viernes, 21 de diciembre de 2012

Día 51 - No vino el fin del mundo, pero algunos tienen cara de apocalipsis. (21/12)

¿Y dónde están los testigos de las defensas?
La primera cuestión que se abordó en la audiencia de hoy fue la imposibilidad, a pesar de los esfuerzos del personal del tribunal, de ubicar a Humberto Martínez y José "Dinamita" Pérez, los únicos testigos pendientes. Martínez es el secretario general de la seccional sur de la Unión Ferroviaria, fue ofrecido por la defensa de Pedraza, y de repente desapareció después que, hace un par de jornadas, un congresal alejado de la Lista Verde, Germán Aguirre, contó que lo escuchó decir "yo, lo que agarro, lo tiro para arriba", en relación al porcentaje del salario de los trabajadores con que se quedaba. "Dinamita" es otro ferroviario que, según relató el periodista Diego Rojas, le contó con detalle la forma en que Favale llegó a Pablo Díaz y cómo lo vio, antes del 20 de octubre de 2010, actuar como su guardaespaldas, entre otras cuestiones igualmente reveladoras.Quien insistió en traerlo fue la defensora oficial de Favale, pero, como Martínez, hace varios días que no atiende ningún teléfono. El tribunal decidió evaluar si los manda buscar con la fuerza pública.

El que sí vino fue el policía federal Martín Hugo Sánchez, pedido por la defensora oficial de Favale que sigue buscando alguna forma de invalidar la forma en que, a partir de una llamada anónima, se llegó a identificar a "Harry". Como ocurrió en su momento con la jefa de Sánchez, la comisaria Dávolos, el policía no se acordaba de nada, y en breves minutos el presidente lo despidió con el habitual "su declaración ha terminado".

"La verdad... no sabría decirle..."
Ésta fue la frase más repetida en la corta declaración de Adrián Leonardo González Juárez, un ferroviario de los Talleres de Escalada aportado por el abogado Fenzel, defensor de Pablo Díaz. Es curioso que este hombre apenas apareciera hoy, ya sobre el final de la recepción de testimonios (estaba previsto para mucho antes, pero fue difícil encontrarlo), y que nunca fuera ofrecido para declarar en la instrucción. Porque González Juárez es el testigo "estrella" del que habló Fernández con uno de sus subordinados apenas después del asesinato, como quien iba a declarar que vio a un tirador en la columna de tercerizados y militantes. A pesar de que tenía algo tan importante para decir, recién hoy vino, y, a tenor de sus respuestas, sin demasiado entusiasmo.

Contó que el 20 de octubre de 2010, el delegado de su sector, Miguel Toretta, lo convocó a ir a Avellaneda "a hacer presentismo" (sic) "para ir y estar parados en las vías así no cortaban". Reconoció que unos 40 a 50 hombres dejaron el taller con el propósito de ir a impedir la manifestación de los tercerizados y que caminaron desde la estación Avellaneda hasta el puente Bosch sobre las vías, a la par de "una multitud caminando, con palos, tapadas las caras". Mintió descaradamente ya cuando llegó al intento de subida a las vías, que como tantos compañeros lo acreditaron, y como se ve en los videos y fotos, sólo fue logrado por un puñadito de compañeros que tuvieron que bajar enseguida por la lluvia de piedras de la patota. En cambio, él dijo que "como 20 o 30 de los otros subieron hacia las vías y nos empiezan a tirar piedras, mientras de los costados venían gomerazos, nosotros respondimos con las piedras de las vías". A pesar de la mentira, reconoció que "Se logra que se vayan una o dos cuadras y nosotros nos quedamos parados ahí, sobre el terraplén en el puentecito".

Luego repitió la historia que ya oímos de algunos integrantes de la patota de que bajaron a buscar sombra y gaseosas porque hacía mucho calor, y que, "Entre una y media y dos se ve de la parte de ellos que se levanta una pancarta y venían hacia las vías, alguien dice vamos a ganar una cuadra para que no se vengan. Caminamos una cuadra. Frenamos y en minutos empezó de nuevo lo de las piedras, palazos. Escuché unos ruidos, como cohetes o disparos, y mis compañeros retrocedieron gritando que estaban disparando".

Ahí llegó al momento que las defensas esperaban: "Sobre una esquina veo un muchacho arrodillado o inclinado, con una mochila negra. Metía la mano en la mochila y nos apuntaba con algo". Pero, para desesperación del abogado Fenzel que lo interrogaba, no pudo dar más datos. En cambio, puso nerviosas a las defensas policiales cuando agradeció la ayuda policial, porque, dijo, "Había dos patrulleros en una esquina, que después que pasamos nosotros de vuelta se movieron y cortaron la calle para que los otros no pasaran. Enseguida llegó el camión hidrante, y nosotros nos fuimos".

El problema para los defensores fue que, cuando se le exhibieron el video de C5N, donde se ve con claridad que los compañeros están a más de 300 metros y caminando hacia Vélez Sársfield, y se ubicó en el momento y lugar que el "testigo estrella" había dicho que estaba (frente al portón enrejado de Chevalier), no hubo manera de que se puediera acomodar nada de su relato con lo que se veía en la pantalla.

Al final, terminó diciendo que no reconocía a nadie en el video, que no se vió él, y, cuando se le puso espeso, recurrió al "no sabría decirle", que repitió unas 10 veces.

La hipocresía no oculta la mentira
Recuperado, aparentemente, de su "bajón" de la audiencia pasada, hoy sí declaró Francisco Pipitó, uno de los encargados de apartar del camino a la indiscreta periodista Carchak, su camarógrafo y su asistente. Aunque se ve que su defensor lo había aleccionado para que se hiciera el buenito, no se disimula así nomás lo que uno decide ser en la vida. Y a pesar de que trató de emocionarse al defender su inocencia, lo cierto es que no pudo resistir que saliera a la luz su tono de patotero, y que se le desviara la mirada amenazante, varias veces, hacia el sector de las querellas.

Se negó a recibir preguntas de nadie salvo su abogado, que tampoco se esforzó mucho en interrogarlo, porque, en verdad, cuanto más hablaba, menos creíble resultaba. "Yo estaba con parte de enfermo, con una licencia para hacer cura de sueño porque tenía muchas actividades además del trabajo en el ferrocarril, y dormía poco y mal. Ese día pasé por Lomas a buscar una carta para la comisión de reclamos y me fui a Constitución. En el entrepiso pregunté por Pablo Díaz para dejar la carta, pero no estaba, dejé la carta y ahí me enteré que iba a haber un corte. Tenía que ir al médico. Al volver, cuando el tren llegó a Avellaneda vi gente conocida, así que bajé y me quedé. Caminamos por las vías, estaban Pablo, Amuchástegui y otros que no conozco de nombre. Abajo iban los manifestantes PO. A unos 50 metros se ve que sube gente y tiran piedras, duró unos 5 o 10 minutos, porque abajo intervino la policía y arriba del puente vino la infantería. Bajé con dos de seguridad del tren a comprar gaseosas a la estación Yrigoyen, serían las 12. Después me quedé abajo por el calor, charlando con gente y tomando las gaseosas. De pronto dicen 'ahí vienen, vamos a correr' y salieron todos corriendo, yo también. Nunca vi que los otros vinieran, yo me sumé a la corrida, pero paré porque me canso por el cigarrillo. Vi la gente con la cámara, lo vi a González que le recriminaba al camarógrafo que siempre les dan prensa a ellos y no a nosotros, vino la periodista, hablamos, ella nos dice que tiene un micrófono para hablar, yo no la amenacé ni les hice nada". ,

“Estoy acá por una mentira”, dijo levantando la voz, y quiso conmover hablando de su hija. Cuando remató con un patético: "Hace dos años y medio que no la veo", Beatriz, la mamá de Mariano, murmuró: "Yo al mío no lo voy a ver nunca más".

Si esa declaración era la estrategia de defensa de Pipitó, mejor se hubiera quedado callado.

Las escuchas
El presidente del tribunal dio por terminada la etapa de recepción de testimonios, con la excepción de los dos "buscados", y comenzó la incorporación de los fragmentos de escuchas telefónicas más significativos, seleccionados por las querellas y la fiscalía. Sonó en la sala la voz del "Gallego" Fernández, antes de su detención, dando instrucciones: "No te hagás el pijardo, vos declará lo que te digan los abogados" (24 de octubre de 2010 a Amuchástegui). O preocupado, el día de la detención de Pablo Díaz, porque "declaró ese boludo", en referencia a Favale.

Por lejos, cuando más tenso se puso el ambiente fue cuando se escuchó el diálogo del Gallego con Antonio Luna, subsecretario de Transporte puesto por Pedraza:
Luna: “¿En qué te puedo ayudar yo?”.
Fernández:: “En explicarlo a los… a tus colegas del gobierno … si llega a seguir todo así, llevándose ferroviarios y acusando al pedo esto va a terminar en que le vamos a parar todos los trenes”.
Luna: “Mañana me encargo de hablar con Schiavi”.

O con el que sostuvo el Gallego Fernández con un funcionario del ministerio de Trabajo, que lo llamó por el paro de la línea Roca cuando fue detenido Pablo Díaz. Fernández trató de justificar: "...es que los muchachos se pusieron locos por la detención del pibe éste..." y el funcionario Ricardo Octavio le preguntó: "¿Te conviene que aplique la ley o no hacemos nada?", en referencia a la conciliación obligatoria. Y siguió "Por más que aplique la ley es una cuestión de hecho y la puta que lo parió, yo me cago en la ley ante una situación de éstas". Un dialoguito entre amigos, donde queda bien claro que la ley es lo que a ellos les convenga que sea.

Después siguieron otras con varios de sus subordinados, ordenando que "nadie haga nada", o que, si no lo ubicaban a él, "consulten con Karina [Benemérito] o Maldonado"; o, finalmente, organizando reuniones de los abogados "con los muchachos, para calmarlos".


El próximo viernes, 28 de diciembre, seguiremos deleitándonos con las escuchas telefónicas. Luego habrá un receso hasta el 15, 16 y 17 de enero para terminar con cuestiones pendientes, como la inspección ocular y alguna indagatoria, si es que deciden hablar. Y el 4 de febrero de 2013 comenzará la etapa de los alegatos.

Para sorpresa de los esotéricos, hoy no llegó el fin del mundo. Pero a juzgar por los rictus amargos de algunas caras, como la del profesor Freeland, para algunos ya se terminó.

martes, 18 de diciembre de 2012

Día 50 - "... la mayoría no sabía que iban a disparar”, me dijo Pedraza.(18/12)

La frase retumbó en la sala al promediar la declaración testimonial del periodista independiente Diego Rojas, cuando comentó lo que más le llamó la atención de la entrevista que logró hacer, en enero de 2011, al jefe de la Unión Ferroviaria, todavía en libertad. "Encaré el libro con una investigación periodística con estructura triásica: reconstruir qué sucedió el 20 de octubre de 2010 a través de los relatos, realizar un retrato de Mariano Ferreyra y la hacer investigación del contexto político y económico y de las causas del ataque", explicó. Quiso entrevistar a Juan Carlos Fernández, pero le cortó el teléfono. Pedraza, curiosamente, lo recibió. "La entrevista me permitió comprobar su profundo conocimiento de lo que sucedía en el sindicato y en el Cooperativa Unión del Mercosur que dirigía gente del sindicato", destacó, y puso como ejemplo que, cuando le preguntó por Favale, Pedraza sacó de su escritorio los curriculums de los aspirantes, entre ellos el del barra brava, y le dijo que era Fernández quién decidía ingresaba y quién dejaba de ingresar. Y que, cuando le preguntó por los despidos en la Cooperativa Unión del Mercosur, Pedraza los negó, por lo que Rojas mencionó a Pablo Villalba, uno de los despedidos, el hombre fuerte de la UF inmediatamente lo calificó como “Un activista, un delincuente que no quiere trabajar”.
"Pedraza me dijo que ya el día anterior sabían de esta movilización y que Fernández le dijo de no convocar a los barras bravas porque se podría descontrolar y tener un muerto, concluí que la convocatoria a los barras formaba parte de su imaginario. El periodista Gravia venía denunciando las vinculaciones de la barra brava de Defensa y Justicia con la UF, y también la de Racing, que tenía relación con Sánchez, y la de Independiente, Los Diablos Rojos, con contacto con Fernández", siguió explicando, mientras el profesor Freeland se ponía verde y trataba de usar cualquier argumento para interrumpir el testimonio.

Luego, el periodista contó que entre muchas otras personas que le fueron abriendo fuentes en el mundo del ferrocarril, entrevistó a Germán Aguirre, un ex integrante de la lista Verde que le contó que las convocatorias orgánicas del sindicato se viabilizaban a través de los delegados, como Benemérito, Piola, Carabajal, él no quiso ir con sus compañeros a la convocatoria del 6 de septiembre y del 20 de octubre. También relató al entrevista a otro ferroviario, Marcelo González, que le dijo que, en el acto de River con la presidenta, Favale actuaba como guardaespaldas de Pablo Díaz y se ocupó de indicar a los choferes dónde estacionar los colectivos.

