás sí, pero no vi qué. Los que corrían iban en busca de los que se retiraban, que estaban en la esquina siguiente o en la otra. El asistente dijo ‘son tiros’, yo no me dí cuenta. Duró unos 5 minutos, hasta que los que corrieron volvieron a las vías. Ahí salimos y empecé a caminar hacia el lugar para registrar imágenes, pero escucho que gritaban que había heridos de bala y me voy para ahí”. Todos vimos las imágenes que grabó entonces, de Mariano agónico en la ambulancia, del charco de sangre donde cayó Elsa, de la pierna atravesada por una bala del tercerizado Pintos.

“Estaba muy nervioso y sentí temor, la situación me sobrepasó”, explicó antes de retirarse.

Después del cuarto intermedio del mediodía, ingresó a la sala Gabriela Judith Carchak, que se definió como víctima del delito de amenazas. Reiteró que fue con sus compañeros de trabajo hacia Luján y Santa Elena después que la producción le avisó que había pasado algo, y le dieron el teléfono de quien había llamado para más precisiones. Una vez en el lugar, los manifestantes, que eran unos 50, con muchas mujeres, jóvenes y de edad, y chicos jovencitos, le contaron que intentaron hacer una protesta sobre la vía pero los habían agredido, por eso se habían retirado.

De un tirón, sin dudar un segundo, la periodista contó lo que pasó entonces:

“Estaban algunos sentados, otros parados, replegando las banderas, y entrevisté a un tercerizado que se llama Diego (Cardias) que explicó lo que reclamaban y lo que había pasado, y a tres heridos, un hombre y dos mujeres. Una, después, supe que era Elsa Rodríguez, tenía un golpe fuerte en el brazo. Después que hacemos la nota, se empiezan a ir por Luján hacia V. Sársfield, había tercerizados con uniforme, otros con gorros del PO, otros de varias organizaciones. Estábamos a unas dos cuadras de las vías. Avise al canal que ya había terminado, me di vuelta y veo que, desde la vía, se juntan unas 200 personas gritando, corriendo, con palos y piedras. Un hombre de civil, joven, de pelo cortito y remera turquesa, estaba parado mirando la escena. Era evidente que era un policía. Cuando vio correr a los que venían de las vías, nos dijo ‘váyanse que los matan a todos’. Después no lo volvió a ver. Me subí a la vereda y me escondí para mirar la escena, mientras los que corrían llegaban, y se desprenden unos 6 o 7 que rodean a mi camarógrafo y mi asistente, y los increpan de manera bastante violenta. Uno de cuello ortopédico gritaba ‘bajá la cámara, no filmes, te vamos a romper todo’. Pensé que ante una mujer se iban a calmar, por eso me acerqué y les ofrecí que dijeran lo que quisieran en cámara, pero esa misma persona (González) me seguí gritando: ‘Vos siempre lo mismo, dándole cámara a estos piqueteros de mierda’. Nos fueron llevando hacia la puerta de Chevallier, la gente de ahí nos deja entrar. Permanentemente nos amenazaban y un par se quedaron como vigilando que no se levante la cámara. Dejaron dos o tres personas para controlar que no grabáramos. Oí gritos, golpes, estruendos por 4 o 5 minutos y de vuelta los veo corren para el lado de donde vinieron. Ahí salimos de atrás de la reja, y se nos acercan llorando y gritando los manifestantes, diciendo ‘hay heridos de bala’. A 40 o 50 metros vemos a Mariano malherido, en una ambulancia. Se acercaron otras dos personas heridas, un joven con una bala en pierna, lo grabamos”.

Con precisión, identificó en fotos y videos al “hombre del cuello ortopédico”, el imputado González, y al otro que la “acompañó” hasta Chevallier, que no la dejaba caminar para otro lado, de ojos claros, con pelo largo y rulos (Pipitó). También recordó la escena de quien, con una camisa clara, frente Chevallier, hace un ademán hacia la cintura como acomodándose algo (Pérez).

Las defensas intentaron relativizar el fuerte testimonio, pero, como viene sucediendo, les salió el tiro por la culata. Gabriela Carchak reafirmó el miedo que ella y su equipo sintieron ante el apriete para que no registraran la escena, y reiteró que tanto González como Pipitó les ordenaron “Bajá la cámara, no grabés que te rompo todo”. El broche patético para las defensas fue el interrogatorio del Dr. Igounet, defensor de Uño, que trató de tergiversar el claro testimonio a partir de que, en el informe que emitió minutos después del hecho C5N con la voz en off, en directo, de la propia Carchak, ésta usó en un momento términos como “batalla campal” y “enfrentamiento”. Tajante, la cronista le retrucó: “Yo vi un ataque y gente que se defendió, porque fueron atacados cobardemente por la espalda”. Para alivio del resto de los defensores, el insistente Igounet se rindió: “No tengo más preguntas, Su Señoría”.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Día 37 - La patota: los indefendibles (8/11)

"Sánchez, Pipitó, Uño, González, todos juntos al costado del tirador. Cuando se quedaron sin tiros, todos ellos retrocedieron."

