martes, 30 de octubre de 2012

Día 34 - Cuatro tristes patoteros y un firme candidato a la reja (30/10)

Pasado el temporal, sigue el mal pronóstico para las defensas, a pesar que la jornada estuvo dedicada a sus propios testigos, que llegaron con cara de susto, pero dispuestos a decir lo que se les indicó que debían declarar para tratar de mejorar la situación de sus jefes y camaradas.

El primero fue Ricardo Julio Del’Orto, que trabaja en los talleres de Remedios de escalada, que de entrada, reconoció que conoce a casi todos los imputados de la Lista Verde, Alcorcel, Díaz, Uño, Pipitó, Fernández, González, Pedraza, Pérez y Sánchez, pues son sus compañeros. Relató que el 20 de octubre de 2010 llegó a su trabajo como siempre, antes de las 6:30, y un rato después los delegados de la Lista Verde le avisaron que “iban a hacer un acto de presencia en Avellaneda para impedir un corte de vías”.

Allí, vio la manifestación que iba por la calle, “eran menos que nosotros”, que cantaban, iban con banderas, tocaban bombos, y estaban “en la suya, no nos gritaban ni se metían nada con nosotros”. Recordó que uno o dos policías subieron al terraplén y preguntaron quién estaba a cargo de la gente. “Alguien contestó que era Pablo Díaz, que bajó a hablar con la policía. Escuché que los policías decían que no querían kilombo, que hicieran lo que tenían que hacer sin líos”. A la altura del Riachuelo vio que unos pocos quisieron subir a las vías y hubo un intercambio de pedradas, hasta que “los otros” se alejaron unos doscientos metros o más y se quedaron en una esquina.

Llegado el momento de explicar por qué habían bajado del terraplén, Del’Orto habló del calor, y de unos “muchachos que llegaron de Yrigoyen caminando por las vías, que no parecían ferroviarios, pero venían cantando consignas a favor nuestro”. Luego, dijo, alguien gritó “Bajen, bajen, los vamos a sacar” y muchos –también el testigo- corrieron hacia los lejanos manifestantes que habían abierto sus banderas. Dijo que de pronto escuchó disparos y retrocedió, para volver corriendo a las vías.

Cuando la fiscalía y las querellas empezaron a interrogar, saltaron las incongruencias. “Se sobreentiende que si salimos por el gremio estamos liberados, ellos piden autorización para sacar a la gente”, aseguró, y crucificó a los policías imputados: “En la estación había policías federales, y arriba del andén 5 o 6 policías uniformados y un par de camisa o saco y corbata. Debajo de la vía en el puente, al lado de la rotonda, había un carro de asalto. La policía no hizo nada”. También explicó la “democracia” de la burocracia: “Los delegados te dicen vamos para acá, vamos para allá”.

Y terminó reconociendo que, al día siguiente en los talleres había “silencio y miedo porque nadie sabía cómo era la cosa”.

En similar línea, declaró luego Juan Alberto Brandán, que también reconoció a Díaz, Fernández, Alcorcel y González como “compañeros de trabajo”. Como señalero su tarea era caminar las vías, por eso cuando escuchó por radio de la empresa que había “gente en las vías”, fue a ver qué pasaba. Se encontró con sus “conocidos”, y llegó con ellos hasta el puente Bosch. Los de “abajo” iban “con chicos, sacando fotos, filmando, cantando”.

De nuevo, trató de justificar la bajada del terraplén para “buscar sombra”, y, como el anterior, trató de instalar una nueva historia. “Levantaron las banderas y venían hacia nosotros”, quiso justificar contra toda evidencia, contra lo que los videos muestran con claridad.

El tercero fue Ricardo Damián Almada, que hace 5 años trabaja en los talleres de Escalada. “Dijeron que iban a cortar las vías, y que íbamos … que el que quería ir a manifestarse en contra podía ir”, arrancó. ¿Quiénes dijeron?, le preguntamos, “Era vox populi”, trató de arreglarla.

Llegado al puente, contó que los manifestantes "retrocedieron como tres o cuatro cuadras”, y volvió con el cuento de que ellos bajaron a la calle “por el calor”. “Los otros se estaban unificando eran más y se venían acercando como para el lado de las vías, entonces unos compañeros dicen ‘vamos a sacarlos’ y salen corriendo, yo me quedé arriba de la vía”. Con cierta misericordia, lo dejamos ir sin más preguntas.

En cuarto lugar llegó el plato fuerte, Aldo Amuchástegui, supervisor de los talleres de Escalada, y ahora delegado y miembro comisión de reclamos de la UF. Reconoció que a eso de las 9:00 se comunicó con Pablo Díaz, que le contó que había que impedir un corte de los tercerizados y partidos de izquierda, y el soldado de la Verde respondió: “Si hay que ir para allá, yo voy. No era nada de otro mundo, si hay que salir a un acto, a un asado, a un acto del gobierno, yo voy.”

Así, dijo, consultó como siempre con la empresa, y en un rato juntó unos “cien muchachos” que se anotaron en la lista para ir a la “invitación”. En su esfuerzo por ayudar a sus co-equipers detenidos, no se dio cuenta que mandó a los policías imputados con pitos y cadenas. “Nosotros no agredimos para nada”, contradijo lo que se ve con tanta claridad en los videos. De nuevo, el cuentito del calor y la búsqueda de sombra para explicar por qué bajaron del terraplén, y una excusa absurda para justificar el ataque: “Venían para adelante, para donde estábamos nosotros, nos tiraban piedras”, dio, pero después no pudo mostrar esa escena en el video de C5N, que muestra sin interrupción la bajad y la corrida, cuando los compañeros, a más de 300 metros, se iban hacia la avenida Vélez Sársfield. “Los periodistas eran mala onda, después vi por TV que no mostraron nada”, quiso argumentar, mientras se disfrazaba de víctima y hablaba de que tenía miedo, -cagazo, dijo- mientras el vídeo periodístico lo muestra avanzando a paso firme al lado del imputado Pérez, que ostensiblemente manipula algo que oculta en su cintura.

Confrontado con los vídeos  terminó diciendo que no vio avanzar a los manifestantes, sino “moverse”, y, aunque negó cualquier conversación posterior con los imputados por teléfono, bastó un breve fragmento de una que sostuvo con el “Gallego” Fernández, recibiendo instrucciones de cómo declarar, para que el mismo se preguntara: “¿Yo dije todo eso?”.

Dijo que no conocía a Favale, pero lo reconoció del acto kirchnerista en River (donde había miles y miles de personas) y de la movida para confrontar con una movilización de tercerizados en el hall de Constitución unos meses antes...

Y terminó la fructífera jornada con Carlos Alberto Carrazana, que llevó a Pablo Díaz a Avellaneda en la camioneta que usa para su trabajo en el ferrocarril a las 10:30 u 11 de la mañana, y sólo aportó que “había policía como siempre hay en las estaciones, pero un poco más de lo normal”.

Con testigos así... ¡no se defiendan más, muchachos!

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