Después, siguió, entrevistó a José "Dinamita" Pérez un ferroviario ex boxeador, que conocía a Harry Favale del barrio. "Dinamita" le contó que como Favale quería entrar en el ferrocarril, él le dio una tarjeta de Pablo Díaz para que lo fuera a ver, y poco tiempo después lo vio barriendo en una estación, porque había entrado a una de las empresas contratadas. Más adelante, se encontraron en la calle, y Favale le dijo que estaba en juicio con esa empresa, y que Díaz lo iba a contratar para "cagar a palos a los pibes de las contratadas".

Mientras el sudor crecía del lado de los defensores, y no por el calor, el periodista se explayó sobre el "denso clima delictivo en Constitución" que le describieron sus fuentes. Cuando lo interrogaron los abogados de las defensas, con solidez Rojas dio razón de cada una de sus afirmaciones, y ofreció al tribunal las grabaciones originales de cada entrevista realizada, así como los datos de las personas que no le pidieron reserva de su identidad. Aunque el presidente del tribunal, en un momento, aclaró que son ellos quienes deben responder la pregunta "¿Quién mató a Mariano Ferreyra?", la respuesta ya estaba dicha.


“Te recordamos, Morsa, que los cadáveres los amontonamos uno a uno”.
Germán Aguirre trabaja en el ferrocarril desde 1995 como guarda. Fue activista, delegado de base y congresal de la lista Verde, pero para 2010, junto a un grupo de compañeros, tenían "desavenencias y se estaba viendo la posibilidad de retirarse o de rectificar esas posturas". Contó que el 6 de septiembre de 2010, cuando estaban en un bar de Burzaco, lo llamó la delegada Karina Benemérito, para que se plegaran a un acto en Constitución. Como resolvieron no ir -se trataba de reprimir la movilización de los tercerizados frente a las boleterías. Enseguida llamó el Gallego Fernández para pedirle explicaciones. "Le contesté que no íbamos a ir porque no era nuestra tarea correr gente", dijo.

"Cuando nos apartamos llenaron las estaciones de volantes, me llamaban traidor, y uno decía abajo: 'Te recordamos, Morsa, que los cadáveres los amontonamos uno a uno'”, aseguró, y agregó que ya desde el 19 se sabía de la convocatoria para el 20. "Esas convocatorias, la del 6, la del 20, la del acto de River o el de Obras los delegados no las hacían motu proprio, había un objetivo orgánico".

Sobre los negociados, relató que escuchó al delegado Humberto Martínez decir “Lo que yo agarro lo tiro para arriba”, porque le cobraba a la gente para que pudieran trabajar y él se quedaba con un porcentaje, y el rsto "iba para arriba". Cuando le preguntamos a quién daba Martínez esos dineros, trató de evadir la respuesta, y al final admitió: "Arriba de Martínez está Fernández, no Dios".

Los nervios del profesor Freeland regresaron con todo cuando el hombre habló de la mañana del 20 de octubre, en el congreso de Latin Rieles: "Yo llegué a eso de las 9 de la mañana, al pasar por Avellaneda con el tren vi los carros de asalto del lado del Carrefour. En el break del mediodía, a eso de las 12:30 o 13:00, la llamé a Karina (Benemérito) y le dije, '¿por qué no paran todo esto?'. Ella se puso nerviosa, vino Fernández, yo le iba a hablar pero recibió una llamada y se apartó. Esatba Pedraza también, en el break no lo vi, se fue a hablar por teléfono. Mi señora y otro compañero me llamaron y me contaron primero que había apedreados, después heridos, por eso me fui".

A pesar que el secretario del tribunal aumentó la potencia del aire acondicionado, ante la evidencia de que, antes que sonaran los disparos, sus defendidos sabían bien lo que estaba pasando, y que eran quienes podían "parar todo eso", Froment y Freeland sudaban cada vez más.

Que declaro, que no declaro.
La semana pasada, la defensa de Pipitó anunció que su asistido quería declarar, lo que se previó para el final de la tarde.
Primero, pasó por el estrado el tercer testigo del día, el neurólogo Baistrocki, que detalló las características de la herida de Elsa Rodríguez y sus secuelas, con necesidad de rehabilitación continua y permanente. Ante la insistencia del abogado Freeland, que sostiene que la herida se agravó por la forma en que la compañera fue urgentemente trasladada ante la ausencia de todo auxilio oficial, el médico fue tajante: "La asistencia inmediata es determinante para evitar agravamiento, se haga como se haga el traslado".

Cuando todos esperábamos que declare Pipitó, su defensor explicó que lo postergaban porque se sentía mal. "Ud. está caído ¿no?" comentó el juez Dias. ¿Será el viernes?.

Y para cerrar la jornada, de nuevo intervino Freeland, para plantear un recurso de reposición contra la resolución de tribunal que rechazó su absurda pretensión de hace dos jornadas, de incorporar las imágenes del escrache a la casa de la provincia de Tucumán y de exigir a las querellas que le demos "garantías" para el día de la sentencia. Después que su remanido planteo fuera contestado con solvencia por Maxi Medina, abogado de la mamá de Mariano, y la compañera Claudia Ferrero de nuestra querella, el tribunal rechazó la pretensión, y le recordó que se le impusieron costas por el incidente porque "ese tipo de exigencias es manifiestamente improcedente y por eso se sanciona.".

Se va acercando el final, y aunque en estos días parece que el calor afloja, los técnicos del tribunal están ajustando el aparato de aire acondicionado, a ver si los defensores dejan de transpirar.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Día 49 (14/12)

La jornada continuó con la misma tónica de la anterior, aunqnue con la significativa ausencia del profesor Freeland, que el día anterior, tras su pretensión de exigir a las querellas que le "garanticemos su seguridad" el día de la sentencia, fue duramente amonestado por el tribunal: “Lo bueno de que el juicio esté siendo grabado es que quienes hablan tendrán que responder civil, patrimonial o penalmente por lo que dicen”. En concordancia con eso, hoy fue rechazado el pedido de incorporar las fotos y videos del miércoles pasado en la casa de la provincia de Tucumán, y, sobre el pedido de garantías, se lo rechazó, con costas.

Seguimos con los peritos, empezando con los médicos forenses, como la Dra. Silvia Palomero, que hizo los informes sobre las heridas de Elsa Rodríguez, Nelson Aguirre y Ariel Pintos. Fue contundente en cuanto a que el disparo en la cabeza puso en peligro la vida de Elsa, y describió las heridas de bala de Nelson y Ariel. Luegom vino el Dr. Oscar Agustín Losetti, quien realizara la autopsia de Mariano Ferreyra. Describió, además de la herida que lo mató, la lesión preexistente en una pierna, seguramente producto de los piedrazos en las inmediaciones del puente. Con absoluta claridad, describió la trayectoria interna del disparo, que atravesó la unión intercostal, compuesta de hueso y cartílago duro ("no como el de la oreja", explicó) que explica algunas de las deformaciones de la bala.

Los últimos fueron los peritos balísticos de gendarmería Gonzalo Bruno Díaz y Mario Rojas. El primero constató las deformaciones de la bala obtenida del cuerpo de Mariano, y aseveró la existencia de un roce en el camino de la boca de fuego al cuerpo de Mariano, de tipo tangencial, es decir, paralelo a la trayectoria original. Rojas explicó cómo descartó que se produjera un rebote contra una pared, y, en cambio, habló del "efecto dedazo", propio de tiradores sin demasiada experiencia o nerviosos, que, al apretar el gatillo con demasiada fuerza, hacen que en el momento de disparar el arma baje y el tiro salga con una dirección menos directa que la que se propone su autor.

Rojas volvió a certificar que la bala que mató a Mariano y la que hirió a Elsa salieron de la misma arma

La defensa oficial de Pipitó anunció que quiere declarar antes de fin de año. Para la semana próxima, están previstos los testimonios de Diego Rojas, periodista que investigó en forma independiente el asesinato y logró entrevistar a Pedraza antes de su detención  el ex directivo de la UF, Germán Aguirre, entrevistado recientemente en Perfil por el propio Rojas, y Humberto Martínez, hombre de Pedraza.

Día 48- Una misma arma y dos morales (11/12)

"Las declaraciones de los testigos NO SON ABSURDAS. El orificio de entrada de la bala que mató a Mariano respalda lo que todos dijeron sobre la posición del tirador, la distancia y la ubicación de la víctima."

Esta conclusión ha sido unánime. No hubo un solo perito que tachara de ilógicas las versiones que sirvieron para reconstruir el crímen. Las últimas audiencias registran las declaraciones de los diferentes peritos balísticos. Oficiales y de parte, todos coinciden en que quien disparó sobre Mariano Ferreyra, lo hizo también sobre Elsa Rodríguez. Todos coinciden en que el primero fue un disparo con un rebote tangencial, es decir, rozó apenas el piso, no con la ojiva (la punta) sino con el cuerpo del proyectil, y subió hacia el abdomen de Mariano.

Que esto haya ocurrido no excluye la intención de matar que tuvo quien disparó. Por el contrario, al ubicar la posición del tirador y de la víctima, todos los peritos coincidieron en la veracidad de los testigos del asesinato que fueron ubicando a uno y otro.

Pero con excepción del perito Carlos Rodríguez Ganduglia (perito propuesto por las defensas de Pipitó y Sánchez), para quien, según un cálculo esotérico que hizo sonreir a todos los que saben contar, la distancia de tiro podía estar a 4 metros y el disparo habría hacia el piso, todos los otros que desfilaron en esta audiencia, refieren la necesidad de distancia como determinante.

Así pasaron los de gendarmería, como la 1ª Alférez María Silvina Lastretti, quien hizo hincapié en los restos de minerales hallados en el proyectil, reveladores de su impacto contra el asfalto irregular y de las rayaduras longitudinales que exhibía lo que describía también una parábola larga que implica distancia. Luego la perito de las defensas, Cristina Vázquez, que tuvo que admitir que la boca de fuego debía estar apuntando a menos de 30º (lo que revela también la intención de quiéen dispara casi en forma recta hacia la víctima). Para desesperación de la defensa, ante la pregunta del tribunal sobre el radio de amplitud que alcanza a desviar el rebote del proyectil, la perito sostuvo "un abanico de no más de 5 metros" lo que no difiere en cuanto al resultado mortal, cuando se dispara sobre un blanco constituido por varias personas.

El perito Ángel Martí, también de parte, ex gendarme, venía bien. Su descripción coincidía con la de varios peritos. Hasta que, inducido por las defensas, desesperadas por introducir la alocada versión de que la bala pudo impactar en una pared, contestó que sí y ante las precisiones requeridas por el tribunal -que pareció desconfiar seriamente- reconoció que eso era improbable. "Sea prudente entonces" refirió el presidente del tribunal, "le recuerdo que está declarando bajo juramento" insistió el juez.

"Entre la boca de fuego y la víctima había entre 30 y 50 metros" así se expidió la experta Silvia Viviana Buffarini, por lejos la más precisa y solvente de todas las declaraciones periciales recogidas. Dando por tierra con el argumento del disparo sobre el piso o sobre una pared, refirió que "si se baja el ángulo de disparo, es decir si el cañón está a más de 30º, el rebote se eleva más, y el orificio de entrada en el cuerpo de Mariano reveló lo contrario".

La bala que mató a Mariano salió del mismo arma que intentó matar a Elsa. Todos coincidieron en que el alcance máximo de un 38 specialllega a los 200 a 250 metros. A Elsa intentaron matarla a menor distancia que esa, 180 metros. También coincidieron todos los peritos en que la posta extraída del glúteo de Nelson Aguirre es de las que se denominadas "propósito general", es decir, las de los cartuchos rojos de escopeta, no los verdes "antidisturbios", de goma. Salió de un caño de escopeta, aunque las defensas alientan la posibilidad de haber salido de una tumbera de fabricación casera. La perito Buffarini fue contundente: nadie puede determinar de qué arma salió. Lo importante, sin embargo, no es eso, sino la propia versión de Nelson, la víctima del intento de homicidio, que refirió que recició el disparo cuando se dio vuelta para escapar de los tiradores. Y los tiradores estaban entre los imputados. Favale fue uno, Sánchez el otro, tal vez por eso su mendaz perito Ganduglia, deba ahora procurarse una buena defensa. Como Locles, el perito del imputado Uño, que no declarará en este juicio por estar sometido a proceso al haber intentado modificar la bala que mató a Mariano. La defensa debería saber que la carne podrida no alimenta.

Marita Verón y Mariano Ferreyra, la impunidad es la auténtica violencia.