Gonzalo Damián Fernández, ex tercerizado despedido de la empresa Confer S.A., prestó uno de los testimonios más precisos y contundentes que se tengan sobre lo ocurrido el 20 de octubre de 2010. No sólo por la coherencia de su relato en cuanto a lo vivido, sino también por la certeza y seguridad que demostró a la hora de reconocer a los agresores.
"Fuimos citados en la Estación Avellaneda por reuniones previas que tuvimos con Cardías, Villalba, el hermano de Pintos y otros compañeros tercerizados despedidos, para cortar las vías por la reincorporación y el pase a planta permanente. Ya lo habíamos hecho en julio de ese mismo año desde las siete de la mañana hasta las diez de la noche. Ahí conocí a los compañeros. Nos llevaron al Ministerio de Trabajo, nos prometieron pero nunca cumplieron. Por eso unos 20 tercerizados y grupos que nos apoyaban, fuimos el 20 de octubre a Avellaneda".
Contó entonces que, al llegar, en las vías estaba la gente de la UF, por lo que decidieron caminar por la lateral. "Se armó el revuelo cuando nosotros quisimos subir en el Puente Bosch, ellos empezaron a tirarnos de todo. Eran más que nosotros, entre ciento cincuenta y doscientas personas. Yo entré por un alambrado roto, trepé el terraplén junto a Fabián, otro tercerizado despedido de HERSO S.A. y no duramos un minuto arriba de las vías. Lo hice porque vi la ocasión de subir y me mandé, nosotros no tenemos jefes que ordenan."
Desesperando a las defensas, porque su testimonio destila la lógica del agredido, reconoció que llevaba palos y gomeras "porque no sabés con lo que te ibas a encontrar" . Y de banderas, sólo recordó una grande, la que había hecho el propio Mariano tal como se ve en los videos.
Relató entonces que, al recibir la represión policial con balas de goma y gases, dejaron muchos de esos palos en el lugar (seguramente los que después levantó la patota y los esgrimieron contra ellos, según los videos) y se fueron tres cuadras por Luján, hacia Vélez Sarsfield, en dónde hicieron una asamblea y decidieron retirarse. "Llevaríamos una cuadra caminando hacia Vélez Sarsfield y vienen ellos, corriendo con piedras y palos en las manos. Quedamos enfrentados a unos 30 metros. Volaban las piedras de ellos y nuestras, que recogíamos de lo que nos tiraban". Seguidamente terminó de comprometer la situación del barra brava Favale cuando describió uno "morrudito de remera azul, uno que sale de atrás de un auto y empieza tirar, va hasta el medio de la calle, se para y empieza como trotando para atrás al tiempo que hace así (aquí el testigo se para e imitando a Favale, extiende el brazo y lo recoge después de cada disparo). El tipo estaba a veinte metros mío. Escuché más de un tiro."
Específicamente preguntado por las defensas hacia dónde apuntaba el tirador, respondió con firmeza "Hacia la gente". Y aportó dos cuestiones que terminan de cerrar el compartido plan de la agresión: "Al costado de él (por Favale) estaban ellos, todos juntos: Sánchez, Pipitó, Uño, González, un gordo morocho vestido con ropas de ferroviario... todos los que salen en el video que mientras él tiraba con balas ellos tiraban con piedras y cuando se quedaron sin tiros retrocedieron todos juntos y fue ahí que los corrimos".
Ve entonces por primera vez a los dos patrulleros atravesados, una vez que los patoteros pasaron y volvieron al terraplén. Dijo que la policía fue increpada por los compañeros, entre ellos Pintos, que mostró su herida de bala en una pierna y que por toda respuesta recibieron "nos sobrepasó la situación" en un pueril intento de zafar de una responsabilidad insoslayable.
Y para desgracia del imputado Uño, la insistencia de su propia defensa para ver los videos lo terminaron de comprometer de un modo directo e irrefutable: mientras la defensa de Favale se opuso a la exhibición (está claro que no puede seguir cosechando marcas en el casillero "culpable") el Dr. Igounet se empecinó. El testigo señaló en la proyección a Uño como uno de los más encendidos atacantes, ubicándolo sin dejar lugar a dudas.

Un testimonio más sucio que una "PAPPA"

Carlos Alberto Del Pappa, es un ferroviario que trabaja en Transmisión de Alta Tensión en Témperley, conocido de todos los imputados, inclusive por el barra y hombre de confianza de Pablo Díaz: Favale. Lo convocó la defensa para embarrar la cancha en un arrebato de impotencia que da cuentas sobre el verdadero estado del proceso.
Dijo desconocer todo lo relativo al corte hasta las 9:00 de ese 20 de octubre, en que por la banda de su radio de trabajo escuchó que se juntaba gente en el cuadro de vías de Avellaneda parta evitar el corte de vías. Primera rareza: Sin más y sin siquiera informar a sus superiores, junto a un compañero de apellido Barreiro, dejó su puesto de trabajo y con su propio auto fue hasta el lugar. Pese a no tener contacto con el usuario, dijo: "No íbamos a permitir que se corten las vías porque después el pasajero nos hace blanco a nosotros."
Contó cómo iba con sus compinches por las vías, mientras los manifestantes lo hacían por la calle y con "la policía de la Pcia. de Buenos Aires al frente de esa manifestación", curiosa afirmación que reiteró después sin dudar, contradiciendo a todos (de un lado y otro) que la ubican detrás.
Contó después los episodios del Puente Bosch, dijo haber sido golpeado en una mano por un tuercazo y que "nosotros respondimos con piedras a modo de defensa porque ellos nos agredieron desde abajo". Otra rareza: seguidamente describió al terraplén tan empinado que torna increíble su versión. Dijo que los manifestantes se fueron, pero que ellos (la patota) temían que volvieran para cortar las vías. Estuvieron casi una hora o más en las vías, con tanto calor que decidió bajar a tomar bebidas, cuando de pronto vio que desde los manifestantes "se elevó una pancarta y apuntaba como si vinieran para acá... estaban a 300 metros. Todos gritan se vienen, se vienen, y algunos de los nuestros empiezan a correr hacia donde estaba la pancarta." El corrió, también, pero no adelante, y vio como sus compañeros "son agredidos con piedras y palos y entonces deciden volver". Después dijo que, minutos antes, desde la Estación Yrigoyen, llegó un grupo liderado por Favale, a quien conocía del corte de boleterías en Constitución del mes de septiembre y del acto en Ríver "en apoyo de la Presidenta". Este grupo pasó, no habló con nadie y bajó (los videos muestran claramente que vienen caminando desde la estación Yirigoyen, que se "funden" con la otra patota al grito de "Ferroviairos Carajo" y se saludan, pero DEL PAPPA no vio nada.). Ahí presuntamente escucha disparos y aquí si se produce uno de los más inverosímiles relatos jamás escuchados en la audiencia: "cuando miro en diagonal a mí , veo a un hombre con gorra negra y cabello canoso que le salía a los costados, una manga blanca de una remera y haciendo un ademán sacando como un arma o algo oscuro". Es tan trucho este intento desesperado de querer introducir la teoría del enfrentamiento armado que ni siquiera repararon en que el propio testigo reconoció que esto lo vio a 70 metros... ¡70 metros de distancia! y que entre él y ese presunto tirador "había tumulto, gente corriendo, griterío."
Con la inevitable sensación de estar frente a alguien que miente y mucho, pero además mal, su declaración intentó justificar a Daniel González diciendo que traía a un hombre herido y hasta dijo que se encontró con Pablo Díaz, con quien, en el bar de la estación Avellaneda mantuvo este diálogo: 