Promediando la audiencia, el abogado defensor del gallego Fernández, el ya patético profesor Freeland, expuso su presunta preocupación por los hechos registrados el día anterior ante la casa de la provincia de
Tucumán, motivados en la bochornosa sentencia absolutoria del crimen del poder tucumano. Pidió, entonces, que se agregaran como prueba para este juicio los videos de TN, para demostrar que (los representados por las querellas) "vienen como candorosos e inocentes a este juicio y son los que provocan y van armados a todas las manifestaciones". Y exigió que las querellas garanticen que no van a hacer lo mismo cuando salga la sentencia de este proceso. La respuesta de nuestro compañero Ismael Jalil no se hizo esperar: desde la denuncia de la chicana picapleitera hasta el rechazo de cualquier exigencia por ausencia de autoridad moral del delirante defensor, pasando por refrescar la muerte de 68 compañeros en la represión de la protesta social - todos del mismo lado- y la conciencia de que el juicio no es por un enfrentamiento entre dos bandos, sino contra la impunidad de un crímen cometido por el privilegio y en contra de los que luchan.

Un Freeland desbocado, muy parecido a un personaje de Capusotto, esperó al compañero afuera del Tribunal y entre insultos histéricos le hizo el más bello elogio que podamos recibir: "Mi moral no es la de uds.", gritaba. Es cierto, profesor. Muy cierto.

martes, 11 de diciembre de 2012

Día 47 - La bala de Mariano y la bala de Elsa (11/12)

En la jornada de hoy, empezaron a desfilar los primeros peritos balísticos y criminológicos que intervinieron en las diferentes pericias que se hicieron durante la instrucción, y que determinaron, para preocupación de las defensas, que hubo mucho más que un arma y un tirador en escena.

Fue una audiencia corta y sin grandes novedades, porque el conjunto de las pericias, a pesar de haber sido conducidas por policías y gendarmes, es contundente en lo que interesa a las partes acusadoras: hubo armas de diferentes calibres, hubo varios tiradores, los disparos fueron dirigidos a las personas, y, rebotes o no rebotes, tiraron a matar.

Empezamos con Edgardo Ariel Ríos, licenciado en criminalística y perito balístico, que intervino en dos pericias, una para determinar las posiciones de los tiradores de acuerdo a las declaraciones testimoniales, y otra analizando el proyectil que mató a Mariano.

Seguimos con Matías Damián Romero Ale y terminamos con Juan Andrés Leguiza, ambos de la misma repartición y con la misma preparación.

Todos ratificaron las conclusiones de sus informes, que establecieron que la bala que mató a Mariano y la que hirió a Elsa salieron de la misma arma, y que fueron disparos hechos con un revólver .38, dadas las características de los proyectiles.

En particular, fue contundente la ratificación de que el disparo que casi mató a Elsa fue directo, pues cualquier roce o choque que hubiera tenido en su trayectoria le hubieran restado energía cinética suficiente para llegar a destino con la fuerza suficiente para ingresar violentamente en su cráneo.

Aunque llegó tarde, el abogado Freeland se hizo notar, preguntándole a uno de los peritos qué es una tumbera. Quiso, también, que se le mostraran fotos de un trabajador tercerizado para preguntarle si el caño o palo que lleva en la mano para defenderse puede ser parte de un arma casera, lo que fue rechazado por el tribunal luego de que la fiscalía y las querellas se opusieran.

En este tramo, ya final, de la recepción de la prueba, se nota más que nunca antes la preocupación de las defensas, ya sin aire cuando todavía faltan un par más de metros por correr.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Día 46 - Más policías, y un vecino observador (7/12)

Más policías, y un vecino observador.

Con retraso, ya que tras la tormenta del jueves y la “nube tóxica” la sala de audiencias no estaba en condiciones de ser utilizada, apiñados en otro salón del edificio, comenzó la audiencia con el testimonio del inspector Pablo Marcelo Miño, el policía que dirigía el grupo de combate que estuvo presente en el lugar, a metros de los integrantes de la patota, y que fue retirado del lugar por sus superiores unos minutos antes del inicio del ataque.

Miño contó que llegó con seis o siete hombres a su cargo temprano, y se apostaron sobre el andén, desde donde vio llegar, en dos tandas, a los ferroviarios, que totalizaban unos 80. Un rato más tarde, oyó voces y bombos, y vio otro grupo de personas que iba por la calle paralela a las vías. Como se produjeron insultos y pedradas, pidió instrucciones por el equipo de trunking al comando, que le indicó reportarse por la frecuencia de la Dirección de Operaciones, que le dijo que se quedaran en esa posición. Un rato después, su jefe, el comisario Ponce –que escuchamos la audiencia pasada- le ordenó “bajar a Constitución por si el problema seguía allá”, por lo que se fueron, previo modular a la Dirección de Operaciones su retirada.

Fue contundente, seguramente sin darse cuenta de lo que decía, cuando describió que “sobre las vías estaban los jefes, los comisarios Mansilla, Ferreyra y Ponce, el subcomisario Premuda, y otros policías con el ‘uniforme uno’, es decir, camisa, pantalón y chaleco. Nosotros estábamos a 5 metros de los incidentes, los jefes estaban con los ferroviarios, hablaban con ellos”.

Luego fue el turno de Fernando Daniel Cozzarín, que era el jefe calle de la comisaría 30ª en octubre de 2012, y hoy está retirado. Su turno terminaba a las 12:00, pero como su relevo (el oficial Domínguez, que ya declaró) no había llegado, tuvo que ir cuando, al filo del mediodía, desplazaron los móviles de la comisaría a Luján y la vía. Allí vio “un grupo de personas que manifestaban por la calle, serían unas 50 o 60 personas, y a 100 o 150 m. había otro grupo sobre las vías. Los del terraplén eran ferroviarios. Los que estaban caminando se quejaban de los insultos que recibían de arriba. Bajé del móvil para entrevistarme al subcomisario Garay, que ya estaba ahí con los de la calle, 5 o 6 personas del Polo Obrero le estaban reclamando no sé qué cosa, así que no quise interrumpir. La gente ésta pasa atrás nuestro, hacia la avenida, y en eso me llama mi relevo que ya había llegado, así que subí al patrullero con el chofer y bajé a la dependencia”.

Nerviosa quedó la defensa del comisario Garay, frente a la reconstrucción del momento en que los compañeros del PO increparon a la policía por no haber actuado cuando fueron apedreados desde las vías.

Llegó luego el comisario Gustavo Luis Carca, Superintendente de Seguridad Metropolitana de la PFA en 2010. Repitió, a pedido de las defensas policiales, la cantinela que se dice y no se cumple nunca: “Tenemos directivas generales de actuación: no llegar a la confrontación, tratar de consensuar, hacer de mediadores entre las partes en conflicto, gestionar las audiencias para descomprimir”. De tanto que lo venimos escuchando, ya nos agarró la duda sobre quiénes serán, entonces, los desgraciados que se disfrazan de policías para reprimirnos en las movilizaciones...

Mostrando que en todos lados la burguesía tiene internas, y la policía, como fuerza a su servicio, no es excepción, Carca dijo exactamente lo contrario que su colega Berard en la audiencia anterior: “En la Sala de Situación, los operadores pueden tomar decisiones que no requieran autorización”. Así, quedó claro que, además de la responsabilidad obvia del director de Operaciones, el comisario Lompizano, sus subalternos, Conti y Echavarría, tenían un ámbito de autonomía.

El tercer testigo, también policía, fue el comisario mayor retirado Ricardo José Ortega, que era el jefe del Departamento de Orden Público que depende de la DGO, desde donde, a través de la División Planificación de Servicios se diagraman los que se ordenan cada día.

A partir de ahí, fue, de nuevo, el país de Nomeacuerdo. Preguntado una y otra vez, el comisario no pudo recordar cómo se armó el servicio del 20 de octubre; no recordó quién lo pidió, en fin, como si hubiera sido un episodio menor y sin consecuencias, nada de lo ocurrido entre el 19 y el 20 de octubre de 2010 dejó una impronta en su memoria.

Finalmente, fue el turno de Ángel Miguel Oga, que vivía para la época en Luján 2390, es decir, apenas pasando del otro lado del puente. En esa época, la casa estaba en construcción y él estaba en la entrada con otras dos personas. “Salimos a mirar, y vimos personas sobre la calle Luján, pasando Buen Ayre, con carteles rojos del Polo Obrero que estaban retrocediendo hacia Vélez Sársfield. Arriba de las vías había personas insultándolos, incluso hubo cascotes, gritaban ‘zurdos de mierda, los vamos a matar’. No pude ver bien cuántos eran en ese momento, como son cuatro vías sólo veía los que estaban más al borde. También había dos patrulleros, puestos sobre la calle Santa María del Buen Ayre en la esquina con Luján. Sobre la vía vimos por lo menos una persona de traje con handy, era evidente que era un comisario o algo así. En eso bajó un grupo chico, cinco o seis, de la vía, y hablaron con los policías. Cuando estas personas terminan de hablar con ellos, la policía se retira con los móviles.

En ese momento para un Fiat Siena o Palio bordó o borravino, en Luján 2380, la casa de al lado de la mía, y veo dos personas que bajan del auto. Uno llevaba una mochila, bolso o morral. Yo soy militante desde los 15 años, por la forma y el peso me di cuenta que ahí llevaban armas. Yo puedo aseverar por el peso, la forma, que eran armas o hierros. Estos tipos se acercan a la esquina de Bosch, y en segundos bajan muchos, y ellos se juntan con los que bajaban. Uno con pantalón de jean llevaba el morral.

Los que bajaron eran una cantidad importante, 80 o 100, y salen corriendo hacia el grupo de las banderas rojas. Había una especie de división de tareas, un sector que por la vestimenta parecían ser trabajadores, otros que no. Los del PO hacen un intento de armar una defensa, evidentemente retroceden rápidamente, con un grupo de jóvenes adelante, con palos. El momento del encontronazo ya está a 200 metros de donde estoy yo, pero escuché más de diez disparos de distinto calibre, tres por lo menos: unos sonaban a 22, una semiautomática, los otros no los identifiqué. Yo sé de armas porque estuve en la Resistencia Peronista. Como a los 8 o 10 minutos aparecen de vuelta los patrulleros”.


Y siguió: “Hubo un momento de confusión grande, los tipos discuten si siguen o se van, ya había un helicóptero de la policía sobrevolando. Entonces el grupo que bajó de las vías vuelve a subir y retroceden para Avellaneda. El Palio o Siena se fue, pero ni vi cuándo. Los policías de los patrulleros cuando volvieron se pusieron a mirar, no tomaron intervención para nada”.

La claridad de la declaración contrastó con algunas confusiones sobre la forma de su declaración en la instrucción que las defensas quisieron aprovechar para desacreditarlo. Este hombre contó que, enterado de que había presenciado un ataque criminal con el resultado de una muerte y varios heridos, recurrió a un viejo conocido de su militancia, el cuñado de Aníbal Fernández, Héctor Metón, que lo puso en contacto con el juzgado y la fiscalía. Aseveró que se negó a firmar su declaración testimonial (que, sin embargo, aparece suscripta con un “garabato”, como dijo el presidente del tribunal), si no le garantizaban la reserva de su identidad, “porque sé lo que son los vueltos sindicales, y entonces vivía ahí nomás, a 2º metros de la vía”.

Lo que no manifestó con claridad el testigo surge del expediente: efectivamente, cuando declaró, el 18 de febrero de 2011, se reservó su identidad, de modo que el acta no contiene sus datos personales, pero luego, cuando no aceptó incorporarse al Programa de Protección de Testigos y no concurrió a una nueva citación, se dejó sin efecto la reserva, y por eso, varios meses después, se glosó el acta original, donde figuran su nombre, domicilio y demás referencias. Ahora, dijo, se animó a volver a declarar porque ya no vive en Barracas.

Sobre el final, se diluyó cualquier sospecha sobre la veracidad del testimonio cuando se mostraron al Sr. Oga las imágenes iniciales del video obtenido por C5N, que enfocan con el zoom las vías, y allí pudo señalar, no sólo su casa en obra, sino su propia imagen, asomado a la vereda en el preciso momento que la patota inicia su carrera hacia los compañeros.

La audiencia culminó con algunas decisiones que el tribunal había dejado pendientes. Por una parte, rechazaron la citación pretendida por el abogado Igounet de Elisa Carrió, que nada tiene para aportar al debate (ni a nada). En cambio, se admitió el pedido de nuestra querella de incorporar un artículo periodístico recientemente publicado en el diario Perfil, donde Diego Rojas entrevistó a un ex congresal de la Lista Verde, Germán Aguirre, que le contó cómo organizó la UF la patota para ejecutar el ataque y dio muestras de conocer importante información sobre los negocios y actividades de la burocracia. Aguirre y Rojas declararán después que termine la ronda de peritos que se espera para la semana que viene.

A medida que nos acercamos a las etapas finales del juicio, se va viendo, cada vez más claramente, que ni la patota, ni sus jefes sindicales, ni los policías, tienen salida.

Día 45 - Un trabajador y dos policías (4/12)

Un trabajador y dos policías

Hoy escuchamos a dos policías, el comisario mayor Gabriel Oscar Berard y el comisario Gabriel Ponce, y a Pablo Villalba, uno de los trabajadores tercerizados de la Cooperativa Unión del Mercosur que estuvo en la movilización del 20 de octubre. La “falta de memoria” de unos contrastó con la precisión del otro, mostrando, de nuevo, con mucha claridad, quién es quién.

El comisario mayor Berard, el día que mataron a Mariano Ferreyra, era el subcomisario en la Sala de Situación de la Dirección General de Operaciones, es decir, subordinado del imputado comisario Lompizano y superior de los imputados oficiales Conti y Echavarría. Si el 20 de octubre de 2010 el entonces subcomisario hubiera trabajado, no hubiera declarado como testigo propuesto por sus camaradas, sino que hubiera estado, desde un principio, sentado junto a ellos como acusado. Pero el 20 de octubre Berard estuvo de franco, y zafó.

El objetivo central de su declaración fue tratar de “despegar” a Echavarría y Conti, aun a costa del jefe de los tres, Lompizano. Por eso arrancó la ronda de preguntas con los defensores de los oficiales, que le hicieron decir que “un subcomisario no puede tomar decisiones en la Sala... sólo el Director de Operaciones puede desplazar fuerzas o disponer servicios... el que recibe toda la información es el Director... el Director es la máxima autoridad... los operadores somos la voz del jefe...”. Aunque el objetivo de defender a sus amigos quedó a medio camino, todo lo que dijo dejó a Lompizano y su defensa sumidos en una profunda depresión que les duró el resto del día.

El comisario Ponce, por su parte, era -es- el jefe de la Dirección de Servicios Especiales de la Superintendencia General de Transporte. O sea, el que manda a los “cabezas de tortuga” en el ámbito del ferrocarril.

El 20 de octubre mandó un grupo de combate a Avellaneda. Para desgracia de sus colegas procesados, reconoció sin dudar que sabía que había dos grupos, “los tercerizados y los ferroviarios. Los tercerizados iban a cortar las vías, y los ferroviarios iban a confrontar con ellos. Sé que los tercerizados querían pasar a planta permanente y que los de la UF no querían. Eso venía desde hacía rato”. Y, significativamente, dijo que él no estaba convocado para el servicio, pero que, como estaba cerca, fue igual. Eso es contracción al trabajo...

Su relato básico fue que llegó a la estación, vio ferroviarios, no vio ningún tercerizado, se presentó a sus jefes, vio a los ferroviarios correr hacia el lado del puente Bosch, escuchó detonaciones y vio que el imputado comisario Mansilla desplazaba el grupo de combate hacia ese lugar. “Después supe que los de arriba y los de abajo habían tirado piedras, y que habían tenido algún problema con la policía de provincia, que diparó”. Dijo que fue hasta el puente con Mansilla, Brousson y otros policías, que al grupo de tercerizados no se lo veía más, y que Mansilla le ordenó que mandara el grupo de combate a Constitución. Y haciendo gala de la selectividad del olfato policial, justo decidió que estaba todo tranquilo y se podía ir cuando llegó otro grupo por las vías que se unió a los ferroviarios, es decir, el grupo encabezado por Favale...

El compañero Pablo Villaba explicó que, desde 2009, trabajó en la Cooperativa Unión del Mercosur, en tareas de vía y obra, igual que los trabajadores de planta permanente. La única diferencia con ellos era el sueldo, menos de la mitad, y las enormes diferencias en todo lo relativo a las condiciones laborales.

Pablo dio detalles de la forma escandalosamente irregular en que les liquidaban los jornales, en la imposibilidad de todo reclamo por cuestiones tan elementales como la asistencia médica, y la seguridad en el trabajo.

Como él necesitó atención médica y reclamó que se la brindaran a través de la ART, fue despedido en abril de 2010, con la excusa de una “reestructuración”. Integrado al reclamo por el pase a planta permanente y como integrante de la Agrupación Bordó, el compañero empezó a participar de los actos y reclamos de todos los tercerizados. Relató las jornadas de lucha que permitieron abrir una instancia de reuniones en el ministerio de Trabajo, sin que se obtuviera ninguna respuesta a pesar de 28 o 29 encuentros, lo que condujo a la medida de fuerza del 20 de octubre.

“Sólo nos dieron la reincorporación de 11 de los 150 despedidos”, contó. Y se explayó sobre la indiferencia, en el mejor de los casos, o el franco ataque, como el 6 de septiembre en Constitución, de la Unión Ferroviaria hacia él y sus compañeros. “Yo lo fui a ver a Pablo Díaz, para que la UF nos apoyara, muchos éramos afiliados, pero él me contestó que nos habían afiliado por los préstamos, nada más. Eso no es un sindicato, es una cueva financiera”, dijo, y remató: “La Unión Ferroviaria tenía que garantizar que Unión del Mercosur siguiera existiendo, porque era de ellos. José Pedraza era uno de los dueños y estaban todos sus familiares”.

Luego, relató cómo llegó el 20 de octubre a Avellaneda, la marcha bajo los insultos y pedradas por la calle Bosch, y cómo, con otros compañeros, fue uno de los que intentó subir a la vía apenas pasado el puente. Luego de ese primer ataque, junto a otros compañeros del PTS, se alejaron del lugar.

martes, 27 de noviembre de 2012

Día 44 - (27/11)

"La posibilidad de presencia de la Unión Ferroviaria UF siempre existió (...) el servicio se montó teniendo eso en cuenta.”

La corta, y por lo demás olvidable jornada de hoy, comenzó con el testimonio del comisario general retirado Ricardo Faranna,que en octubre de 2010 era Superintendente Federal de Transporte. Al principio intentó hacernos creer que la policía federal no tenía ni idea de la posibilidad de que la Unión Ferroviaria mandara una patota a atacar a los tercerizados, y que él se enteró de eso recién el 20 de octubre. Pero confrontado con los "Partes Informativos" de la División Roca y los reportes de "análisis de información" (o sea, informes de inteligencia) de su propia dependencia, tuvo que admitir que estaba perfectamente al tanto de la hostilidad del sector gremial de Pedraza contra los tercerizados y sus reclamos, y que conocía, y tenía bien presentes, el 19 de octubre, cuando se conformó la orden de servicio, lo que había ocurrido en septiembre en el hall de Constitución. "Teniendo en cuenta ese antecedente, la posibilidad de presencia de la UF siempre existió, no se descartó. No teníamos noticias de que estuviera, pero el servicio se montó teniendo eso en cuenta”, confesó.

Confesó, también, que desde el lugar, el comisario Mansilla, le habló de algunos "altercados", con piedras que volaban desde las vías, pero que luego le dijo que "si bien los tercerizados permanecían ahí, estaban a 300 o 400 metros, y el grupo de la UF estaba sobre el terraplén, por lo que no se veía la posibilidad de incidentes". Finalmente, admitió que, aunque tenía contacto con Pedraza y Fernández a raíz de reuniones en la Secretaría de Transportes y otras "por temas gremiales", no se comunicó con nadie del sindicato para preguntar por qué estaban sus hombres en el lugar.

Las defensas de policías y matones de la UF se pusieron verdes por igual cuando, ya perdida su inicial intención de hacerse el inocente, largó: "Sabemos desde siempre que la UF no comulga ni tiene los mismos propósitos que los tercerizados, lo sé por experiencia". El juez Días quiso profundizar eso de la "experiencia", y obtuvo esta respuesta: "Desde que empezaron los conflictos con los tercerizados sé que no congeniaban con la forma de pensar de la UF. Para mí son diferencias de orden ideológico, no es el mismo pensamiento". Luego, aclaró que parte de la disputa era por "quién tiene más poder en el sentido de hacer ingresar personal a planta, porque los tercerizados reclamaban ingresos y reincorporaciones y eso entiendo que chocaría con la UF". Y remató: "Cuando hay dos sectores enfrentados, cada cual con su reclamo gremial, la directiva general que tenemos es buscar el diálogo, disuadir, consensuar". De nuevo, el juez Días preguntó "Y cuál era el reclamo gremial de la UF el 20 de octubre?". El comisario general titubeó, y dijo: "No querían el corte de vías.... eso no es un reclamo gremial, en fin".

Los olvidables de la jornada.

Luego declararon varios policías de bajo rango, compañeros del imputado David Ismael Villalba (el brigadista de la división de videos). El cabo 1º Nicolás De Marco no notó las miradas irónicas que nos cruzamos en el sector de nuestra querella cuando entró a la sala. Es que, con el pelo largo y atado en una colita de caballo y su barbita candado, era la viva imagen del policía "producido" para infiltrarse con una cámara en manifestaciones y movilizaciones.

Igual que el sargento César Miguel Barrionuevo y el cabo 1º Maximiliano Rodrigo Alegre, fue traído por la defensa de Villalba, para contar la historia de esforzado camarógrafo, tambaleando entre las piedras de la vía, que se limitó a filmar lo que le dijeron. A pesar de las preguntas dirigidas a mostrar que no hay cursos técnicos para los operadores de videocámaras, sino que los entrenan los compañeros de trabajo con más experiencia, el tiro salió por la culata cuando el último cabo dijo "Villalba no era nuevo, era de los mejor catalogados en el servicio para octubre de 2010".

Tanto De Marco como Barrionuevo, estuvieron el 20 de octubre en Barracas, uno con una cámara fija sobre el andén de la estación, el otro como chofer de la UNSAT (el camión con unidad satelital que estaba estacionada del lado del supermercado Carrefour, y que transmitía en directo a la Sala de Situación las imágenes de ambas cámaras, la que operaba De marco y la que está en el camión). A pesar de las imágenes claras que se volvieron a exhibir en el video del primer ataque a piedrazos, ninguno recordó nada. Bien olvidables, excepto su cara, para la próxima vez que lo veamos cámara en mano en una movilización.

Se armó la gorda

La nota de color, esta vez, no la puso el Dr. Freeland, sino el Dr. Igounet, que manifestó al tribunal su insistencia en que se traiga a declarar a la diputada Elisa Carrió, fundado, según dijo, en que ella hizo "graves denuncias" del armamento en poder de los "grupos piqueteros que estuvieron en Barracas", como el PO, el MTR y Quebracho. Ante la cara de asombro del tribunal, debimos intervenir para recordar a todos que Carrió acusó, no a grupos de izquierda, sino al kirchnerismo de proveer armas venidas de Venezuela a grupos piqueteros afines, mencionando concretamente a Luis D'Elía y otros amigos del gobierno (como la gente de Pedraza, por ejemplo). La resolución quedó pendiente para la próxima audiencia.

Sala para continuar juicio oral, se busca.

Y no sabemos cuándo ni dónde sigue el juicio a los asesinos de Mariano. La sala que venimos usando se ocupa, tres veces por semana, a partir de mañana, con el segundo tramo de la causa ESMA. La segunda opción, el SUM, está abarrotado con el juicio por las coimas al senado de De La Rúa y el juicio por la bolsa de dólares en el baño de la ministra kirchnerista Miceli. Esta semana, por lo pronto, no habrá más audiencias. Linda muestra de la trascendencia que la estructura judicial le da a este juicio.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Día 43 - Emblemática audiencia de la Triple Alianza Antiobrera (22/11)

Pocas veces queda expuesta la otra cara del crímen. Esta jornada se caracterizó por reunir en una sola audiencia la estructura del crimen: la venia policial, el pacto empresario-sindical y el sello y firma de las más altas esferas del gobierno.
En ese orden se presentaron, desde la puerilidad de un policía con la cabeza formateada para salvar a sus jefes, pasando luego por los favores que se prestaban entre directivos de la UGOFE y el Gallego Fernández, hasta el broche descarado de un alto funcionario del gobierno que pretendió darle una mano a Pedraza amparándose en su derecho a negarse a declarar por temor a autoincriminarse en la causa Masacre de Once.

"Ahora recuerdo"

No fue el mejor día para el Sargento Claudio César Gutiérrez, al tiempo del crímen a cargo del grupo de Servicios Especiales de PFA que fue convocado a las vías.
El "afirmativo" con el que respondió a las generales de la ley cuando se le preguntó si conocía a los policías imputados, preanunciaba una típica declaración policial: entre la ausencia de memoria y los pocos recuerdos distorsionados.
"No escuché ni vi ninguna pelea entre grupos. No recibí orden alguna. Sólo vi a un grupo que caminaba por la calle lateral y a personal policial sobre las vías"
Insólita declaración de quien precisó insustancialidades: como que llegaron temprano, que estuvieron en la terminal de ómnibus de Avellaneda, que se cambiaban de andenes, y que subrepticiamente, al llegar la orden de desplazarse hacia el Puente Bosch deja de recordar cuestiones esenciales.
Nuestros compañeros abogados no lo interrogaron, pidieron al Tribunal la exhibición del propio video policial dónde se ve a su grupo y por ende al declarante, caminando detrás de la patota ferroviaria en el preciso instante en que comenzaron a tirar de todo desde las vías al grupo que iba por la calle lateral. Pero además y fundamentalmente, se los ve en el instante mismo en que salen entre el grupo agresor como replegándose para retirarse del lugar ... todo en el mismo momento en que la patota consumaba el primer ataque.
La contundencia de las imágenes contrastaba con la palidez del testigo, "ahora recuerdo" dijo entonces para preocupación de los defensores policiales, pues dijo que sus jefes les dieron la orden de ir hacia Constitución justo en ese momento y que "no tuvimos ninguna orden directa de hacer cesar la pedrada, tanto, que al acercarnos sólo algunos pararon de tirar y cuando nos retirábamos volvieron todos a hacerlo".
Clarísima la función de la División Roca de la Policía Federal en cabeza de sus comisarios imputados Ferreyra y Mansilla y entendible también, la preocupación de los abogados defensores.