Pappa: ¿Para dónde vas Pablo?
Dïaz: A mi casa.- Responde el responsable de reclutar y manejar todo el plan en el ataque.
Pappa: Te llevo estoy con el auto, voy a Témperley. 
 
"En ese momento en la TV cuentan que hay dos muertos y heridos en los episodios por lo que nos sorprendimos más Pablo que yo... y volvimos a Temperley." (¿Sin saber quiénes eran los muertos y heridos? ¿Sin saber qué había pasado? ¿Sin preguntar a nadie sobre lo que ellos pudieron no haber visto?).
Si esto es verdad, la que miente entonces es Karina Benemérito, la funcionaria de la UF que dijo que Díaz se enteró de todo por el llamado que ella le hizo a las 4 de la tarde... Aunque no se descarta que mientan ambos.
Pero en un momento al Pappa se le cayó la sotana: después de un rato largo y con un corte de luz que hizo peligrar la continuidad de la audiencia, reconoció: "Soy amigo de Pablo Díaz y hablé una sola vez con su esposa Viviana Torres después que lo detuvieron, pero no para presentarme como testigo diciendo esto que estoy diciendo yo". La defensa de Pablo Díaz intentó sacar al testigo del atolladero cuestionando las preguntas de la querella, hasta que desde nuestro rincón se dijo: "Hay cuatro llamadas que no concuerdan con lo dicho por el testigo". El gesto del defensor es imborrable.
Pero había más. Terminada la actuación de Del Pappa, el defensor de González, Dr. Froment, completó el cuadro: amplió la nulidad de todo lo actuado en la Instrucción porque dijo que la jueza no había investigado que González en su indagatoria menciona a Del Pappa y nunca lo llamó a declarar. Ahora bien... ¿y ellos porqué no lo hicieron si nada se los impedía?.
Un viejo axioma judicial dice: Nadie puede alegar su propia torpeza... aunque la mayor de ellas haya sido haberlo traído al juicio. Quien embarra la cancha suele salir salpicado.

La ejecución del plan criminal, filmada por C5N. Primera parte.