"- Querido Juan Carlos, los del Comité gerencial de la empresa viven en el miedo permanente...
- Quedate tranquilo Héctor, ahora lo llamo a COTS y le indico que los pongan en caja; si esos no tienen delegados"

(Diálogo en ocasión de un paro de los tercerizados del taller Gutiérrez)

Juan Carlos es el Gallego Fernández, el hombre de Pedraza en el Roca y Héctor, es Héctor Messineo, el gerente de Recursos Humanos de la UGOFE, COTS, uno de los tres capos empresarios. Con esa familiaridad y confianza se trataban los dos responsables directos del ingreso de personal a la planta permanente de la empresa. Y también ésa era la incidencia que Fernández tenía sobre la dirección de la UGOFE y el particular "respeto" que destilaba hacia sus "compañeros" .
Esto se escuchó en la audiencia pues forman parte de dos diálogos telefónicos intervenidos en los primeros días del mes de Enero de 2011, apenas dos meses después del crímen.
Todo el aplomo y la seguridad que el gerente quiso transmitir en la audiencia se vino abajo con el audio que todo los asistentes pudimos apreciar.
"-Los setenta tipos que son nuestros, que vos tenés autorizados, antes que haga ruido los tenés que meter querido Héctor...
- Querido Juan Carlos, quedate tranquilo, ahora tiro todos los de la UF, ahora te los voy a meter" Otra parte del sustancioso diálogo dejando expuesta la manera en que - aún después del crímen- se incorporaban a la planta permanente los tercerizados que manejaban los de la Lista Verde.
Momentos antes, el representante empresarial había intentado acomodar su versión sobre la cuestión laboral en la UGOFE.
Sin proponérselo, dejó mal parados a los otros testigos de la defensa que negaban a los tercerizados su condición de ferroviarios, pues sin titubear dijo que en UGOFE ROCA confluían tres gremios ferroviarios, a saber, Señaleros (señales de tránsito ferroviario), La Fraternidad (conducción de trenes) y Unión Ferroviaria que entre otras tareas "incluye limpieza, desmalezamiento y pintura" precisamente tareas específicas del personal tercerizado.
Justificó el ingreso de tercerizados en el caos que representaba al explotación del Roca en el 2007, aunque después se contradijo pues tercerizados había desde antes. Y dijo también que la UF no quería tercerizados por aquellos años, por eso pactaron por un tiempo "breve" que duró... hasta el crímen de Mariano Ferreyra.
Curiosamente el gerente de RRHH de la empresa ignoraba lo relativo a UNIÓN DEL MERCOSUR, la cooperativa vinculada a Pedraza y Cia. que más tercerizados proveía. Aunque tenía referencias de Castellanos y Matarazzo directivos de la UF que integraban la dirección de esa sociedad. No obstante reconoció que "a planta permanente ingresaban prioritariamente el ochenta u ochenta y cinco por ciento de los postulados por los gremios mientras que el resto era para responder a pedidos de intendencias, diputados o recomendaciones de la propia Secretaría de Transporte" . Reconoció que Juan Carlos Pérez, otro patotero imputado, ingresó de este modo en Enero del 2010 y a Planta Permanente.
Llamó la atención que quien se ocupaba de las relaciones humanas en el trabajo "no estaba enterado de las condiciones de los tercerizados, aunque sí se ocupaba de las cuestiones de seguridad e higiene" curiosamente dos cuestiones que formaban parte de los reiterados reclamos de esos trabajadores. No registró reclamos de la UF por esas condiciones de trabajo.
Dijo que al personal se lo autorizó a salir sólo a tres actos kirchneristas: "a la 9 de Julio con Moyano, a Huracán y a Ríver en apoyo de la presidenta mientras que el 20 de Octubre de 2010, hubo abandono de los puestos de trabajo sin expresar los motivos y por eso les descontamos..." Recordemos que gerentes de la empresa como Hourcade de Transporte, asistieron a la patota ese día. El cuento del descuento no funciona para desligarse.
Contó que cuando se arribaba a un acuerdo de tipo paritario, se firmaba un acuerdo con Fernández y Karina Benemérito (la testigo que debió estar sentada en el juicio, pero en otro carácter) y que las más importantes las suscribía el propio Pedraza. Una de ellas dice en relación a los tercerizados: "Sin perder de vista que estos trabajadores no revisten el carácter de trabajadores ferroviarios". El acta con semejante definición no fue ni objetada ni discutida por el máximo sindicalista imputado.

Las escuchas refieren que Messineo y Fernández se confesaron con graves problemas de sueño por aquellos días : "Querés que te diga que dormí treinta horas por lo vivido el Viernes..." dijo el primero, el otro respondió "Y yo, hace tres semanas que no puedo dormir" . Aconsejamos a ambos, no dejar las pastillas.

Juan Pablo SCHIAVI: "Analizamos si incorporando a los tercerizados el estado no se compraba un juicio..."

Fue más económico cargarse a Mariano Ferreyra, parece ser la respuesta a la descarada afirmación de quien era el Secretario de Transporte del gobierno nacional, quien fue convocado a declarar justo cuando se cumplían nueve meses de la Masacre de Once, que lo tiene como uno de sus responsables directos.
Usó esa causa - dónde se halla procesado- para escudarse en la posible autoinicriminación y evitar así responder sobre aspectos centrales del negocio ferroviario. "Lo de los subsidios y autorizaciones de giros no lo contesto por no autoincriminarme" fueron sus palabras mientras dudaba "aquí soy testigo ¿no?"
Es cierto que los tercerizados cobraban mucho menos por la misma tarea que realizaban los de planta permanente,reconoció y "como soy peronista, no puedo admitir eso" Esta afirmación identitaria la soltó poco antes de reconocer que "quienes planteaban el ingreso a Planta Permanente eran organizaciones que estaban por afuera de la U.F",  en clara alusión a agrupaciones que nada tienen que ver con su filiación ideológica.
"Lo que ocurrió es que los tiempos de los trabajadores son diferentes a los de la burocracia estatal" siguió en la línea de desviar el tema de la tercerización que llamó "proceso más que palabra y por ello no es ilegítima ni debe ser descalificada" .
Sobre los hechos vinculados al crímen de Mariano Ferreyra, dijo que se enteró el día anterior del corte de vías por boca del propio Pedraza y que dispuso las medidas del protocolo (avisar a policía, etc.). El 20 de Octubre concurrió a la UF por el congreso de Latin Rieles y ahí volvió a hablar con Pedraza sobre los sucesos. Lo hizo por la mañana, dando cuenta así que Pedraza ya estaba al tanto de lo que vendría.
Se enteró del crímen pasado el mediodía cuando ya estaba en el Museo Casa Roca en una reunión con gente del Banco Mundial.
Preguntado específicamente por quién daba las órdenes ese día en su Secretaría, dijo que él era el responsable, aunque no dio ninguna orden ese día. Se contradijo con su segunda, la Doctora Cavaza que declaró en este mismo juicio que por indicaciones que él (Schiavi) le dió desde su teléfono personal debía comunicarse con Fernández... y vaya si esta secretaria lo hizo en 5 oportunidades.
Quiso ayudar a Pedraza al decir que volvió a hablar con él y que lo encontró dolido. "Callate payaso" dijo alguien entre el público.

Una afirmación interesante sobre los tercerizados: "la posterior incorporación a Planta Permanente, reveló que el aumento de personal a cargo no significaba un aumento de costos" dijo el hasta hace unos meses, principal responsable del área.
¿Qué es entonces lo que explica el fenómeno de la tercerización laboral en el Roca?
Nada menos que el motivo del crímen, es decir, la contraprestación a Pedraza y Cia. por mantener disciplinados a los trabajadores.
UGOFE presta el servicio con subsidios y fideicomisos del Estado. La UF mantiene disciplinado al personal a cambio del negocio de la Cooperativa de Tercerizados Unión del Mercosur y el estado tras la máscara del "servicio esencial para la población" es quien legitima.
Los tercerizados amenazaban la paz de la TRIPLE ALIANZA ANTIOBRERA, un par de balas los aleccionaría.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Día 42 - En el país del no me acueeeerdooo…(20/11)

En la jornada de hoy, además de un par de bloopers de la fiscalía, que convocó dos policías de la comisaría 30ª que dejaron su servicio a las 12:00 del 20 de octubre de 2010, es decir, no estuvieron en el lugar y la hora del crimen, nos adentramos en el PAÍS DEL NO ME ACUERDO. Sólo que, en lugar de María Elena Walsh, asistimos al concierto de Los Niños Cantores de Azul.

Por un lado, declararon los policías Lucas Damián Evaristo Varas, Pablo Ramón Donato y Guillermo Andrés Houlet, choferes, respectivamente, de los móviles 430, 130 y 230 de la comisaría de Barracas. Los tres cantaron más o menos la misma historia, después de aclarar, en las generales de la ley, que Rolando César Garay, uno de los imputados, era “su” subcomisario.

La canción de los choferes empezó con el arribo a Pedro de Luján y el puente Bosch, alrededor de las 12:00, “desplazados a raíz de incidencias”. Ninguno sabía entonces, ni se preocupó por averiguar después, en qué consistieron las “incidencias” o quiénes las protagonizaron.

Todos recordaron que estacionaron los móviles, pero ninguno pudo decir con precisión donde.“Mirando hacia el puente, no recuerdo si junto a la vereda”; que, un rato después, los oficiales a cargo de los móviles –uno de ellos, y el de mayor grado en el momento, Garay- ordenaron ponerlos a 45º. Vieron gente arriba de las vías, con ropa de trabajo, pero no preguntaron quiénes eran ni saben qué hacían allí. Uno dijo que se les ordenó quedarse en el lugar y “resguardar el material rodante”. El tono de manual de instrucción policial enervó al juez Días, que lo interrumpió: “¿Qué material rodante, el patrullero?”, y ante el asentimiento del policía, le sacudió: “Entonces diga cuidar el auto, hombre”. Otro, en cambio, dijo que la orden era “quedarse ahí y observar”. El tercero, directamente no recordó que le hayan ordenado nada.

También hablaron los tres del otro grupo de personas, con pancartas, que estaban más cerca de la calle santa María del Buen Ayre cuando ellos llegaron, y se fueron retirando hacia Vélez Sársfield, aunque, notablemente, en la hora y pico desde que llegaron, ninguno advirtió que se alejaron unas tres cuadras, que se sentaron a comer y conversar, que hicieron notas con los periodistas de C5N ni que, terminada la asamblea, retomaron la marcha para desconcentrarse hacia la avenida.

El estribillo de la canción de los choferes, en perfecto y armonioso coro, fue el siguiente: “En eso los del terraplén se bajan y caminando fuerte o corriendo nos sobrepasan. Eran más de 100. Nos ordenaron seguirlos con los móviles, íbamos a paso de hombre, hicimos unos 20 metros y los vemos que vuelven corriendo para el otro lado, nos vuelven a sobrepasar hacia las vías y se dispersan. Fue cuestión de minutos”.
No oyeron disparos, no oyeron golpes, no oyeron vidrios rompiéndose. Apenas si “gritos e insultos entre los dos grupos”.

Cuando el grupo de las vías se “dispersó”, se bajaron de los móviles, apenas cruzando Santa María del Buen Ayre (que está a dos cuadras de Perdriel, la esquina donde los compañeros se plantaron en el cordón a resistir el ataque para que el resto pudiera retroceder). Ahí vieron “al otro grupo de gente a unos metros del patrullero, nos quedamos ahí para que no pasaran, y no pasaron”, dijo uno orgulloso.

Contrariando las imágenes de los videos, los testimonios imparciales de los comerciantes y vecinos de la cuadra, y, por supuesto, los de todos los compañeros que reconstruyeron el hecho, ninguno vio la ambulancia, ninguno vio heridos ni escuchó hablar de gente lesionada, salvo uno que, dijo, “supe de un muchacho herido a los minutos de que los vuelven a sobrepasar porque viene uno que le muestra al subcomisario con los pantalones bajos, yo no lo vi”.

Uno de los tres quiso cantar más alto que lo que le da el registro, y agregó a la historia común que los de la lista verde “volvían corriendo porque los otros los perseguían”, pero terminó admitiendo que, en realidad, cuando se dispersaron los que estaban sobre las vías tras sobrepasarlos de nuevo, el grupo de manifestantes estaba a 200 metros de distancia…

En resumen, no recordaron la posición de los patrulleros; no recordaron qué órdenes se les dieron; no recordaron cuántos patrulleros había en total; no recordaron si había periodistas; no recordaron los disparos; no recordaron los heridos; no recordaron a qué hora se fueron, ni qué hicieron en la más de dos horas –como mínimo- que estuvieron en el lugar, salvo correr los patrulleros y moverlos 20 metros hacia delante.

Por otra parte, declaró el comisario Roberto Ezequiel Brondo, de la División de Planificación de Servicios de Reuniones Públicas. Otro que no se acordaba de nada, hasta que le mostraron la orden de servicio, con su firma y sello, disponiendo, con fecha 19 de octubre de 2010 el operativo “de contención” para la jornada del 20 en Avellaneda.

No recordó si a él le avisó la División Roca o la Superintendencia de Transportes; no tenía información de la posible presencia de ferroviarios para impedir el corte; recordó otros hechos con características similares, pero no supo si fueron anteriores o posteriores.

Por más que trató de ser solidario con sus camaradas enjuiciados, tampoco come vidrio, así que hizo la apología del diálogo, la prevención “por mera presencia”, la protección de los más vulnerables… todo lo que hace la policía, ¿no les parece?

Con todo, mandó a los tres comisarios (Lompizano, Mansilla y Ferreyra) con pitos y cadenas cuando dijo “El superior presente en el lugar es el que debe ocuparse de que se cumpla la orden de servicio, el de mayor jerarquía. Pero ante el conocimiento de que se incumple una orden la sala de situación debe intervenir”.

Su discurso de la convivencia y el buen trato desató el interrogatorio del abogado Freeland, que quiso saber si organizaciones como el PO, Quebracho o el MTR son dóciles, si se puede dialogar con ellos, si llevan armas a las movilizaciones. A su turno, Mariano Maciel, el defensor del subcomisario Garay, quiso justificar que el “pobrecito” del subcomisario Garay no podría haber evitado el ataque, comparando las fuerzas de las que disponía con los operativos conjuntos de gendarmería, prefectura, bonaerense y federal que se despliegan en cada corte del Puente Pueyrredón. Hizo falta que le preguntáramos nosotros si es posible comparar un corte del Puente Pueyrredón con el del Puente Bosch… Para desgracia de Garay, el comisario casi se ríe: “No es lo mismo, claro”.

Jornada, en definitiva, no muy feliz para los azules, que ya no sonríen tanto durante las audiencias.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Día 41 - Amigos son los amigos... pero no tanto. (19/11)

En la jornada de hoy siguieron declarando policías, que no hicieron más que confirmar cómo funcionó la triple alianza antiobrera el 20 de octubre:

"No hablé con NADIES"

Arrancó la jornada con el comisario Marcelo Omar Repetto, actual jefe de la circunscripción 3ª de la PFA, y, para octubre de 2010, jefe de la delegación Avellaneda.
Contó que habían recibido una orden de servicio previa desde la Dirección de Operaciones ya que se sabía que el 20 los tercerizados iban a manifestarse en Avellaneda. Todo el tiempo enfatizó que su tarea "era de observación e información", cosa de despegarse de todas las decisiones operativas. Reconoció que cuando llegó a la estación Avellaneda, a eso de las 9:00, vio en el andén nº 4 unas 20 personas con pancartas enrolladas, tranquilos, de mediana edad (eran, sabemos, los compañeros del MTR). Sobre el mismo andén que estaba él, hacia la derecha, ya estaba "un grupo de personas con overol de ferroviarios".
Todo el tiempo trató de secundarizar su intervención, argumentando que "estaba en el medio", ya que "el servicio estaba a cargo de Ferroviaria, y abajo, en la calle, era de la bonaerense". 
Mientras dijo que se limitó a seguir a distancia a movilización de los tercerizados, no pudo explicarla contradicción con las modulaciones por trunking, donde se lo oye con claridad informando que la patota de la UF estaba allí "para evitar el corte".
Dijo que no vio personal policial en la estación ni sobre las vías, "ni se entrevistó con nadies de la División Roca", en sus propias palabras. Pese al denodado esfuerzo de la fiscalía por saber para qué estaba ahí, si según sus palabras no tenía que hacer otra cosa que observar, sólo se le pudo sacar que "en un momento era impresionante la lluvia de piedras, se veía gente de arriba tirando piedras en forma incesante, los de abajo no vi si tiraban o no, los de arriba era impresionante, caían sobre chapas, hacían un ruido bárbaro". Luego, dijo, informó a la Dirección de Operaciones que cruzaron a Capital y dio por terminada su tarea.
Apretado por las preguntas, terminó diciendo que a la media hora "escucha como gente que viene cantando por las vías, de adelante, no de Avellaneda, serían unas 20 personas". Luego, vio un grupo que se descolgó de las vías, "para meter presión, calculo" pero como ya no estaban en el ámbito ferroviario, se retiró...
Confrontado con las constancias de la causa, no se hizo cargo de que se pasó el tiempo hablando con el comisario Catalán y el subcomisario Garay de la 30ª, y cerró: "Cuando el grupo de arriba bajó, todos nos saludamos y nos fuimos. Ya no tenía sentido quedarnos". ¿Misión cumplida? 

"Estaban todos para que no se corte la vía"

Lo siguió Adolfo Alfredo de Lucchi, de la Brigada de División Belgrano, que fue citado junto al agente Martínez para impedir el corte. Para desesperación de las defensas de los policías, reconoció que en el lugar había "gente de servicios especiales, no sé si de la Doucad, camiones hidrantes para el lado de Carrefour, uniformados abajo que subieron cuando empezó a caer gente. Había PFA y bonaerense. Móviles y colectivos de provincia".
Describió la columna de manifestantes que caminaba por la calle Bosch, con policía bonaerense atrás y al costado, y también de la federal. "El grupo cruzó para Capital, Martínez y yo nos quedamos atrás, por arriba del terraplén. No cruzamos el Riachuelo. Hubo un altercado, se ve que quisieron subir al terraplén, volvieron para provincia, los bonaerenses los reprimieron y pasaron de nuevo a Capital. No sé si hubo intercambio de piedras porque estaba a 150 metros, por los movimientos me parece que sí. La calle no la veía, me tapaban los árboles. Los bonaerenses los reprimen para mandarlos de nuevo a Capital, escuché escopetazos, calculo que escopetas Batán con posta de goma".
Admitió que fue el comisario Ferreyra quien le avisó que el servicio estaba levantado, por lo que volvió a Constitución. "Estaban todos para que no se corte la vía", confesó. Todos, claro. Patota y policía.

El dúo dinámico

Juan Carlos Velazco y Julio Ángel Fava, cabo y oficial, hacían servicios adicionales en la estación Yrigoyen, custodiando las boleterías y el hall. La declaración de Velazco fue el show del no me acuerdo.
No recuerdo si a la mañana o la tarde, llegaron dos micros naranjas con unas 40 personas, que dijeron que eran ferroviarios y pasaron hacia las vías.
No me acuerdo dónde ni por qué vi un móvil de la 30ª.
No recuerdo por qué mi superior se acercó a unos oficiales jefe, de traje, en la vereda.

Tanto fue el no me acuerdo que la fiscal Jalbert indicó que estaba pensando si pedir que el testigo fuera alojado en la alcaldía para ver si se le agilizaba la memoria. La defensora de Favale, Dra. Hegglin, salió en apoyo de desmemoriado.
A nuestro turno, le preguntamos por qué dijo al inicio que está en disponibilidad, y el hombre contó una inverosímil historia de un accidente de tránsito. Pese a la oposición del defensor de uno de los policías, el juez Bossi manifestó que tenía la misma inquietud.
Acto seguido, llegó su compañero, el oficial Julio Ángel Fava. Peor que su subordinado, arrancó mintiendo con una historia de servicio ferroviario cortado –cosa que nunca sucedió-, tremendas contradicciones en el horario –dijo que llegó a las 14:00, pero vio los micros con la gente de Favale, macaneó que la patota eran ferroviarios que iban a hacer unas reparaciones, y terminó explicando que estaba en el baño, porque tiene problemas de próstata. Sin que nadie le preguntara, ni nos interesara, agregó que "cuando fui al baño me robaron la dentadura, que dejé en la pileta...".
Aunque al principio dijo que no los conocía, al final admitió que vio a los comisarios Mansilla y Ferreyra, y al fallecido subcomisario Premuda sobre las vías. El sainete de dúo dinámico terminó fuera de la sala, cuando, al irse, Fava se abrazó con el comisario Mansilla, el mismo que dijo "apenas conocer". Hombre cariñoso, se ve.

Nuestro viejo conocido

Después de la anodina declaración del subinspector Jorge Eduardo Toncovich, de la Central Operativa de Video, que nada importante aportó, fue el turno del hoy subcomisario Omar Póvolo, que, en 2010, era oficial principal, a cargo de judiciales, de la División Roca.
"La cosa se venía sabiendo", dijo. "En esa época los ferroviarios tercerizados estaban en el tema del blanqueo y la efectivización en el ámbito ferroviario, y recibimos una orden de servicio".
Ratificó que en las zona, había una fuerza de servicios especiales, una de contención y personal de uniforme, todo de la PFA, y los comisarios Ferreyra y Mansilla a cargo de todo el operativo. "La gente caminaba por Bosch, se escucharon estruendos de escopeta cuando quisieron volver hacia provincia, y los bonaerenses los arrearon de vuelta para Capital. Los chicos no fueron voluntariamente, fueron empujados para que se contenga todo del lado de Capital. Era el mismo personal bonaerense que los acompañaba. Era un grupo de combate importante", contó sobre el episodio ocurrido casi al mismo tiempo que la pedrea desde arriba de las vías. Le costó más reconocer que sobre el terraplén, además del personal policial, había un grupo de la Unión Ferroviaria, que admitir que por calle Luján había un par de patrulleros de la 30ª, en forma de cuña, que taponaban la calle, y que se abrieron y la liberaron cuando los manifestantes ya se iban.
"En la policía no hay decisiones propias", aportó cuando se le preguntó si se fue por su decisión o siguiendo órdenes.
Después de un intrascendente interrogatorio del Dr. Freeland, que trató, como siempre, de mezclar peras con manzanas y movilizaciones de trabajadores organizados con espontáneos estallidos de bronca de los agotados usuarios del tren, el oficial Póvolo, el mismo que armó las causas judiciales contra los compañeros de Causa Ferroviaria y el PO; de la lista Bordó y el PTS; de los vendedores ambulantes y la TPR, y del trabajador Daniel "Neno" Abella por pintar "Pedraza asesino" en el hall de Constitución al día siguiente del asesinato, se fue de la sala, sin pena ni gloria.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Día 40 - Mirar, modular, matar y mentir (15/11)

Mirar, modular, matar y mentir: la División Roca de PFA.

Confirmando lo previsible, vinieron resueltos a despejar su connivencia. Pero ni las poses actorales de un jefe canchero, ni las respuestas "sí señor, no señor" de una brigada oscura, les alcanzó. Sabían que podían autoincriminarse.

La División Roca de la Policía Federal tiene a su cargo la seguridad y control de todo lo que ocurre alrededor del transporte ferroviario en la zona sur del conurbano. Es de prever que, frente a un hecho de la magnitud como el que se llevó la vida de Mariano Ferreyra y la integridad física de varios compañeros más, la mira iba a estar puesta en su accionar.

Por eso, cuando llegó a la sala el Comisario Marcos Andrés Brousson, sonriendo y saludando con aspecto de candidato a presidente de EEUU, todos intuimos que había que estar atentos. El sonriente comisario contó que, al tiempo del crimen, era el jefe del Dpto. Brigadas y Eventos de Transporte. Algo así como la logística de la Superintendencia. Su actuación se circunscribía a estaciones ferroviarias y formaciones "todo lo atinente a la seguridad estática y dinámica" según sus propios dichos. Suplantaba al imputado Mansilla y en ocasiones se sumaba a él para colaborar con el servicio, "como hice ese día. Ya habíamos estado con la misma gente del corte en otra ocasión. Eran tercerizados de vía y obra. Fui sin que nadie me convocara pues yo sabía del corte por las órdenes que habían llegado el día anterior" .
Contó que al llegar a la estación a eso de las 10:00, "me encontré con los imputados Mansilla que era el jefe de control de vías, Ferreyra que era el jefe de la División Roca y Fiscalizador y el fallecido Subcomisario Premuda, junto a una fuerza de Servicios Especiales en Carrefour. Había además un hidrante, un Puma y dos grupos de combate y un hombre de video cámara al hombro. Seguramente había brigada pero como no estaban uniformados no puedo situarlas. Yo estaba de civil."