Marcelo Pablo Polito era el asistente de cámaras de C5N que, junto a la peridodista Gabriela Carchak y el camarógrafo Gustavo Farías, fueron convocados al lugar por los propios manifestantes después de haber sufrido el ataque en el Puente Bosch. Cuando llegaron, vieron gente muy golpeada, entre los que estaban Elsa Rodríguez y el propio Mariano Ferreyra, quien les ofreció grabar de cámara a cámara las imágenes que había grabado "durante la emboscada previa o no sé qué en las vias. (...) Por el display de la cámara observo hacia las vías y veo a la gente en la calle abajo del puente juntando piedras, rompiendo baldosas... la más chica era la mitad de una. La situación era pesada". De pronto al testigo se le acercó "una persona de camisa blanca con handy en las manos que me dice que me tengo que retirar porque me iban a romper todo, la cámara y esas cosas. Yo me pongo firme y le respondo estoy laburando si querés sacame vos, yo no me voy, y el policía repitió te van a romper toda la cámara...Sé que era de la fuerza porque escuché la modulación en el handy", dijo después, corroborando el diseño y la ejecución compartida entre la patota sindical y la fuerza policial.
Es más, señaló a los móviles policiales puestos arriba de la vereda previo identificarlos como en cuña sobre el asfalto y hasta vio el carro hidrante "que se abrió cuando empezó a venir esa gente enajenada con palos y todo. Nos increpan, nos insultan, nos recriminan que le demos cámara a esos negros de mierda. Nos van empujando y nos metemos en Chevallier. Eran unas quince personas las que nos amenazaban y actuaban como jefes de grupo, mientras otras gesticulaban como si tuvieran armas en la cintura". Después, en los videos, reconocería a los imputados Sánchez y González entre esos primeros y a Pérez como a uno de los amenazadores con la mano en la cintura. González es el que los increpa , "el señor del cuello ortopédico", como lo llamó.
Desbaratando definitivamente la absurda versión defensista de un enfrentamiento, refirió que "la última vez que veo al grupo de los tercerizados es cuando se retiran, con todas las banderas enrrolladas, lo hacen a mis espaldas y dando la espalda a quienes venían con palos".
Contó entonces que cuando él y sus compañeros pueden meterse en Chevallier, previo empujón de la patota, ésta empieza la corrida hacia los manifestantes y se desataron "...piedrazos, gritos, rotura de vidrios, alarmas, y 8 detonaciones de las cuales me asombraron las tres primeras y las tres últimas. Eran balazos, sé distinguirlos de otras detonaciones porque en allanamientos filmados por nosotros en nuestro trabajo en villas y asentamientos varias veces han disparado".
Describiendo todavía más puntualmente cómo era que tenían todo previsto y planeado para matar y salir impunes, contó que "uno del grupo que venía de las vías, con pelo largo y campera azul, fue y vino hasta la puerta de Chevallier como custodiando que nosotros no salgamos para evitar que filmemos. Estaba parado ahí esperando que sus compañeros hayan hecho lo que hicieron". Después lo identificó en el video y en las fotos como al imputado Pipitó, caminando al lado de su jefe Pablo Díaz.
Para completar la cínica conducta del grupo delincuencial que prestó una colaboración indispensable para la ejecución del crímen, es decir los policías federales que estaban en el lugar, contó que "una vez que todo terminó y yo estaba entre los heridos y abrazaba a una mujer que estaba desesperada, vino otra persona mayor con handy a preguntarme qué había pasado... como si estuviéramos en un cumpleaños de quince".
El testigo refirió en todo momento haberse asustado y mucho, vivir amenazado y temeroso desde esos hechos, al punto de volver a declarar después de haberse retirado, para denunciar esta situación.
Por supuesto la defensa pidió el falso testimonio, como lo ha hecho cada vez que un testigo compromete seriamente sus intereses, es decir, en casi todos los casos de testimonios recogidos en la audiencia... y van más de doscientos.

El lunes declara el resto del personal de C5N que filmó el ataque. No pudo hacerlo el pasado 8N, porque algunos defensores como Freeland y Fenzel manifestaron a viva voz su deseo de concurrir a la marcha opositora al gobierno. La patota que ellos defienden, hace dos años, fue a Ríver en apoyo a los K. Unos y otros, asiduos concurrentes a "compromisos patrióticos y democráticos" en los que se decide la tercerización de la vida y de la muerte, de los trabajadores.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Día 36, 6 de noviembre.

“Paren el barco, me quiero bajar…”
Ése parece ser el ruego de las defensas, que ya no pueden disimular su preocupación. Es que, a medida que siguen declarando los testigos ofrecidos desde la Unión Ferroviaria, se complica más la situación de los imputados. Tanto es así, que a cada rato desisten de testimonios que, hace apenas unos meses –o semanas-, anunciaban como “claves” para demostrar la inocencia de sus representados.

Del “acto de presencia” a “un compañero más”.
Hoy comenzó la jornada con Miguel Alejandro Torreta, soldador y delegado de los Talleres de Remedios de Escalada. Uno de los que fue sindicado por otros testigos –incluso “amigos”- como reclutador de la patota.
Ya en las generales de la ley, sus respuestas nos hicieron sonreír. Después de explicar que conoce a varios de los imputados porque son sus compañeros de trabajo, como Uño o Alcorcel, cuando se le preguntó por Pablo Díaz, dijo: “Claro que lo conozco. Pablo… Pablo es la cabeza nuestra”. La cabeza de la patota, como el 20 de octubre.
Torreta reconoció que, el 20 de octubre, su supervisor, Aldo Amuchástegui, “me comenta que había un acto de presencia en Avellaneda. Agarré una planilla de personal y empecé a recorrer los sectores para preguntar quién quería ir. Supuestamente íbamos a hacer un acto de presencia porque había gente que quería cortar las vías, partidos políticos, nosotros no teníamos más paciencia”. Después le preguntamos qué quería decir eso de “acto de presencia” que a cada rato repetía, y ¿explicó?: “Acto de presencia es eso, es plantar presencia en la estación y quedarse ahí. Como si fuera una reunión con los compañeros”, y no supo qué decir cuando desde el tribunal le retrucaron, “¿Y si se iban a quedar ahí, por qué se fueron hasta el puente Bosch?”.
El hombre trató de hacer, lo mejor que pudo, lo que le pidieron: asegurar, como otros en las jornadas anteriores, que la patota sólo bajó de las vías porque hacía calor y buscaban sombra, y así estaban hasta que los atacaron las fieras enardecidas entre las que estaba mariano Ferreyra. Pero por más esfuerzo que puso, no pudo. Dijo que él se quedó sobre la vía porque estaba operado de la rodilla, junto a unos pocos más, gente mayor, que tenía miedo de bajar porque “Quebracho le pega a la gente…" (¿?), al mismo tiempo que cándidamente admitió que “los otros” estaban tan lejos, a unos 300 metros, que él ya no los veía…
A pesar de que intentó ayudar a sus jefes y benefactores –aclaró que está trabajando en el ferrocarril “gracias al Sr. Fernández, que le tramitó el ingreso”- terminó dando elementos a la acusación. Contó que las planillas con los trabajadores que iban a la actividad las entregaba a la encargada del personal, y, así, quedaban “liberados”, con permiso de la empresa para irse. Admitió que de los talleres salieron no menos de 80 a 100 “liberados”. En Avellaneda eran más de 120 en total, y “superábamos en número a los otros”. Mandó con pitos y cadenas a los policías, tanto a la “gente de traje que estaban sobre la vía, se decía que eran comisarios” como a los de infantería, que llegaron, miraron y se fueron justo antes del ataque, y los de los patrulleros de la comisaría 30ª.
Describió el “ataque” como, dijo, se lo contaron “un montón de compañeros que fueron en la corrida”: “Me dijeron que ellos fueron todos corriendo y al llegar unos 200 o 300 metros se encontraron con un grupo de gente del PO parados con palos, encapuchados y con una bandera grande, se tiraron unas piedras, se pelearon, se escucharon disparos que ellos pensaron que eran 3 tiros y se volvieron”. Y aclaró que, además de los “suyos”, llegó un grupo que no conocía, y que fue en la corrida. Pero después resultó que Favale, al que primero dijo “no conozco” lo había visto a la salida de la cancha de River tras el “acto de Cristina y Moyano”, preguntó quién era, le dijeron que se llamaba Cristian, y concluyó: “era un compañero más”.
Cuando empezó la ronda de preguntas de la fiscalía y las querellas, se le puso la mente en blanco. Primero, no recordó la reunión en los talleres después del hecho, pero luego reconoció que la pidió él, para que vinieran a decirles a todos los que habían ido al “acto de presencia” “que se quedaran tranquilos”; no pudo decir para qué, por qué o gritando qué corrieron sus compañeros por la calle Luján, ni recordó haber preguntado después, ni siquiera cuando supo que había un muerto y otros heridos de bala.
Tan vagas eran sus respuestas al promediar la declaración, que, ya sobre el final, el juez Días le preguntó: “¿Toma algún medicamento? Porque hay muchas cosas que no se acuerda…”, lo que motivó un pedido de cuarto intermedio del defensor de Pablo Díaz, que, de regreso, arremetió contra el tribunal por el “trato horrorosamente desigual entre testigos”, como si los compañeros que declararon en las primeras audiencias hubieran venido a un día de campo. Lo “horrorosamente desigual” es comparar a los trabajadores conscientes con estos pobres domesticados por la burocracia a la que aspiran pertenecer.