Repasó lo que ya se sabe: "Llegaron los de la UF, que era un grupo numeroso y desde el andén Este pude observar un altercado o confrontación a la altura del Puente Bosch (pedradas y esas cosas)". Dijo que se preparó a la gente de Servicios Especiales "y nosotros fuimos hasta el lugar. Los tercerizados se retiraron por Luján a una distancia que no podía precisar y que además se impedía la visión por las copas de los árboles". Esta curiosa circunstancia será reiterada varias veces por este comisario. Sin embargo dijo: "Sabíamos que estaban por allá por que de alguna manera estaban. Supongo que por esas cuestiones como modulaciones por ejemplo, yo sabía que estaban.".

Vio gente de la comisaría 30ª y " un patrullero que se hallaba medio cruzado con una parte sobre la vereda , por Luján a unos 50 mts. de las vías en las que yo estaba parado junto a los de la UF. Llegó entonces otro grupo desde Yrigoyen, se sumaron a los ferroviarios, se saludaron y algunos bajaron. Así como supe en su momento que Mansilla ordenó hacer cesar la pedrada en Bosch, ahora vi a la gente de la comisaría 30ª que seguramente, supongo, vino por las modulaciones. Habremos estado hora u hora y media. Más o menos a quince minutos del arribo de los de la estación Yrigoyen gritan 'vamos vamos' y se produjo una corrida que por la copa de los árboles se perdió sobre la calle Luján. Fue un grupo no todos los ferroviarios. Entiendan que no tenía visualización, me lo impedían las copas de los árboles" reiteró.

No obstante volvió a suponer: "Al ratito regresan, fueron por una bravuconada, como una embestida, una corrida pretendiendo alejar a los otros", dice con el mismo léxico que usaron otros integrantes de la patota agresora. Pero eso sí, no olvidó cubrir a su compañero: "Mansilla moduló ahí que estaban bajando del terraplén". Luego contó que la gente volvió tranquilamente, que se fueron del lugar hacia Avellaneda, que ellos no se enteraron de nada hasta que llegó a su oficina en Constitución, donde recién se enteró de lo ocurrido.

Pero hay dos detalles que comprometen seriamente a los jefes. El primero es una decidida mentira intentando correrse torpemente de responsabilidad al decir que no mantuvieron charla con ningún ferroviario sobre las vías durante la hora y media que allí estuvieron, siendo ellos los protagonistas fundamentales toda vez que se encontraban sobre las vías y ésa es tarea específica de su propia división. La otra confirma la certeza que justifica nuestra acusación a los policías como coautores funcionales del crimen: "Antes de la corrida, pero con los ferroviarios abajo, Mansilla ordenó a la fuerza especial su traslado a Constitución previendo que los tercerizados fueran a cortar boleterías. Cuando se produce la agresión hacía un rato que los servicios especiales no estaban en el lugar y los ferroviarios estaban abajo" . Otra prestación imprescindible a la hora de acometer con la bravuconada.

Confirmó que usaron el POC , el sistema de telefonía celular de la policía se utiliza eventualmente cuando no hay trunking (handy) y que se equivocó cuando declaró minutos antes que el jefe era el fallecido subcomisario Premuda y no Ferreyra, ante la evidente contradicción que se instaló con su cotejo en lo dicho ante la instrucción. "¿Me habré confundido con lo que declaré acá?" dijo, pero, ahora, sin sonreír.

Los tres tristes tigres de la brigada... (hasta que uno se olvidó la letra)

El sargento Edgardo Gabriel Barberán, el inspector Gastón Marcelo Domecq y el subcomisario Carlos Dante Farías integraban en 2010 la Brigada de la División Roca de la PFA. Eran sus únicos tres componentes, de civil los tres, los tres dirigidos por los comisarios Ferreyra y Mansilla, conocedores de Pablo Díaz los tres, le adjudicaban al hombre de Fernández en las vías un rol determinante.

Los tres para todos lados, juntitos, muy juntitos (igual que, juntitos, fueron elegidos para jugar de "testigos", junto a Mansilla y Ferreyra, en cuatro causas iniciadas después del asesinato de Mariano contra compañeros de causa Ferroviaria, la Bordó, vendedores ambulantes y militantes de organizaciones, como el PO y la TPR, para intimidar a quienes sí fueron testigos de su participación criminal el 20 de octubre).

Mentirosos los tres, pero no por ayudar a la patota ahora (lo hicieron ese día) sino por temor a autoincriminarse... los tres.

El relato que inició el sargento puede adjudicarse a cualquiera de los otros dos. Llegó a las 8 a la estación Avellaneda. Ignoraba que se movilizarían los ferroviarios, aunque lo extraño es que, mientras sus jefes le ordenaron seguir a los tercerizados que se fueron del andén, nada ocurrió cuando llegaron los ferroviarios, en grupo nutrido, desde los trenes, copando el andén...lo que da cuenta de por quiénes tomaron partido.

"Los tres fuimos a ver quiénes eran, pero se fueron cuando llegamos. Los seguimos a la calle mientras los jefes se quedaron en la estación. Los seguíamos de lejos, detrás de la bonaerense, por la calle. Los tercerizados, con hombres y mujeres, caminaron al lado de las vías, los ferroviarios arriba de las vías, caminaban a la par. Se dieron cuenta de que se empezaron a insultar, pero no comunicaron nada a sus jefes. Al llegar al Puente Bosch, vieron la pedrada de arriba hacia abajo, pero no pudieron precisar detalles porque estábamos a una cuadra".

Los tres subieron el terraplén. El sargento dijo que Farías le ordenó "sacarlos (a los ferroviarios) de ahí para hacer cesar la pedrada. Supongo que la orden, a él, se la dieron los jefes. Vi también un grupo de servicios especiales intentando correr a los ferroviarios que tiraban piedras. Pasó el tiempo y algunos trenes pasaron también. Estaba la infantería al mando de Ferreyra y Premuda, el primero dirigía el operativo. Al rato llegaron dos o tres patrulleros y empezaron a correr a los de abajo que se terminan yendo por Luján hacia el oeste unas tres o cuatro cuadras. Se los podía ver", dijo, a diferencia de su superior, Brousson.

"Nadie nos dio la orden de quitarlos del lugar. Lo único que hacíamos era pedir que no bajen", contradijo, de nuevo, a Brousson. "Bajamos para ver qué pasaba y vimos a los patrulleros que ya no cortaban la calle. Estuvimos en la esquina y después volvimos, unos 20 minutos habrá sido. Volvemos y entonces llega el otro grupo (por Favale) recibidos por los ferroviarios como contentos al grito de ¡Vamos Vamos!. Bajan a la calle, calculo que los jefes ven todo ese movimiento aunque de los superiores no escuché nada. Salvo mi jefe directo Farías (uno de los trillizos) que decía ¡no bajen! Y yo hice lo mismo... pero algunos bajaron y fueron a correr a los chicos, a los manifestantes. No recibí ninguna orden. Seguíamos con la orden de no ir a ningún lado. Después volvieron. Bajamos al lugar dónde ocurrieron los hechos y vimos que algo había pasado. La gente de Chevalier gritando puteando, piedras y vidrios por todos lados, vi una ambulancia aunque no escuché disparos. No recibí órdenes de detener a ninguna persona".

Hasta aquí, el relato del sargento coincide con el del inspector Domecq. Aunque las explicaciones que dieron se diferencian claramente: mientras Barberán dice que bajó para ver dónde estaban los manifestantes, Domecq dice que él bajó por su condición de policía para ver en qué podía ayudar a los de la 30ª, pero después de la corrida. No convenció al tribunal, que lógicamente le preguntó si por la misma condición no debió haber bajado antes de la corrida para evitarla.

Para tener en cuenta de este relato consensuado: dijo el inspector Domecq que "Se intentó que los ferroviarios no bajen, nos puteaban y bajaron. Con la gente que había en el lugar era imposible que no bajen, nos sobrepasaban en gente...". Si esto era evidente para un sargento o un inspector ... ¿por qué los jefes se deshicieron del Servicio Especial antes del ataque como dijo su superior Brousson?¿ Qué lógica aplicó la División Roca sino la de la participación decisiva en el crimen?.

Pero algo muy curioso sucedió cuando, detrás del inspector Domecq, vino a declarar su jefe Farías. Después de contar prácticamente lo mismo, el subcomisario Farías olvidó algo esencial: "No recuerdo si bajé a ver lo que había pasado" ,dijo, muy suelto de cuerpo, para referirse a un hecho que -como bien le señaló uno de los jueces- había costado la vida de un joven. Es más, dijo que pudo haber sido que haya vuelto a Constitución y después desde allí volver a Barracaspara enterarse de los hechos. Su respuesta no se condice con la de los otros dos del trío, por ejemplo Domecq, quien muy firme sostuvo: "Con Barberán y Farías yo fui a ver qué había pasado y todo era un desastre con autos rotos, ambulancias, puteadas de la Chevallier, vidrios rotos... hasta que el jefe Premuda nos ordenó levantar el servicio. Entonces regresamos y cuando llegamos a Constitución nos enteramos lo que había sucedido". De todo esto, reconocieron los tres tristes tigres, que nunca reportaron nada...

En segundo plano quedó que la Brigada...-sí , justo la Brigada- no posee Trunking, es decir, el único sistema de comunicación que deja grabadas las modulaciones.

Si alguna duda quedaba sobre el aporte fundamental de la policía en la ejecución del plan común, estas trillizas declaraciones vinieron a corroborarlo. No sólo ellos no hicieron cosas, además dejaron a otros hacer otras.

"Policía que habla por POC sabe que no queda grabado, policía que habla por trunking sabe que queda grabado".

La jornada había comenzado con la declaración del comisario inspector Rodolfo Valentín Alí, que después de los hechos y hasta el verano pasado, fue jefe de la Dirección General de Operaciones, que, desde su Sala de Situación, dirige la actividad policial en el escenario de los hechos. Hasta el asesinato, su jefe fue el imputado comisario Lompizano.

Alí dio una pormenorizada descripción del funcionamiento de la Sala de Situación de la DGO , de la responsabilidad ineludible del jefe (por entonces Lompizano) sobre las órdenes que se bajan en terreno. De las características comunicacionales: no se debe usar el POC, sino el trunking o handy, porque "policía que habla por POC (celular) sabe que no queda grabado, policía que habla por trunking sabe que queda grabado".

Además, confirmó la hipótesis que sostuvimos siempre: "la orden modulada de replegarnos se da exclusivamente cuando el personal policial se halla amenazado o con serias posibilidades de resultar herido", cosa que no sucedió el 20 de octubre, sin embargo existe esa modulación por parte del jefe Lompizano minutos antes del ataque criminal.

Alí mandó presa a la comisaría 30ª: "Es su personal quien debe preservar el sitio y levantar los rastros" pero volvió contra Lompizano: "Entre otras cosas, hay mucha discrecionalidad en el jefe de la DGO para ordenar medidas cuando estos hechos suceden."
En materia de hechos, del mismo modo que ya no quedan dudas sobre la actuación de la patota de la Lista Verde al mando de Pedraza y Fernández, se disiparon todas las relativas a las de los policías federales intervinientes. Siempre tuvimos razón: no cometieron algún delito menor de brutos o distraídos, son responsables del crimen.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Día 39 - “Íbamos a correrlos para que se fueran y no volvieran más” (13/11)

Cuando parecía que la jornada de hoy se reduciría a tres testigos de actuaciones, uno de ellos patético, y un comisario retirado que mostró la hilacha azul, el abogado Igounet anunció que su defendido, el picaboleto Guillermo Uño, quería declarar. El hombre, de 57 años, se acomodó frente al micrófono y arrancó contando que se enteró de la movilización “por casualidad”, porque otro picaboletos de la estación Claypole le dijo que iba, y él pensó: “¿por qué no puedo ir yo, si estoy en contra de los cortes de vías?”. Entonces, se fue con él a la casa del delegado de su sector, Dotta, y, los tres, siguieron en el mismo auto hacia la estación de Avellaneda.

No se preocupó por sus jefes, porque, como explicó: “Si me da el OK el delegado, el encargado o el supervisor no pueden decir nada. El delegado en el trabajo es palabra mayor, si tengo la orden de él, ya está”. Bien clarito, cómo juega la burocracia con la empresa.

Haciendo que los demás defensores se agarraran la cabeza, Uño se volvió verborrágico, y se despachó. “Había un grupo de la gente manifestante que venían por abajo con una pancarta que decía tercerizados, caminando como hacia el puente. Había chicos, mujeres, banderas de distintos colores. Nosotros éramos muchos más, como 150. Al llegar al puente Bosch, vimos que algunos se mandaron a la vía. Eran unos 5 o 7 muchachos que subieron. Ahí los corrimos, les tiramos piedras, ellos también nos devolvían, pero nosotros tiramos más. Tanto que les tiramos que se bajaron”.

Después de esa descripción del primer ataque, fue el turno de desesperarse de los defensores de los policías. “Había 2 patrulleros que nos separaban de ellos, después no los vi más”.