“Ahora nos pusieron una delegada”.
Pasados unos minutos, llegó María Cristina Creado, empleada administrativa en Remedios de Escalada, que fue por varios años boletera en Constitución, y fue traída al solo efecto de contar los momentos de congoja que padeció cada vez que “venían los piqueteros y los grupos políticos a bloquear las boleterías”. Mezclando un poco de todo, juntó las movilizaciones de desocupados, con Castells y Nina Peloso a la cabeza, con los incidentes de septiembre de 2007, protagonizados por pasajeros enardecidos hasta el hartazgo por el maltrato y la falta de servicio.
Su intento de mostrarse lejana a los imputados y ajena a las cuestiones “políticas” se derrumbó cuando contó que ella también fue al acto “de la CGT en apoyo al gobierno” en River. Con permiso de la empresa, claro. Y, de nuevo, mostró la diferencia entre ellos y nosotros, cuando se le preguntó por los delegados de su sector de trabajo. “Antes no había, ahora pusieron una delegada”, se le escapó.

"Los ferroviarios de los Talleres de Escalada no tienen contacto con los usuarios".
Con esta frase se despidió el testigo Nicolás Germán Salgado, de Evasión del Roca. El picaboletos, que llamó Pablo a Díaz y Dani a González siendo que ninguno de éstos trabajaba en su estación ni en su área, también admitió conocer al "Gallego Fernández" por los asados del sindicato. El 20 de octubre de 2010 estaba en la Estación Glew y se enteró de todo por dichos de terceros.
Adiestrado, intentó descalificar los reclamos contando que varios cortes de vías terminaron en hechos violentos contra su persona por obra de los usuaruios indignados, como un episodio que habría ocurrido en Longchamps. Lo adjudicó a "sectores políticos".
A preguntas de la querella, sin embargo, reconoció que él no fue convocado a evitar el corte del 20 de octubre, y que él y sus compañeros de tareas tienen contacto directo con los usuarios, cosa que no tienen los trabajadores de Talleres de Escalada, porque su tarea es ajena al trato con los pasajeros. Entonces quedó en el aire de la sala la pregunta que sólo se responde con la lógica de la patota: El Gallego, Pablo, Dani y los demás imputados ¿querían evitar el corte para defenderse de usuarios con los que no tenían contacto? ¿Y él, que sí tenía contacto y además hasta sufrió en su propio cuero otras agresiones, ni siquiera fue convocado? ... Si algo faltaba agradecer a las defensas es que hayan corroborado lo de la fuerza de choque reclutada en Escalada.

"Era un hombre que estaba muy agradecido".
Fernanda Schiapparo Scalese era boletera en la estación Rafael Calzada. "Conozco a Pablo Díaz del barrio y del club 20 de Febrero, somos amigos, me hizo entrar al Roca ..." Casi en la misma línea que los anteriores testigos, contó que los usuarios se ponen violentos con los cortes para después aclarar "en realidad con los cortes, accidentes o lo que sea", y repitió para que no queden dudas sobre la razón del malestar del usuario "con los usuarios siempre hay problemas por lo que sea que no haya". Su testimonio anduvo por adjudicar a sectores políticos esos cortes y mezclar acontecimientos que nada tuvieron que ver con los hechos del 20 de octubre, de los que se enteró cuando llegó a su casa. Y en otra muestra de la enorme contribución que las defensas hacen a la acusación, ofreció dos datos determinantes a la hora de calificar a los testigos: por un lado reconoció que ese día no hubo cancelaciones ni inconvenientes en la estación por ningún motivo (esto desmiente al testigo y delegado Dotta que dijo que dejó la misma estación de Calzada porque no había trenes y por eso fue recogido en un auto en el que venía Uño) y finalmente algo sugestivo sobre este mismo Uño: "es una persona tranquila, muy bueno y estaba muy agradecido". Repreguntada de quién estaba agradecido Uño, titubeó y mucho ¿otro motivo del alistamiento en la patota es precisamente esta manera de expresar la gratitud?.