Todo el detalle que desplegó para contar la previa, se esfumó cuando llegó al momento en que la patota bajó de las vías, aunque reconoció que “ellos se van como para atrás, se van como para Chevallier”, y terminó admitiendo que los manifestantes estaban a más de 300 metros, tanto que veía la bandera abierta, pero no a la gente con claridad.

Dio vueltas para avanzar hacia el momento del ataque final, mechando comentarios totalmente prescindibles, como la explicación de que no comió nada, porque “si como al mediodía, soy de ir al baño”, cosa que, obviamente, a nadie interesaba.

Hasta que, finalmente, arrancó con el tramo final. “Ya éramos como 200. Los otros estaban lejos, tenían la bandera desplegada, a 3 cuadras se ve. La gente decía que podían volver. Yo lo vi a Harry abajo, lo conocía de chiquito de la cancha. Lo vi al gordo Toretta, el delegado de Escalada, sentado en el puente. Muchos querían arrancar para seguir a esta gente. Iban a buscarlos para correrlos. Yo también hice gestos para que bajaran de la vía, para que los corriéramos, que se vayan lejos y no vuelvan más”.

Hecha la confesión, vino el intento de afirmar que “hice el amague de correr, pero me quedé porque tenía miedo”, cosa que los videos contradicen, cuando lo muestran a la cabeza de la corrida. Y de negar toda participación en el crimen, pasó a querer hacerse el bueno, pidiendo perdón a la mamá de Mariano.

Con bastante dificultad para organizar sus ideas, sin embargo dejó varios datos importantes. De su primer abogado, Octavio Aráoz de Lamadrid, hoy procesado por tratar de coimear a los camaristas de casación para excarcelar a la patota, dijo: “A Aráoz de Lamadrid me lo mandó el gremio”, igual que después le pusieron a Igounet, que, como lo prueban las escuchas telefónicas, se reporta, no a la familia de su defendido, sino a la conducción de la UF.

Habló del acto en River, de los asados de la lista verde, de los delegados que convocaron, y cerró diciendo “soy re-inocente”. Francamente, nadie le creyó.

Dos testigos y un gran buche

La mañana había comenzado con la declaración de Omar Aquiles Molina, empleado de Chevallier que vino a ratificar el secuestro de vainas en la esquina de la empresa.

Luego declararon Franco Maximiliano Alfonso y Javier Gastón Morasole, que fueron testigos del allanamiento en el departamento de policía de Moreno 1550, cuando se obtuvieron copias de varios libros de registros policiales. Mientras el segundo ratificó su firma y recordó que se sacaron fotocopias de unas hojas que él verificó que eran iguales a las secuestradas, el primero juró que no estuvo en el procedimiento. Como tantas veces hemos visto, uno más de esos grandes buches, generalmente –como éste- vecinos de la comisaría en cuestión, siempre dispuestos a servir de testigos cuando hace falta.

El camarada Lompizano, entrenado en EEUU

“Conozco al comisario Lompizano, es un camarada con el que hice un curso de antiterrorismo en EEUU”, arrancó el comisario general retirado Alejandro Alberto Hayed, y los que sabemos pensamos en la ILEA.

El capacitado comisario fue el encargado de labrar el sumario administrativo a sus “camaradas”, pero evidentemente ahora, retirado, no quiere problemas. Dejó la gorra en el perchero de la entrada, y mandó a sus colegas con pitos y cadenas.

Por turno, se ocupó de tirarle salvavidas de plomo a todos: al comisario Ferreyra, al comisario Mansilla, al subcomisario Garay, y a su “camarada” del curso imperial, el comisario Lompizano, y sus subordinados, los oficiales Conti y Echavarría. El único que zafó fue el agente Villalba, al que Hayed llamaba “el chico éste”, tratando de minimizar su responsabilidad al grito de obediencia debida.

Lo concreto fue que todo lo que hizo –y no hizo- la policía el 20 de octubre fue “fuera de protocolo”, al punto que el comisario llegó a decir: “Estamos hablando con el resultado, no sabemos qué hubiera pasado si la policía intervenía, sabemos lo que pasó porque no intervinieron”.

Habló de que las decisiones se toman “según el temperamento” de cada jefe policial, y hasta se hizo el chistoso, cuando el fiscal Gamallo lo inquirió: “¿Qué debía hacer la Federal cuando la movilización pasó a la ciudad de Buenos Aires?” y el comisario retrucó: “¡...ésa es una buena pregunta...!”.

“No vi cosas raras”

Así contestó el policía Hugo Guillermo Maldonado, de la 30ª, que desde la mañana estaba en la zona, y a las 12:00 comenzaba su turno de vigilancia en la parada de Luján y Santa María del Buen Ayre.

“Vi venir un grupo que iba sobre las vías y otro por abajo, yo quedé en medio de los dos, cuando el segundo grupo ocupa la calle Luján a lo ancho, toqué el silbato porque por ahí pasan colectivos, pero hicieron caso omiso. Eran unos 40 o 50. Pedí apoyo por celular, al comando, porque se insultaban con el otro grupo de arriba de las vías, se tiraban piedras, eran las 12:05. Entonces llegaron los tres patrulleros de la comisaría 30ª, con el subcomisario Garay, que me mandó a una cuadra a desviar el tránsito. Al rato miro para atrás y veo un grupo de gente corriendo que eran los del Roca, los de las vías, hacia Santa Elena”.

El Dr. Freeland acometió por su lado más amable:

- ¿Vio gente con caras tapadas?

- No.

- ¿Vio que llevaran palos?

- No, tenían los de las banderas, cosas raras no vi, lo desilusionó el policía.

Día 39, 13 de noviembre: Habló Uño.

“Íbamos a correrlos para que se fueran y no volvieran más”

Cuando parecía que la jornada de hoy se reduciría a tres testigos de actuaciones, uno de ellos patético, y un comisario retirado que mostró la hilacha azul, el abogado Igounet anunció que su defendido, el picaboleto Guillermo Uño, quería declarar. El hombre, de 57 años, se acomodó frente al micrófono y arrancó contando que se enteró de la movilización “por casualidad”, porque otro picaboletos de la estación Claypole le dijo que iba, y él pensó: “¿por qué no puedo ir yo, si estoy en contra de los cortes de vías?”. Entonces, se fue con él a la casa del delegado de su sector, Dotta, y, los tres, siguieron en el mismo auto hacia la estación de Avellaneda.

No se preocupó por sus jefes, porque, como explicó: “Si me da el OK el delegado, el encargado o el supervisor no pueden decir nada. El delegado en el trabajo es palabra mayor, si tengo la orden de él, ya está”. Bien clarito, cómo juega la burocracia con la empresa.

Haciendo que los demás defensores se agarraran la cabeza, Uño se volvió verborrágico, y se despachó. “Había un grupo de la gente manifestante que venían por abajo con una pancarta que decía tercerizados, caminando como hacia el puente. Había chicos, mujeres, banderas de distintos colores. Nosotros éramos muchos más, como 150. Al llegar al puente Bosch, vimos que algunos se mandaron a la vía. Eran unos 5 o 7 muchachos que subieron. Ahí los corrimos, les tiramos piedras, ellos también nos devolvían, pero nosotros tiramos más. Tanto que les tiramos que se bajaron”.

Después de esa descripción del primer ataque, fue el turno de desesperarse de los defensores de los policías. “Había 2 patrulleros que nos separaban de ellos, después no los vi más”.

Todo el detalle que desplegó para contar la previa, se esfumó cuando llegó al momento en que la patota bajó de las vías, aunque reconoció que “ellos se van como para atrás, se van como para Chevallier”, y terminó admitiendo que los manifestantes estaban a más de 300 metros, tanto que veía la bandera abierta, pero no a la gente con claridad.

Dio vueltas para avanzar hacia el momento del ataque final, mechando comentarios totalmente prescindibles, como la explicación de que no comió nada, porque “si como al mediodía, soy de ir al baño”, cosa que, obviamente, a nadie interesaba.


Hasta que, finalmente, arrancó con el tramo final. “Ya éramos como 200. Los otros estaban lejos, tenían la bandera desplegada, a 3 cuadras se ve. La gente decía que podían volver. Yo lo vi a Harry abajo, lo conocía de chiquito de la cancha. Lo vi al gordo Toretta, el delegado de Escalada, sentado en el puente. Muchos querían arrancar para seguir a esta gente. Iban a buscarlos para correrlos. Yo también hice gestos para que bajaran de la vía, para que los corriéramos, que se vayan lejos y no vuelvan más”.

Hecha la confesión, vino el intento de afirmar que “hice el amague de correr, pero me quedé porque tenía miedo”, cosa que los videos contradicen, cuando lo muestran a la cabeza de la corrida, y son varios los testigos que lo identificaron en momentos cruciales. Y de negar toda participación en el crimen, pasó a querer hacerse el bueno, pidiendo perdón a la mamá de Mariano.

Con bastante dificultad para organizar sus ideas, sin embargo dejó varios datos importantes. De su primer abogado, Octavio Aráoz de Lamadrid, hoy procesado por tratar de coimear a los camaristas de casación para excarcelar a la patota, dijo: “A Aráoz de Lamadrid me lo mandó el gremio”, igual que después le pusieron a Igounet, que, como lo prueban las escuchas telefónicas, se reporta, no a la familia de su defendido, sino a la conducción de la UF.

Habló del acto en River, de los asados de la lista verde, de los delegados que convocaron, y cerró diciendo “soy re-inocente”. Francamente, nadie le creyó.

Dos testigos y un gran buche

La mañana había comenzado con la declaración de Omar Aquiles Molina, empleado de Chevallier que vino a ratificar el secuestro de vainas en la esquina de la empresa.

Luego declararon Franco Maximiliano Alfonso y Javier Gastón Morasole, que fueron testigos del allanamiento en el departamento de policía de Moreno 1550, cuando se obtuvieron copias de varios libros de registros policiales. Mientras el segundo ratificó su firma y recordó que se sacaron fotocopias de unas hojas que él verificó que eran iguales a las secuestradas, el primero juró que no estuvo en el procedimiento. Como tantas veces hemos visto, uno más de esos grandes buches, generalmente –como éste- vecinos de la comisaría en cuestión, siempre dispuestos a servir de testigos cuando hace falta.

El camarada Lompizano, entrenado en EEUU

Conozco al comisario Lompizano, es un camarada con el que hice un curso de antiterrorismo en EEUU”, arrancó el comisario general retirado Alejandro Alberto Hayed, y los que sabemos pensamos en la ILEA.

El capacitado comisario fue el encargado de labrar el sumario administrativo a sus “camaradas”, pero evidentemente ahora, retirado, no quiere problemas. Dejó la gorra en el perchero de la entrada, y mandó a sus colegas con pitos y cadenas.

Por turno, se ocupó de tirarle salvavidas de plomo a todos: al comisario Ferreyra, al comisario Mansilla, al subcomisario Garay, y a su “camarada” del curso imperial, el comisario Lompizano, y sus subordinados, los oficiales Conti y Echavarría. El único que zafó fue el agente Villalba, al que Hayed llamaba “el chico éste”, tratando de minimizar su responsabilidad al grito de obediencia debida.

Lo concreto fue que todo lo que hizo –y no hizo- la policía el 20 de octubre fue “fuera de protocolo”, al punto que el comisario llegó a decir: “Estamos hablando con el resultado, no sabemos qué hubiera pasado si la policía intervenía, sabemos lo que pasó porque no intervinieron”.

Habló de que las decisiones se toman “según el temperamento” de cada jefe policial, y hasta se hizo el chistoso, cuando el fiscal Gamallo lo inquirió: “¿Qué debía hacer la Federal cuando la movilización pasó a la ciudad de Buenos Aires?” y el comisario retrucó: “¡...ésa es una buena pregunta...!”.

“No vi cosas raras”

Así contestó el policía Hugo Guillermo Maldonado, de la 30ª, que desde la mañana estaba en la zona, y a las 12:00 comenzaba su turno de vigilancia en la parada de Luján y Santa María del Buen Ayre.

Vi venir un grupo que iba sobre las vías y otro por abajo, yo quedé en medio de los dos, cuando el segundo grupo ocupa la calle Luján a lo ancho, toqué el silbato porque por ahí pasan colectivos, pero hicieron caso omiso. Eran unos 40 o 50. Pedí apoyo por celular, al comando, porque se insultaban con el otro grupo de arriba de las vías, se tiraban piedras, eran las 12:05. Entonces llegaron los tres patrulleros de la comisaría 30ª, con el subcomisario Garay, que me mandó a una cuadra a desviar el tránsito. Al rato miro para atrás y veo un grupo de gente corriendo que eran los del Roca, los de las vías, hacia Santa Elena”.

El Dr. Freeland acometió por su lado más amable:

- ¿Vio gente con caras tapadas?

- No.

- ¿Vio que llevaran palos?

- No, tenían los de las banderas, cosas raras no vi
, lo desilusionó el policía.