El amigo de la familia.
Jorge Antonio Valdéz es control en la estación Glew del Roca. Ingresó en Mayo de 2008. "Conozco a Pablo... a Pablo Díaz, es amigo de mi familia desde hace 20 años, yo tengo 25 y entré al ferrocarril por él". Otro picaboletos que, habiendo vivido circunstancias agresivas y teniendo contacto con los usuarios, tampoco fue convocado al "acto de presencia". Eso sí, puesto a declarar contra cortes y piqueteros fue fiel al amigo: "yo no se por qué cortaban, pero eran piqueteros del Polo Obrero, MTS y cosas por el estilo". Tambaleó y mucho cuando, a preguntas de la fiscalía, reconoció que tenía una novia llamada Sandra Fernández, compañera de trabajo en Quilmes y a quien el día del crímen le prestó un teléfono celular que pertenecía a la flota del amigo de la familia.
Las defensas terminaron la jornada desistiendo de otros testigos... bien que hacen.

martes, 6 de noviembre de 2012

Día 35 - (01/11)

"Con funcionarios de la empresa como Walter de RRHH y Hourcade de Transporte, les dimos a los que venían a impedir el corte, todas las garantías de que nada les iba a pasar"

Ricardo Ernesto Arias es un ferroviario que integró en forma activa la patota que atacó a los tercerizados. Del grupo de delegados que responden a la burocracia sindical, en los Talleres de Escalada, contó que fue y convocó a impedir el corte para demostrarle a los usuarios que ellos no eran los que cortaban. Dijo, además, que, junto a funcionarios de la empresa como un tal Walter de RRHH y el jefe de transportes Hourcade, le dieron al resto de sus compañeros "garantias de que no iba a pasar nada".
La versión de los hechos, inocultablemente armada, intentó poner a su grupo en víctima. Pero lo inverosimil afloró en todo momento. Si los tercerizados iban por la calle lateral y ellos arriba de las vías sobre un terraplén muy alto, no se explica como los primeros van a ser los que agreden desafiando a la lógica y a la física: tirar cosas desde abajo hacia arriba, en un lugar encajonado y sin salida, para comenzar una agresión, resulta poco menos que suicida. Sobremanera si los de arriba tienen el dominio de la situación en todo momento, a punto que el grupito minúsculo que intentó subir a las vías fue rápidamente bajado, permitiendo que el propio testigo, que según su relato venía atrás, llegara a ver cómo, abajo, lo dispersaba la policía con una cortina de gases.
Dice que varios compañeros suyos salieron heridos en brazos y pecho por tuercazos, pero nadie se reportó como herido.
Dijo que "la otra gente", se fue a 300 metros del lugar y que ellos se quedaron en las vías porque temían que volvieran.
Dijo que bajaron"para comer" y que de pronto vio una corrida, dejó su sandwich y su gaseosa y salió tras sus compañeros, ignorando por qué corrían. Que pasó a los móviles policiales, que al principio se encontraban casi enfrentados y que después se corrieron. Que corrió cerca de 150 metros y entonces vio a la gente del PO con la cara tapada, gorritas y palos grandes. Llegó a Chevallier y ahí escuchó 5 o 6 tiros, que para él eran pirotecnia. Entonces volvieron para las vías. Dijo que no vio armas, que no vio a Favale ni ahí ni en las vías, que a González lo vio en las vías y que vio cámaras de TV en la parte de abajo. Y que a Pablo Díaz le habían dado una paliza cuando intentaba regresar a las vías. Y que de verlo casi a diario, nunca más volvió a ver a Pablo Díaz.
Precisamente esas cámaras de TV son las de C5N, y revelan que el testigo tiene deformada la memoria: en todo momento él aparece encabezando la corrida, al lado de González y del propio Favale, y, cuando regresan, se lo ve al lado de Díaz, que luce impecable y sin la mínima señal de haber sido siquiera rozado. No supo explicar lo que le mostraban las imágenes. Tampoco supo responderle al juez Díaz, cuando le preguntó por qué ese día, habiendo tantas mujeres trabajando, ninguna fue al corte. Sólo supo responder, de un modo que a todos resultó sugestivo, "la convocatoria no era para mujeres".
A preguntas hechas por nuestros abogados querellantes sobre si los tercerizados eran o no ferroviarios, contestó dos veces que eran tercerizados, reafirmando la política que el sindicalismo empresario del ferrocarril ha desplegado: antes que compañeros de trabajo o representantes de ellos, los delegados burócratas son soldados de Pedraza, a tal punto que, con este testimonio y esta reafirmación de disciplina contraria a la moral de la clase obrera, reconocen que lo que defendían eran el negocio de la Cooperativa de Pedraza, que consistía en administrar la cuestión de los tercerizados sin expectativas de que ingresen a la planta permanente del ferrocarril.

La memoria de este testigo interrumpió la hasta ahora armóníca relación de todos los defensores. Por haber relatado que al volver de la corrida los patrulleros se habín corrido, el Dr. Mariano Maciel, defensor de uno de los federales, pidió el falso testimonio de Arias, para desesperación del abogado de Pablo Díaz.
Cuando el barco zozobra, las ratas huyen por los tirantes.

La testigo que le guiñó el ojo a Alcorcel.

Verónica Laura Dellanna se presentó como Ejecutiva de la Unión Ferroviaria (lo dijo dos veces) y Secretaria de Acción Social de la seccional Bs.As. Sur. Con su guiño, provocó la sonrisa del imputado y una constancia en actas por esa impropia actitud de alguien que, instantes después, dijo no tener interés en el juicio.
Con Pablo Díaz se veía a diario en su lugar de trabajo en Constitución. Ese día se enteró por él del corte.
Pablo Díaz le comentó que iba para Avellaneda, y lo hizo en una camioneta de la empresa. Luego ella escuchó por radio lo que pasaba, motivo por el cual le envió un mensaje a Díaz para saber si estaba bien. Dijo que se enteró por los medios de todo lo ocurrido. Hay registros de varios contactos telefónicos ese día con el propio Pablo Díaz, pero ella lo relativizó diciendo que sólo era para decirle que no se preocupe, que él no había hecho nada. Lo extraño, finalmente, es que ella tampoco volvió a ver a Pablo Díaz, pese a que mateaban a diario en su común lugar de trabajo.

La funcionaria que responde a Schiavi y Luna. 

Graciela Cavazza es una abogada de la Subsecretaría de Transporte Ferroviario, dependiente de la Secretaría de Transporte que por entonces regenteaban el Ingeniero Schiavi y Antonio Luna (ambos procesados por la masacre de Once).
La funcionaria contó que "representaba a la Secretaría en cada reunión del ministerio de Trabajo donde se discutían convenciones de trabajo por el impacto económico que podían tener en la tarifa y en la economía en general". En otras palabras: la secretaría (el estado), la Ugofe (la empresa) y la UF (el sindicato empresario) se cuidaban de que los tercerizados no modificaran las reglas de juego del capital que convierten a los salarios y a las condiciones laborales en su predilecta variable de ajuste.
De los hechos, así como de cualquier responsabilidad en su prevención, despegó en todo momento tirando la pelota hacia sus superiores.
Habló con Fernández todo el tiempo "porque eso se lo ordenaron sus superiores". Recibió la nota del comité de crisis de UGOFE y la derivó "por orden de sus superiores". Ese día 20, "los contactos que hice con la empresa y el gremio me aseguraron que estaban dadas todas las condiciones para operar". El contacto con el gremio fue a través del imputado Fernández con quien mantuvo varias llamadas entre los días 19 y 20... y todas "porque se lo encomendaban los superiores de la Secretaría de Transporte".
Está cada vez más claro que faltan algunos otros imputados en el banquillo de los acusados.

"A los tres días apareció una camioneta Hilux con alguien que nos trajo un remanente, dinero en varios sobres".

Cuando el testigo Jorge Víctor Aguirre, ex-tercerizado traído al juicio por las propias defensas, dijo lo que dijo de la Cooperativa Unión del Mercosur, se hizo un silencio extraño en la sala. Hasta el fiscal se paró en un momento y lo comentó con las querellas. Aguirre acababa de poner en claro cómo la Cooperativa de Pedraza había comprado la voluntad de los tercerizados del obrador de Alejandro Korn dónde él trabajaba, para que no se sumaran al reclamo del resto de los tercerizados.
Aguirre contó que, en diciembre de 2009, entró a la Cooperativa por el enjuague de un concejal peronista de Alte. Brown (para quien "trabajaba políticamente") y el segundo de Pedraza, el Gallego Fernández. Que "fue entrevistado por Cabrol de Mercosur, quien rápidamente le dijo que no se haga ninguna ilusión de pasar a planta permanente, habiendo firmado un papel que reseñaba su condición de monotributista". Dijo que no quería saber nada de sindicalismo ni de reclamos y que lo único que él quería era cuidar su trabajo. No obstante, cerca del mes de mayo de 2010 empezó a escuchar fuertes reclamos de tercerizados "para dejar de estar como animales". Pero fue a los 7 meses de ingresado en que sus propios compañeros lo eligieron como "cabeza de cuadrilla", una definición que no pudo explicar pero que debe sumarse al conocimiento directo y estrecho que tenía con Pablo Díaz, entre otras cosas porque ese "título y función" era como brazo ejecutor de otras tareas del mismísimo Díaz en ese taller del sur. "Pablo me pedía que lo tuviera al tanto de lo que ocurría en mi sector" .
Corría el mes de julio, curiosamente el mismo del primer gran corte de vías del año efectuado por los tercerizados del Roca y que ya preocupaba a Pedraza, a Fernández y a su tropa. Fue en esos mismos días y después que presuntamente él personalmente gestionara el reclamo, que "apareció una camioneta Hilux con una persona de pelo largo y 17 sobres con dinero, que repartió en su taller de la zona ferroviaria de Gutiérrez, diciendo que eran los remanentes de las utilidades de la cooperativa que no se repartieron en los últimos tres años. Dinero, todo, para sus compañeros, que a él le juntaron un poco y le dieron en reconocimiento".
El testigo de "la defensa" el mismo que no quería saber nada de gestión sindical, puso en claro alguno de los aspectos claves del plan criminal que condujo a la muerte de Mariano: cooptación, compra de voluntades, apariencia de legitimidad gremial... todo servía para aleccionar a los tercerizados. Y si se necesitaba, proveer a la impunidad en caso de tener que explicar conductas en sede judicial.

"Acto de presencia era impedir que se llegue a otro corte de vías."

Marcelo Suárez, otro ferroviario que integró la patota armada en parte en los Talleres de Escalada, delegado convocado por Pablo Díaz "para hacer acto de presencia, es decir, impedir que se llegue a otro corte de vías", dice haber visto muy poco y estar lejos de los hechos, pero misteriosamente recibió un tuercazo en el pecho. "Cuando empezó la corrida , era un griterío, algunos gritaban ¡¡¡Vamos!!!" yo estaba abajo del Puente Bosch tomando gaseosa, apenas hice 20 0 30 metros y volví a subir a las vías. (...) No escuché disparos ni comentarios sobre ellos. Desconozco si alguno dio la orden de ir a correrlos. Cuando estábamos en las vías vi bajar a un grupo al grito de "ferroviarios" pero no conocía a nadie".
Vale recordar que Suárez es el pelado de torso desnudo que rodea a Pablo Díaz cuando vuelven por las vías a la estación de Avellaneda y que, como otros, (por caso Amuchástegui y Carnovale) debió estar sentado en el juicio al lado de su jefe.

Juez: "Si Ud. se asusta, si Ud. no quiere la violencia, ¿para qué corrió para adelante?"
Testigo: "Me hago la misma pregunta...".

El testigo es Mariano Víctor Marocco, de los Talleres de Escalada, otro que fue al "acto de presencia" con el propio hijo de Pablo Díaz. Llegó a decir que "los tercerizados atacaron primero con un grupo de mujeres y chicos para después abrirse y aparecieron tres cordones de seguridad con palos y caras tapadas". En su patético e hilarante relato, dijo que estuvo a 10 metros de la gente, para disuadir. Fue tan increíble, que provocó la pregunta del juez. Lo único cierto que dijo, convencido de que quien corre 300 metros para buscar a los que se van, lo hace para disuadir y por eso debe contar con el respaldo policial, fue que "los patrulleros nos protegieron, se abrieron a la ida y después se cerraron".

"Cuando volvíamos en el auto con el imputado Uño y otro compañero, me llamaron mi mamá y mi señora para contarme lo que decían los medios, pero no hablamos nada entre nosotros"

Jorge Eduardo DOTTA es un guardabarrera de Claypole, uno más de la patota ferroviaria del cuerpo de delegados que responde a Pablo Díaz. Dijo que ese día iba para Constitución y que en la estación de Rafael Calzada se enteró del corte. Llamó a Amarilla, un compañero que venía en auto junto al imputado Uño y con ellos llegó a Avellaneda. Caminó por las vías, escuchó el griterío al tiempo de la corrida mortal pero él hizo media cuadra y se volvió. El grito era "¡¡¡Vamos vamos que los corremos!!!, ahí abajo del puente estaba Pablo Díaz", a quien vivía llamándolo. Las escuchas telefónicas dan cuenta de las que tuvo ese mismo día antes, durante y después del crímen. Por eso sorprendió que, volviendo con sus dos compañeros en el mismo auto que lo llevó y ante la gravedad de la información recibida, no hayan comentado nada entre ellos.
¿Algo más que un silencio cómplice se guardaba en ese auto?

"Muchachos no hagan quilombo y pórtense bien."

Jorge Krakovsky es hoy jubilado ferroviario de los Talleres de Escalada. El 20 de octubre de 2010 dice que escuchó comentarios que tenían que ir para evitar un corte de vías antes de las 10.00. "Nos retiramos unos cien hasta Avellaneda. Había mujeres que le deban el pecho a criaturas y que cuando nos ven llegar se retiran y caminan por una calle lateral y palabra va palabra viene, insultos van insultos vienen, veo un incidente antes del Puente Bosch. Yo grité "Ferroviarios Carajo", porque cada vez que había un corte de vías se paralizaba el servicio y nuestros compañeros eran agredidos por los usuarios, por eso fuimos. Esta gente, los tercerizados no hacen tareas ferroviarias, no son ferroviarios.
De pronto de la estación Yrigoyen baja un grupito que no eran ferroviarios y bajan debajo del puente y empiezan a correr a esta gente. Yo estaba arriba del puentecito. Siempre estuve allí. Divisé a uno con gomeras. No escuché disparos, sí muchos gritos."

Párrafo aparte para su "defensa" de Pablo Díaz: como un abuelito que recomienda tomar la sopa, dijo que ese día sólo le escuchó decir "Muchachos no hagan quilombo y pórtense bien" provocando la pregunta del Tribunal respecto a porqué dijo Díaz eso: "Porque él es un 'delegado superior', un referente nuestro, lo que él decía, conducía". Entonces contó que también estuvo en Ríver con Favale, a quien también vio en Constitución en los incidentes de Plaza Constitución, en las mismas ocasiones en que estaba Pablo Díaz . Cuando contó los episodios del corte de boletería en Constitución, no supo explicar por qué fue, si ahí los usuarios no se ven afectados, por el contrario, se benefician porque viajan sin pagar.
De dudosa moral para decir que "de haber sabido que se iba a matar a alguien no hubiera ido, estaba a seis meses de jubilarme" finalmente y a preguntas del Tribunal debió reconocer que cuando empieza la corrida mortal: "lo que vi desde arriba del puentecito, es que esta gente, la del PO, se iba retirando... retirando" (reafirmando, como quien confiesa, arrepentido).

La jornada terminó con la histeria del abogado defensor de Fernández, el "prestigioso profesor" Dr. Freeland, con un remanido planteo de una presunta desigualdad de trato entre las querellas y la defensa, que todos entendimos como una maniobra destinada a relativizar los efectos de la enorme derrota judicial sufrida en la fecha. Fueron todos testigos de las defensas...